Escribe Gastón Godoy
Mónica Schlotthauer tiene 56 años y comenzó su militancia en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST, partido antecesor de Izquierda Socialista). Nació en Isidro Casanova, un “barrio peronista” de La Matanza, como definió. Pero entendió que “el peronismo no era la herramienta”, por su rol durante la dictadura y después con el gobierno de Menem, que “entregó todo”.
Luego fue delegada general en el Sanatorio Antártida durante diez años, donde se destacó en las primeras luchas que se dieron contra las listas únicas de West Ocampo y las patronales. “Nos echaron durante la primera lucha contra los procedimientos preventivos de crisis de la reforma laboral de Menem”, afirmó. Durante un tiempo vivió en Venezuela (entre el 2005/06). “Aquí era difícil conseguir trabajo y en Venezuela empezaba la lucha y organización de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), una nueva central sindical. Fui en busca de trabajo y a aprender de todo ese proceso. Nosotros peleamos por el socialismo acá y en todos los países”, explicó. Trabajó en el sindicato de la empresa Sidor peleando por la renacionalización. En Venezuela militó en el partido hermano de Izquierda Socialista, siendo parte de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores- Cuarta Internacional (UIT- CI).
En 2007 retornó a la Argentina, trabajó algunos meses en una empresa textil hasta que entró en el ferrocarril. “Empecé en el Mitre y después me pasaron al Sarmiento”, recordó. Allí retomó la actividad gremial, como delegada en el cuerpo de delegados que encabeza Rubén “Pollo” Sobrero y es parte de la Bordó y de la agrupación Mujer Bonita es la que lucha, desde la cual, junto a sus compañeras, impulsan proyectos para reparar la desigualdad de género en su espacio laboral. “Cuando yo entré, las mujeres apenas podían trabajar en el sector de limpieza. Nos juntamos, nos organizamos y empezamos a pelear para ser guardas, mecánicas, por el cupo femenino en todas las especialidades y para ser maquinistas”, explicó.
Su trayectoria es la historia de una trabajadora que, como muchas, sufrió despidos y flexibilización laboral. La coherencia de Schlotthauer, de estar siempre del lado de los trabajadores y el pueblo, también se dio mientras cumplía su mandato. En la sesión donde se votó la mal llamada “Emergencia Alimentaria” a fines de 2019, fue la única diputada que se abstuvo, mientras peronistas y macristas votaron a favor por unanimidad. Y afirmó contundente: “La única manera de parar el hambre es cambiar el modelo”. No es solamente que haya vuelto a su trabajo después de su paso por el Congreso lo que la diferencia del resto de los políticos patronales, sino la firmeza en la denuncia de las leyes que tanto macristas como peronistas presentaron como “solución” a los problemas del pueblo pero que no son más que una farsa.
Pero “el estar organizada siempre en un partido revolucionario, la corriente morenista, hoy Izquierda Socialista, me orientó en una perspectiva socialista, de salidas de fondo para los problemas que sufrimos las mujeres y la clase trabajadora”. Es lo que le permite tener una trayectoria de coherencia y lucha en los distintos ámbitos en los que participó. Ahora, de vuelta en el Sarmiento, se ríe y dice que sus jefes están “muy molestos” con su retorno, porque saben que va a ir “a reclamar y a pelearla todas”.