Editorial
Si nos guiáramos por los titulares de Clarín, La Nación o los programas más vistos de TN o A24, lo más importante que está pasando es la saga de las causas de corrupción del kirchnerismo, con sus nuevos capítulos, como la nueva detención de Boudou o la suspensión hasta mayo del inicio del juicio oral a Cristina. En C5N o Página 12 encontramos la contrapartida con la cobertura del escándalo abierto con el fiscal Stornelli, que ahora terminó al revés con la detención de Marcelo D´Alessio. La realidad es que la corrupción de los negocios capitalistas cruza tanto al kirchnerismo como al macrismo, en muchos casos vía empresarios amigos que hicieron negocios con uno y otro. El Poder Judicial, en todos sus niveles, también está podrido hasta la médula, y ninguna confianza podemos tener en jueces y fiscales que siempre fueron garantía de impunidad para empresarios y políticos corruptos.
Pero no se nos escapa que, con todas estas maniobras mediáticas, lo que busca el gobierno es tapar los verdaderos problemas que afectan al pueblo trabajador: cómo llegar a fin de mes, el miedo a perder el trabajo, o no poder comprar los útiles a los hijos en el comienzo de año. La inflación anual ya alcanzó el 50%. Se va terminando febrero acumulando en apenas dos meses otro 6% que, sobre llovido mojado, pega sobre salarios y jubilaciones ya pulverizados por la carestía del año pasado. Siguen los tarifazos, ahora a los de la luz se suman los aumentos del transporte público en Capital y Gran Buenos Aires. Se viene un gran guadañazo en el gas para el invierno. Todos los días hay nuevas amenazas de posibles pérdidas de puestos de trabajo, como en Fate o en C5N. Frente a esta realidad, la CGT rompe su silencio de casi tres meses para reunirse con el FMI. Moyano hace un acto para recordar el del 21F del año pasado, donde pidió “votar al peronismo”. Ahora reclama que se reúna la CGT para ver si llaman a un paro allá por abril. Todo pateado para adelante: por eso es importante resaltar la marcha que realizó la semana pasada el sindicalismo combativo, marcando el camino de cómo enfrentar el ajuste. En las calles, movilizándose y dando la pelea, como fueron capaces de hacerlo los docentes porteños que, en pleno verano, lograron evitar el cierre de las escuelas nocturnas.
Mientras tanto, gobierno y oposición peronista ya están metidos con todo en la “rosca” electoral. La bronca generalizada que se palpa en la calle, donde miles de trabajadores y aun sectores de clase media que los habían votado equivocadamente ya han roto con el gobierno, hizo entrar en crisis a Cambiemos. Finalmente, tras idas y venidas, se definieron por la unificación de las elecciones nacionales con las de Capital y provincia de Buenos Aires, sin poder evitar que sus aliados en otras provincias fijaran sus propias fechas. PRO perdió la interna de Cambiemos en La Pampa a manos de la UCR (cayó su ahijado, el colorado Mac Allister) y se prepara para otra muy dura en Córdoba, mientras busca convencer a Lousteau para que no se presente en las PASO contra el macrismo.
En muchas fábricas y oficinas aparece el debate si para enfrentar el ajuste hay que hacer un gran “frente anti-Macri”. El peronismo busca capitalizar electoralmente esto. Claro que sigue sin terminar de resolver si van unidos o divididos en dos bloques. Cristina mantiene el silencio y el suspenso, mientras sus cuadros y militantes agitan que hay que armar “ese frente anti-Macri” encabezado por ella. Por el otro lado, el peronismo “alternativo” no termina de saber qué hacer con la aparición de Lavagna, oscilando entre un Massa que le hace “guiños” al kirchnerismo y un Urtubey tan oficialista que hasta sorprendió al propio FMI cuando fue a visitarlo. Pero todo ello no es obstáculo para que kirchneristas, massistas y el resto del PJ vayan cerrando listas unificadas peronistas para las elecciones provinciales anticipadas. Eso es hoy, en lo concreto, lo que significa el frente contra Cambiemos.
A todos los compañeros que hoy se preguntan si esa es la salida, aunque sea porque la consideran como “la opción menos mala”, les decimos rotundamente que no. Si el peronismo en cualquiera de sus vertientes llega a gobernar no va a cambiar el actual plan de ajuste por un programa de “redistribución de la riqueza” o “nacional y popular”. Sencillamente porque mientras muchos de ellos “agitan” para la tribuna contra el ajuste, todos se sientan con el FMI y le plantean “renegociar” el acuerdo, aceptando sin discusión que hay que seguir pagando la deuda externa. Esto es lo que hicieron la semana pasada tanto Urtubey, como Kicillof y Lavagna. O sea, se preparan para, en caso de gobernar, seguir administrando el ajuste.
La presencia de la misión del Fondo en estos días en nuestro país desnuda la realidad: somos una semicolonia y vinieron “los virreyes”, los que dirigen efectivamente nuestra economía. A ellos les rinde pleitesía no solo el gobierno, sino el conjunto de la oposición peronista en todas sus variantes. Solo el Frente de Izquierda se opone tajantemente, postulando una alternativa para las luchas y también para las elecciones, planteando que hay que romper con el FMI y dejar de pagar la deuda, para reconquistar una segunda independencia que ponga en marcha un programa económico alternativo, obrero y popular, que atienda las más urgentes necesidades de trabajo, salario, educación, salud y vivienda. Porque ante el brutal ajuste y el interrogante de cómo se sale, somos los únicos que decimos que se necesita un gobierno distinto, de los que nunca gobernaron, los trabajadores y la izquierda.