Escribe Mariano Barba
Si hay una lucha obrera emblemática desde 2001 en adelante, es la de los ceramistas de Neuquén, que encabezados por los obreros de Zanon iniciaron las gestiones obreras para salvar su fuente de trabajo. Como toda experiencia importante del movimiento obrero, tiene entre sus gestores fundamentales a trabajadores con nombre y apellido. A finales de la década del ’90 la seccional Neuquén del sindicato Soecn era dirigida por la vieja burocracia propatronal, más amiga del empresario italiano Luigi Zanon que de los obreros. Hubo dos activistas que le salieron al cruce a esa vieja burocracia, Mario Balcaza y Miguel Ramírez. Y es justamente a Miguel a quien estamos despidiendo, lamentablemente, ya que falleció la semana pasada tras una dura lucha contra el cáncer.
Llegó a Neuquén en búsqueda de un mejor porvenir luego de partir de su provincia natal, Entre Ríos, y de trabajar en varias fábricas. A Miguel lo conocimos en la puerta de la fábrica, en el paro nacional de finales de los ’90 convocado contra Menem por el MTA. En esa oportunidad, la burocracia ceramista llamó a no parar y los obreros de Zanon decidieron parar. Desde ese momento, Miguel no se detuvo ante las amenazas de la burocracia y la patronal e inició un camino, junto a Balcaza, fundamental para tirar a la comisión interna burocrática. Por sus méritos en organizar la resistencia a la patronal y a la burocracia fue electo miembro de la nueva comisión interna antiburocrática y posteriormente integró la primera comisión directiva del sindicato combativo. Además, fue uno de los fundadores de la Agrupación Marrón. Defendió y aplicó a rajatabla la democracia sindical. No dudó en ser el organizador del campamento que derivó en la ocupación de Zanon en 2001/2002. Sus ollas populares y la administración del almacén de alimentos fueron inolvidables. También lo son las piezas que creaba como matricero para reemplazar a aquellas que se habían roto y no se conseguían.
Fue un compañero solidario, como el mejor, llevaba el apoyo de Zanon a todas las luchas del país, desde la Patagonia hasta Jujuy y Salta, mientras buscaba la solidaridad para las gestiones obreras. Muchos, en nuestro partido, fuimos aportantes de la colecta para Zanon que él encabezó en un acto en el estadio de Obras Sanitarias.
Su personalidad era extrovertida y bulliciosa, por eso se ganó como apodo “el loco Ramírez”, lo de loco porque hablaba muy fuerte, cantaba más fuerte aún y ponía los puntos sobre las íes más fuerte todavía. Con este “loco” andabas derecho o no andabas. No le gustaban las medias tintas, los entuertos ni las trampas de propios ni de ajenos. Esa personalidad lo llevó a jugar un papel fundamental en la lucha contra la burocracia, primero, y a chocar, más de una vez, con sus propios compañeros de la gestión obrera, exigiendo limpieza en todo, en el trabajo, en la conducta, en las finanzas, en el respeto al otro trabajador, en la vida. Las reuniones amplias de Izquierda Socialista lo tenían como un animador, y en las fiestas de fin de año esperábamos que llegara con las empanadas y el pernil que preparaba junto a su compañera.
Como escribió Angélica en su Facebook: “Se nos fue Miguel, un compañerazo, un amigo, un padre, el compañero de vida de Normita”. Con este recuerdo imborrable e inmejorable despedimos a Miguel y acompañamos a Normita, a sus hijos Sergio y María Laura y a sus nietos con un fuerte ¡hasta el socialismo siempre!