Escribe Guido Poletti
Mientras la pandemia se sigue extendiendo crecen el desempleo, las suspensiones y las bajas salariales. Con los 10.000 pesos del IFE por grupo familiar (que en la práctica tiene que durar dos meses) es imposible siquiera comprar los alimentos indispensables. Encima hay seis millones de personas que claramente lo necesitan y no lo reciben. Por el lado sanitario, cada día hay más señales de que la ocupación de camas de terapia intensiva se acerca peligrosamente al punto del colapso. Frente a esto se impone una única realidad, que el gobierno ponga urgentemente más plata.
Esa plata existe. Está en las grandes riquezas de los multimillonarios y en las superganancias de las principales corporaciones. Hagamos un recorrido para saber de quiénes estamos hablando.
Paolo Rocca es el hombre que encabeza la lista de multimillonarios argentinos que publica la revista Forbes, con una fortuna de 3.300 millones de dólares. Es el dueño de Techint, el principal grupo económico transnacionalizado del país, con una facturación anual superior a los 200.000 millones de pesos. Sus dos empresas insignias son Ternium y Tenaris. Rocca no se hizo multimillonario “trabajando”, saltó al lugar que tiene cuando se aprovechó de la privatización de Somisa, la gran empresa estatal del acero. Para mostrar un ejemplo de su “sensibilidad social”, Rocca fue quien, ya iniciada la pandemia, promovió el despido de miles de trabajadores de sus obras en construcción.
Alejandro Bulgheroni está segundo en la lista, con 2.700 millones de dólares de patrimonio. Es el dueño de Panamerican Energy, la principal empresa petrolera y gasífera privada del país, con una facturación de 150.000 millones de pesos. Socio de los pulpos petroleros británicos de British Petroleum y de las nuevas empresas petroleras chinas. También es uno de los principales beneficiados con los subsidios que, tanto kirchneristas como macristas, le regalaron al sector para que avance con el saqueo y la depredación ambiental en Vaca Muerta.
Tercero en la lista de Forbes figura Marcos Galperín, el dueño de Mercado Libre. Probablemente, si la revista hoy rehiciera el listado, este empresario aparecería primero. Es que su empresa es una de las que más ha crecido en medio de la pandemia, superando en su incremento a gigantes como Amazon. Hoy cotiza arriba de los 50.000 millones de dólares, el más alto valor bursátil que ninguna compañía argentina alcanzó alguna vez. Galperín, el empresario “favorito” de Macri y gran propagandista a favor de la flexibilización laboral, se beneficia todos los días con la ley para las “empresas del conocimiento”, que le garantiza subsidios y exenciones impositivas.
Luego viene Alberto Roemmers, dueño de los laboratorios del mismo nombre, con 2.300 millones de dólares de fortuna. Junto con Bagó, son los dos grandes monopolios farmacéuticos nacionales. Cada vez que vamos a la farmacia y nos espantamos con el precio de un medicamento tenemos una altísima probabilidad de que quien nos esquilma sea la empresa del señor Bagó.
Gregorio Perez Companc es el quinto hombre de nuestra lista, con 1.700 millones de dólares de riqueza. Goyo, como se lo conoce, es uno de los grandes monopolistas de la alimentación, con Molinos Río de la Plata. Pero su historia es muy anterior, hace un par de años vendió su empresa de energía a Petrobras. Perez Companc es uno de aquellos grupos económicos “históricos” que creció durante la dictadura militar y se benefició cuando Cavallo en 1982 le “estatizó” su deuda externa, que pasamos a deber todos los argentinos.
Con estos personajes ya tendríamos más que suficiente. ¿Alguien tiene alguna duda de que no deberían hacer un “esfuerzo” y poner parte de su riqueza al servicio de ayudar en la pandemia?
Pero podríamos, a título ilustrativo, sumar algunos más. Al Grupo Clarín, por ejemplo, con una facturación anual cercana a los 190.000 millones de pesos. O Arcor, el otro gigante monopólico de los alimentos propiedad de otro multimillonario, Luis Pagani.
Tenemos también a los gigantes de la comercialización, los grandes hipermercados, en manos de multinacionales extranjeras como Walmart y Carrefour, o de grupos económicos locales, como Coto y La Anónima.
Y no podemos olvidarnos de los banqueros locales, como Escasany (Grupo Financiero Galicia), o Brito (Banco Macro), o de los extranjeros Santander Río, City, HSBC o ICBC, el sector que obtuvo mayores ganancias, haya o no crisis, en todos los gobiernos del siglo XXI. Digamos de pasada que el gran accionista minoritario, tanto del Banco Galicia como del Macro, es nada más ni nada menos que el gran pulpo acreedor de la Argentina BlackRock.
Agreguemos en nuestro recorrido de las grandes riquezas al “amigo de todos los gobiernos” (macristas o peronistas), Marcelo Mindlin, dueño de Pampa Energía. Y, finalmente, a los grandes monopolios agroexportadores: las yanquis ADM, Bunge y Cargill, la europea Dreyfuss, la china Cofco y las locales Aceitera General Deheza y la ya citada Molinos.
Con este pequeño recorrido queda más que ilustrado “dónde está la plata”. Por eso insistimos en que la solución está en aplicar ya mismo un impuesto a las grandes riquezas. Ese tributo que el gobierno peronista de Alberto Fernández “amagó” con implementar hace más de noventa días y en la realidad ni siquiera presentó un proyecto en el Congreso en una muestra obscena de doble discurso. Pero, sin embargo, en el Congreso hay un proyecto para gravar a los ricos. El único existente, el que presentó el Frente de Izquierda Unidad. Si se aprobara se podrían recaudar 20.000 millones de dólares. Ese dinero, más lo que podríamos sumar con la suspensión de los pagos de la deuda externa, alcanza y sobra para generar un fondo de emergencia que permita cubrir lo necesario tanto en términos sanitarios como sociales. Todo lo que se necesita para salud, comida, ingresos para el que hoy no los tiene, créditos para los pequeños comerciantes, etcétera. Hay que exigir que se trate y se apruebe. Para que la crisis no la paguemos los trabajadores, sino los grandes capitalistas.