Prácticamente todos los días se conoce un dato económico nuevo que nos ilustra que estamos, literalmente, en el fondo del pozo. La economía se encuentra en caída libre desde hace casi diez meses. Se hunde literalmente todo el consumo popular, las familias trabajadoras están endeudadas por haber usado sus tarjetas de crédito para comprar comida o medicamentos y ahora no pueden hacer frente a saldarlas, el drama del desempleo golpea a la puerta cada vez más seguido.
Todo esto no fue producto de ninguna “tormenta”, como nos quiere hacer creer el gobierno. Fue a lo que nos llevaron las políticas de super endeudamiento del gobierno de Macri, que terminaron cuando los especuladores entendieron que “ya habían ganado suficiente” y “era hora de irse”, llevándose los dólares y provocando una brutal devaluación, con las consecuencias que vimos con la disparada inflacionaria. Pero esta debacle también es producto de lo que siguió: un plan económico acordado por Macri, los gobernadores y el FMI que se propone ajustar “hasta que salga sangre” para garantizar así seguir pagando la deuda externa.
Pero este ajuste muestra por todos los poros su costado clasista: del otro lado del sufrimiento de trabajadores, jubilados y miles de nuevos desocupados están los grandes ganadores. Los que estuvieron “de fiesta” todo 2018: el sector financiero, que hizo ganancias récord, junto con los acreedores externos, que obtuvieron tasas de retorno superiores a las de prácticamente cualquier país del mundo.
¿Ahora viene la recuperación?
A partir de octubre pasado parecería que estuviéramos en “la paz de los cementerios”. La economía sigue hundida, la inflación continúa su carrera para arriba, siguen los tarifazos, los despidos, las suspensiones. ¿Nada nuevo entonces? Sí, se detuvo el alza del dólar (y hasta en algunos momentos bajó unos centavos).
¿Acaso esta es la primera señal para que “de a poco” vayamos mejorando” como nos quiere convencer el gobierno? La respuesta es contundentemente negativa. No vamos a ver ninguna reactivación en 2019: imposible con estos salarios por el piso y con un ajuste que exige que el déficit fiscal sea de cero por ciento. No habrá un peso para nada. Y mucho menos con un Banco Central que para intentar asegurarse la estabilidad del dólar le sigue garantizando a los bancos un negociado fabuloso con tasas de interés que llegaron a estar a 75% (y hoy superan largamente el 45%). Lo decimos nosotros, pero lo dicen también todas las consultoras privadas y hasta el propio FMI: terminaremos 2019 también con recesión, cercana al -2%.
Lo reconocen los propios economistas amigos del gobierno. Carlos Melconian acaba de reconocer que este plan económico, incluyendo el préstamo de 57.100 millones de dólares del FMI, es para “aguantar hasta las elecciones”, “alejando el fantasma del default” (léase la imposibilidad de pagar los vencimientos de deuda) y tratando de evitar que no se dispare de nuevo el dólar.
¿Cuál es la salida?
Lo peor, sin embargo, viene después. En 2020 y 2021 cuando ya no haya entrada de dinero del FMI y, por el contrario, llegue la hora de devolver ese dinero. Que se sumará a la bola de nieve del resto de los vencimientos que generan y autogeneran una deuda que, sumada la nacional, las provinciales y la del Banco Central, supera largamente los 400.000 millones de dólares. Todo el ajuste de 2018 y el que se está empezando a desarrollar en 2019 nos conducirán a velocidad astronómica al desastre, a crisis como las que ya vimos en la historia argentina, en la hiperinflación de 1989, o en 2001, por citar los dos ejemplos más recientes.
Todo esto lo sabe el gobierno. También lo sabe el FMI. Por eso plantean, para “después de las elecciones”, ir urgente por lo que llaman las “reformas estructurales”: la reforma laboral, la previsional y la fiscal (ver pág. 3). Para que la crisis, una vez más, caiga sobre la cabeza de los trabajadores.
Pero también tenemos que decir que todo esto lo sabe también la oposición peronista que en todas sus vertientes se está reuniendo en estos días con los funcionarios del Fondo. Por eso mienten cuando dicen que, si ellos ganan, van a implementar un programa económico “nacional y popular” o de “redistribución de la pobreza”. Mienten cuando dicen que “renegociando con el Fondo”, o con los mismos acreedores “reestructurando vencimientos de la deuda”, todo se habrá solucionado. ¡El FMI va a seguir exigiendo un plan de ajuste! Y cualquier “reestructuración de la deuda” o “canje”, ya sabemos cómo termina: alimentando esa bola de nieve sin fin, que hace que cada año paguemos más, y a la vez debamos más. Si el peronismo gobierna, serán ellos los que llevarán adelante el ajuste, de la misma forma que lo hacen ahora en las provincias que tienen a cargo.
Esa es la única verdad. Por eso insistimos en lo que venimos diciendo hace años desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda: la única salida pasa por romper con el FMI y suspender inmediatamente los pagos de la deuda externa, para dar inicio así a medidas de emergencia de un plan alternativo, obrero y popular, como las que explicamos en estas mismas páginas.
La industria en su peor nivel en diez años Nuestra capacidad industrial se retrotrajo a la del año 2009. Terminó 2018 cayendo 5%, después de ocho meses consecutivos de retroceso. La utilización de la capacidad instalada está apenas por encima del 50%: esto quiere decir que actualmente en nuestro país, de cada dos máquinas, una está parada. En algunos sectores la situación es peor aún: las automotrices están trabajando al 25% de su capacidad. |
2019: siguen los tarifazos En realidad nunca pararon. A diciembre pasado ya se calculaba que las boletas de servicios públicos más los pasajes de transporte ya se llevaban el 26% promedio de nuestro salario. Pero este año comenzó con todo: aumentos de la luz, del agua, del transporte público. También subieron los precios de los productos recientemente “desregulados”, como las naftas, que ya preparan un nuevo incremento para principios de marzo. Y la carrera no para: para este invierno el gas será 80% más caro que el año pasado. |
Crecen los despidos Casi todos los días escuchamos la noticia de alguna fábrica que despide compañeros, los suspende o directamente cierra. En 2018 se perdieron 123.000 puestos de trabajo en blanco en la industria. Multipliquémoslo por los que se habrán perdido en negro. Cuando se los reemplazó, es por puestos precarios, totalmente descalificados. Así, por ejemplo, vemos la Ciudad de Buenos Aires inundada de jóvenes en bicicleta o moto con sus cajas de Glovo o Rappi. Mientras tanto, la tasa de desempleo oficial ya está en 11,8%, sumando 9% más de subempleo. No extraña entonces, que según los datos de la UCA el 33,6% de los argentinos vivan en la pobreza (dato que pronto también se verá en los números oficiales, ver pág. 3). |
Banqueros y acreedores: los grandes ganadores Mientras se pulverizaban salarios y jubilaciones, los banqueros estaban de fiesta. En 2018 ganaron 172.106 millones de pesos, 121% más que en 2017. Lo hicieron gracias a aprovechar la devaluación, a las supertasas con las que esquilman a los ahorristas y a la bicicleta financiera. |
Los salarios y las jubilaciones perdieron por goleada frente a la inflación 2018 cerró con una inflación oficial de 47,6%. Los salarios aumentaron en promedio 30,4%. Así, se calcula que perdieron 17,2%. Las jubilaciones, asignaciones universales por hijo y asignaciones familiares perdieron 15,7%. Como si todo esto fuera poco, la inflación de enero ya picó en punta con 2,9% y para febrero se calcula un piso de otro 3%. |
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