En medio de la cuarentena y de un decreto presidencial que “prohíbe despidos y suspensiones”, los dueños del hotel Castelar decidieron el cierre de un auténtico patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires, despidiendo a la vez a sus más de sesenta empleados.
Escribe Adolfo Santos
Intempestivamente, la empresa Casel S.A. anunció el cierre del histórico hotel Castelar, situado en la tradicional Avenida de Mayo. Fue inaugurado en 1929 y se convirtió en una referencia cultural de la ciudad. El edificio fue diseñado por el famoso arquitecto italiano Mario Palanti, artífice del cercano Palacio Barolo y su “mellizo” Palacio Salvo, de Montevideo. El hotel, de 55 metros, era uno de los edificios más altos de la Avenida de Mayo al momento de su construcción. Fue el primero de la ciudad en tener un comedor con refrigeración y un spa. Albergó representantes de la política, la cultura y el espectáculo. Uno de sus ilustres huéspedes fue Federico García Lorca, quien se alojó desde octubre de 1933 hasta marzo de 1934 en la habitación 704, hoy convertida en museo para homenajear al gran poeta granadino.
Casel S.A., dueña del hotel, en una comunicación vía WhatsApp les ofreció a sus trabajadores un “retiro voluntario” por el 35% del monto que les corresponde. Es llamativo que, paralelamente, la familia Piccaluga Mayorga, descendiente de los fundadores del establecimiento, haya solicitado la apertura de un procedimiento preventivo de crisis ante el Ministerio de Trabajo, que supone entablar una negociación con representantes de los trabajadores y el propio ministerio, lo que no aconteció. Además, los empleados declararon que antes de la cuarentena el hotel estaba trabajando con un 80% de su capacidad, algo que inhibiría el pedido de “procedimiento preventivo”.
Es inaceptable esta medida cuando, para paliar la crisis, el gobierno ha beneficiado a las empresas con significativas reducciones sobre las contribuciones patronales. Además, cuentan con el programa de asignación compensatoria al salario para empresas de hasta cien empleados, o los Repro, que incluyen prestaciones desde el Estado para cubrir parte del sueldo. Hay denuncias en el sentido de que la empresa habría accedido a esos préstamos para liquidar los salarios, que después no pagó. Todavía adeuda parte de los sueldos de marzo y el mes de abril.
Sin duda se trata de una maniobra de la patronal buscando sacar provecho de la crisis generada por la pandemia para mantener sus ganancias. Casel S.A. estaría proyectando un nuevo tipo de negocio para lo cual necesitaría desvincularse del actual personal. Pero cualquiera sea la razón, rechazamos estos despidos masivos. Los trabajadores, que no están dispuestos a perder sus puestos, deben exigir la intervención urgente del gobierno nacional en el conflicto. Si la millonaria familia Piccaluga Mayorga dice que no está en condiciones de continuar con el hotel, el Estado se debe hacer cargo de esa importante fuente de trabajo bajo control de sus trabajadores.
En marzo de 1934, luego de alojarse en el Castelar, el gran poeta García Lorca regresó a su país. Dos años después, en agosto de 1936, fue detenido y fusilado por un batallón franquista por luchar en favor de la República. El mejor homenaje que los trabajadores del hotel Castelar pueden rendir a su huésped más ilustre será organizar la pelea en defensa de sus puestos de trabajo y por la reapertura del hotel. Estaremos junto a ellos para evitar que, una vez más, se pretenda descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.