Escribe Martín Fú
A principios de 1982 la dictadura se encontraba en crisis terminal por la debacle económica fruto de las políticas instauradas por Martínez de Hoz a pedido del imperialismo y los organismos financieros internacionales. El 30 de marzo de 1982, con las consignas “paz, pan y trabajo” y “abajo la dictadura”, un paro general con movilización a Plaza de Mayo convocada por la CGT terminó en una brutal represión. Un muerto, 2.500 heridos y 4.000 detenidos no le alcanzaron a la dictadura para desmovilizar y apagar la bronca. Intentando darle un poco más de aire a un régimen agónico, el general Galtieri decide que el 2 de abril tropas argentinas desembarquen en nuestras islas Malvinas, que se encontraban ocupadas desde 1833 por el colonialismo inglés. La junta militar, enfrascada en una campaña militar de ultramar con aroma nacionalista, jamás pensó que la movilización podía despertar en las masas la posibilidad de ir a una guerra contra el imperialismo inglés, como sucedió el 10 de abril en Plaza de Mayo cuando miles cantaron “fuera ingleses y yanquis de Malvinas”, a la vez que silbaban a Galtieri.
Thatcher, la “dama de hierro”, rápidamente envió hacia el Atlántico Sur una fuerza de tareas de una envergadura que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Más de cien navíos pusieron proa al Sur ante los ojos incrédulos de la junta. Los militares buscaron negociar rápidamente una salida que evitara la confrontación armada, vía la mediación de Estados Unidos, al que consideraban un “aliado”, pero que rápidamente se puso del lado británico, no solo apoyándola públicamente en los organismos internacionales como la ONU y la OTAN, sino también en el plano militar con pertrechos y tecnología de punta.
Finalmente, el 2 de mayo el ARA “General Belgrano” fue torpedeado y hundido cobardemente por el submarino nuclear Conqueror fuera de la zona de exclusión y con proa hacia el continente. Un claro mensaje de Thatcher que cerraba cualquier canal de diálogo a la salida negociada que buscaban los militares. El hundimiento del Belgrano y el asesinato de 323 argentinos marcaron el “punto de no retorno” de la guerra.
Gran parte de Latinoamérica ofreció su ayuda a nuestro país: Colombia, Perú, Brasil, Cuba y Venezuela, entre otros, abrían registros de voluntarios para ir a combatir a Malvinas y hasta pusieron armas a disposición. La junta estaba decidida nuevamente a traicionar y capitular a pesar de que las tropas en las islas ya combatían con unas de las potencias militares mejor equipadas y entrenadas del mundo. Sin organización ni planificación real para sostener un conflicto bélico y con los altos mandos lejos de las líneas de combate, nuestros soldados tuvieron el honor de enfrentar al invasor inglés, logrando asestar duros golpes que pusieron en jaque al enemigo. El 14 de junio el comandante de las tropas argentinas, el general Menéndez firmó la rendición final ante los ingleses.
El PST, nuestro partido antecesor, se colocó desde el primer momento en el campo militar contra el imperialismo inglés, sin dejar de denunciar el carácter represivo y hambreador de la dictadura. Exigimos que se dejara de pagar cualquier deuda con Inglaterra, que se expropiaran sus activos en el país y que se aceptara cualquier ayuda internacional ofrecida para derrotar a los piratas ingleses.
La guerra de Malvinas puso de manifiesto nuevamente la larga tradición de los argentinos en nuestros sentimientos antiimperialistas, que comenzó enfrentando a los ingleses y yanquis, sellando la suerte y el final de la dictadura genocida. Queda pendiente como tarea la recuperación definitiva y absoluta de nuestra soberanía sobre las islas Malvinas.