Durante las últimas semanas, la tensión mundial se ha disparado debido al despliegue masivo de tropas rusas en torno a la frontera con Ucrania ante su posible adhesión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El presidente Biden y la Unión Europea (UE) han denunciado la posibilidad de un choque militar si se produjera una invasión rusa. ¿Se está al borde de una nueva guerra regional o mundial? ¿O se están tensando las negociaciones políticas y económicas entre el imperialismo ruso y el norteamericano por el control de Ucrania y la región?
Lo primero a señalar es que, en medio de la crisis global que vive el sistema capitalista-imperialista es indudable que no podemos negar la hipótesis de que finalmente se pueda producir alguna confrontación armada. Pero consideramos que lo que predomina es una dura y alocada negociación por la influencia política y económica en Ucrania y en toda la región. No hay ningún lado progresivo en este enfrentamiento.
Consideramos lo menos probable una guerra regional y menos mundial. Aunque ambas partes compitan en declaraciones amenazantes, ambas buscan salir de alguna manera, del pantano político en que están. Sin caer en el ridículo, como le sucedió a Biden con su abrupta salida de Afganistán, y sufrir nuevos desgastes políticos en sus países.
La reunión entre el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken y el ministro de Asuntos Exteriores ruso Serguei Lavrov, del viernes 21 de enero, acordando volver a reunirse a corto plazo, mostraría que la negociación sigue abierta.
El reclamo central de Putin y Rusia es que Ucrania, su ex aliada, no se integre a la OTAN. Pero el trasfondo de la crisis hay que buscarla, por un lado, en el colapso de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de los años `90. La caída de la dictadura del Partido Comunista y la restauración capitalista llevaron al desmembramiento de la ex URSS debilitando el poder político y económico de la nueva burguesía rusa y del régimen totalitario que encabeza Putin. La independencia de Ucrania, en 1991, fue un golpe importante ya que era, en lo que fue la URSS, la segunda economía y su granero. Ucrania es uno de los grandes productores de alimentos del mundo. Desde el colapso de la ex URSS, el imperialismo europeo y los Estados Unidos lanzaron una ofensiva para convertir a los países de Europa del Este (Polonia, Rumania, Bulgaria, Checa, Eslovaquia y Ucrania) en sus semicolonias.
Hasta el 2014 Rusia controlaba aún a Ucrania vía el gobierno capitalista pro ruso de Yanukovich. Pero la caída vertiginosa del nivel de vida del pueblo trabajador por la restauración capitalista hizo que una rebelión popular tumbara al gobierno aliado de Putin y se impusiera un gobierno pro acuerdo con el imperialismo europeo.
Ante esta derrota la reacción de Putin fue anexar Crimea, territorio ucraniano, y quedarse con la histórica base naval de Sebastopol en la estratégica entrada del Mar Negro. Y, en el mismo 2014, impulsó levantamientos separatistas en la región del Donbass en el este del país. Sectores que siguen controlando esa región con apoyo financiero y en armas desde Rusia. Desde entonces el conflicto sigue latente.
¿Por qué sale ahora Putin con esta contraofensiva? Porque la crisis mundial económica capitalista también la afecta política y económicamente. El imperialismo ruso se ha debilitado, acechado por distintos conflictos. En primer lugar, en Rusia a raíz de sus políticas de ajustes, combinado con las consecuencias de la pandemia del Covid- 19 y la represión, su gobierno ha sufrido un desgaste y esto se ha reflejado en un retroceso en las últimas elecciones. En segundo lugar, ha tenido que sostener a los gobiernos pro rusos interviniendo, directa o indirectamente, con tropas, en las rebeliones populares de Bielorrusia y, recientemente, en la de Kazajistán. Por eso quiere reavivar la crisis de Ucrania, aprovechando su posible adhesión a la OTAN, para tratar de recuperar puntos atizando los sentimientos nacionalistas rusos en amplios sectores populares de su base social. Y por otro lado, Putin quiere negociar en mejores condiciones los precios del gas ruso que va a Europa y la construcción de nuevos oleoductos.
El imperialismo yanqui y europeo le han servido en bandeja el argumento a Putin con su ofensiva para que Ucrania sea parte de la OTAN que es la alianza militar imperialista más importante. Biden y la UE buscan de esta forma, consolidar el control y dominio sobre Ucrania y toda Europa del Este. Política que asume el actual gobierno capitalista de Ucrania que sigue, a su vez, explotando a su pueblo trabajador aliado a las multinacionales.
En este choque entre Rusia, la UE y Biden, no hay nada progresivo. Es una pelea interburguesa para tratar de amortiguar la crisis política y económica que sufren cada una de estas potencias imperialistas. China e Irán han dado un tibio respaldo al reclamo de Putin. Y, a su vez, Putin, entre sus bravuconadas, amenazó con enviar fuerzas militares a Cuba y Venezuela.
Aunque desde la UIT-CI, consideramos que lo menos es que esta crisis culmine en un choque armado importante y que el centro de Biden y Putin es llegar a un acuerdo negociado, no podemos descartar un choque armado. Más cuando no dejan de acumular tropas y armamento ambas partes.
Ante esa posibilidad, desde la UIT-CI, llamamos a repudiar todo intento o amenaza de Rusia-Putin de invadir Ucrania y a reclamar por: Fuera la injerencia en Ucrania del imperialismo ruso como del imperialismo europeo y de Estados Unidos. Fuera la OTAN en Ucrania. Por el retiro inmediato de todo armamento y misiles nucleares de Rusia y de la OTAN. Por la autodeterminación del pueblo ucraniano.
La salida de fondo a esa crisis pasa por que la clase trabajadora de Rusia y Ucrania enfrenten a sus gobiernos e impongan gobiernos de las y los Trabajadores.
Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)
24 de enero de 2022