Bastó un simple apriete de algunos pocos fondos buitres, para que Kicillof reculara y entregara todo. Estos acreedores tienen nombre y apellido concreto: el más importante es el fondo Fidelity Investment, que tiene en su poder el 26% del total de los bonos, por lo que por sí solo puede trabar cualquier acuerdo. También tienen partes importantes de esta deuda Nationale-Nederlanen (Holanda), el Royal Bank of Canada, BlackRock (otro de los grandes acreedores, en particular de la deuda externa de la Nación) y Massachusetts Mutual Life. Fidelity, el grupo buitre que logró “apretando” al gobierno de la provincia de Buenos Aires este regalo de 80 millones de dólares, tiene una larga historia como acreedor: de hecho fue uno de los grandes negociadores en el primer canje de deuda del kirchnerismo en 2005.
El gobernador Kicillof se la pasó hablando de que todo es producto de “la deuda heredada”, que habría sido provocada por la gestión de María Eugenia Vidal. Es una verdad a medias, o si queremos verlo al revés, una “media mentira”, a la medida del relato de que durante el kirchnerismo nos habríamos “desendeudado. Es verdad que el gobierno de Cambiemos aumentó la deuda externa provincial (de hecho la duplicó) llevándola a más de 11.000 millones de dólares. Pero es un hecho que el bono que ahora está venciendo (llamado BP21) fue generado por el gobernador peronista anterior (Daniel Scioli), y se transformó en un inmenso negociado para los pulpos acreedores que lo adquirieron. Veamos: fue lanzado en 2011, durante el segundo mandato de Cristina, por un monto nominal de 750 millones de dólares. El estado bonaerense se comprometía a devolver el capital en 3 cuotas de 250 millones, en enero de 2019 (que ya fue pagada por el gobierno de Vidal), 2020 (esto es lo que ahora está venciendo) y 2021. Pero además los acreedores cobrarían (de hecho ya lo fueron haciendo todos estos años) intereses en enero y julio). Todo en dólares y bajo ley de Nueva York. El escándalo del bono es que, con los altísimos intereses con que fue pactado, le permitirá a los acreedores cobrar al final el doble de lo que invirtieron. En concreto, la provincia de Buenos Aires se endeudó en 750 millones, ya los pagó, pero todavía “debe” 600 millones. Una auténtica estafa.
Así, patéticamente, pagando todo, peso sobre peso, terminó este capítulo de la deuda de la provincia de Buenos Aires. Es una primera muestra de lo que venimos denunciando: no hay renegociación de la deuda “progresista”. En todos los casos es a costa del ajuste de las necesidades del pueblo trabajador. Y además, una vía muerta: los acreedores cada vez apretarán por más, lograrán cobrar más y la deuda seguirá creciendo cual bola de nieve.