La presentación del libro Sinceramente se transformó en un hecho político en sí mismo. Cristina reapareció después de varios meses de silencio. Si bien no habló de su candidatura, extendiendo el suspenso, planteó llamar a un pacto social, elogió a Trump y a la supuesta burguesía nacional en el recuerdo de la figura de Gelbard. Queremos debatir sobre todo esto con los compañeros que tienen expectativas en que el kirchnerismo es la salida.
Escribe José Castillo
Sinceramente ya se había transformado en un boom editorial en los días previos, batiendo récords de venta. Por eso había mucha expectativa en el acto de presentación en la Feria del Libro. A sala llena y con varios miles de asistentes en los alrededores mirando por pantalla gigante, Cristina hizo una de sus acostumbradas alocuciones. Comenzó diciendo “quiero que este libro les sirva a los argentinos como un instrumento de discusión, de debate”. Desde El Socialista le tomamos la palabra por anticipado, ya que hemos realizado una extensa crítica en nuestro número pasado (ver El Socialista 423, “Lo que dice y lo que no dice el libro de Cristina”).
El discurso de presentación fue tildado de “moderado” hasta por sus admiradores más fervientes. Muchos reconocieron que “les hubieran gustado más definiciones”. Ciertamente hubo sugestivos silencios. Nunca fue mencionado el FMI, ni se planteó una sola palabra sobre qué hacer con la deuda externa. Todo tiene su explicación: exactamente en el mismo momento en que Cristina hablaba en la Rural, su ex ministro de Economía Axel Kicillof daba conferencias en los Estados Unidos tratando de llevar tranquilidad al establishment económico internacional acerca de que un eventual gobierno kirchnerista cumpliría a rajatabla con los pulpos acreedores. “La palabra default no está en nuestro diccionario”, terminó afirmando Kicillof.
Pero volvamos al discurso de Cristina, y ahora a lo que sí dijo. “Nadie puede estar en contra de la unidad”, sostuvo en obvia referencia al llamado de Macri y sus 10 puntos. De ellos en particular no planteó una sola palabra. Le contrapuso sí, convocar a un “contrato social de ciudadanía responsable”. Si alguien se pregunta de qué se trata esto, la propia ex presidenta se encargó de aclararlo, poniendo como ejemplo el Pacto Social del año 1973 y la figura de José Ber Gelbard (ver nota en esta misma página). Con este planteo hizo un llamado insistente a los empresarios: “Si quieren ganar plata, tienen que hacerlo todos”, sostuvo una Cristina que nos hizo acordar una de sus viejas expresiones dirigidas también a las patronales: “En mi gobierno se la llevaron en pala”.
Otro momento “culminante” de su discurso fue cuando elogió a Donald Trump. Con la excusa de aplaudir sus políticas proteccionistas (que, digámoslo de paso, no evita que los propios trabajadores estadounidenses ganen mucho menos que hace una década y tengan peores condiciones de trabajo), Cristina se lanzó a elogiar al presidente yanqui, sin mencionar una sola palabra del rol del imperialismo en el mundo, incluyendo Latinoamérica, donde los Estados Unidos siguen amenazando con intervenir en Venezuela. Ni, por supuesto, que detrás del feroz ajuste de Macri y el FMI está el propio gobierno norteamericano como su principal impulsor.
Cristina esta vez optó por no hacer ninguna mención a la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. Recordemos que en su discurso inmediato anterior había planteado “la unidad de los pañuelos verdes con los celestes” en un escandaloso guiño hacia la Iglesia y los sectores antiabortistas. Esta vez optó por el silencio, marcando la línea de que es un tema del que “no hay que hablar este año”.
En síntesis, el discurso de Cristina, en sus afirmaciones y sus silencios, nos obliga a debatir con muchos compañeros de trabajo y estudio que confían en que el peronismo kirchnerista puede ser la salida al ajuste de Macri. Lamentablemente no es así: al FMI y a los acreedores todos los voceros del kirchnerismo les están garantizando, en infinidad de reuniones, que se va a cumplir con ellos. El planteo de “renegociar” con el FMI, caballito de batalla de Kicillof, es algo que incluso acepta y reconoce como lo más posible el propio Fondo. Solo que no se trata del acuerdo que permitiría desarrollar una política de “redistribución de la riqueza” o “nacional y popular”, como sostienen los kirchneristas. Por el contrario, el FMI exigirá un mayor ajuste, así como las reformas laboral y previsional, todos temas sospechosamente ausentes en el discurso de Cristina. El guiño a los empresarios y la invitación a que “ganen más plata” nos prenuncia también quiénes serán los privilegiados en un futuro gobierno K. El discurso de Cristina puede sintetizarse como el llamado a un pacto social donde la “comprensión”, la “paciencia” y el ajuste deberán, una vez más, caer sobre el bolsillo de los trabajadores. En contraposición a todo esto, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda somos claros: no hay absolutamente ninguna salida posible a esta crisis sin romper con el FMI y suspender inmediatamente los pagos de deuda externa para volcar todos esos recursos hacia un programa de emergencia que resuelva las más urgentes necesidades populares, tal como planteamos en los 10 puntos del Frente de Izquierda.
Qué fue el Pacto Social del 73 El famoso acuerdo, tan elogiado por Cristina, se firmó el 6 de junio de 1973, a los pocos días de asumido el gobierno de Cámpora. Comprometía a los empresarios, a través de la CGE (Confederación General Económica) y a la CGT. Sus dos figuras descollantes fueron José Ber Gelbard (dirigente empresario de la CGE, pero que en ese momento ya estaba ocupando el Ministerio de Economía) y José Ignacio Rucci (secretario general de la CGT y máximo burócrata sindical de la época), aunque el pacto fue apoyado también por el resto de las entidades patronales (como la UIA o la Sociedad Rural). |
Gelbard y la burguesía nacional En su discurso Cristina desempolvó a un viejo personaje al que llenó de elogios: José Ber Gelbard, mostrado como el paradigma del burgués nacional y progresista. La operación no es nueva, ya había tenido incluso su libro (El burgués maldito, de María Seoane, editorial Planeta, 1998). |