Escribe José Castillo
Primero se escuchó como propuesta de los libertarios de Javier Milei. Ahora se empiezan a sumar sectores de Juntos por el Cambio, como el diputado radical alineado con Martín Lousteau, Alejandro Cacace. El planteo de “dolarizar” la economía consiste sencillamente en hacer desaparecer el peso argentino y que todas las operaciones económicas se hagan en la moneda norteamericana. Supuestamente esto terminaría con la inflación y generaría “confianza” y “estabilidad económica”.
Tenemos que decirlo con todas las letras: el planteo es una trampa extremadamente peligrosa para el pueblo trabajador. Con la promesa de “todos tendremos dólares”, se esconde lo primero y más importante: ¿a qué tipo de cambio se cambiarán todos los pesos existentes? Los que proponen la dolarización esconden la respuesta, contestando “a la que establezca el mercado”. Vamos a intentar develar la realidad: cambiar todos los pesos en circulación, más los depósitos en dólares, más todos los bonos y letras en pesos (la llamada “deuda interna”) contra las reservas existentes (aún suponiendo que estas crezcan un poco en los próximos meses) no podría hacerse a menos de 450 pesos por dólar. La dolarización estará precedida, entonces, por una devaluación catastrófica. Hoy el promedio salarial está en 40.000 pesos; serán 88 dólares. Una jubilación mínima pasará a ser de 72 dólares. De esto estamos hablando. De que los trabajadores argentinos cobren los salarios más bajos del mundo.
La “estabilidad a cualquier costo” no sirve. Recordemos lo que pasó en la época menemista. La convertibilidad, que era mucho menos que una dolarización, se hizo a costa de millones desocupados y una pobreza record. Y no evitó nuevas crisis, ya que la deuda externa siguió creciendo y nos llevó al desastre que dio origen a la rebelión popular del Argentinazo. Dicho sea de paso: en esos años, la propuesta de Menem era pasar directamente de la convertibilidad a la dolarización. Si no se avanzó en esa dirección, fue justamente por que el pueblo en la calle impuso el no pago de la deuda.
Por último, no es cierto que la dolarización terminará con la inflación y las crisis. Como ejemplo tenemos a Ecuador, dolarizado desde 1998, y que siguió sometido a procesos inflacionarios y a los ajustes del FMI, como el de fines de 2019, que dio origen también a una enorme insurrección popular.
En síntesis, se trata de una propuesta que encubre un super-ajuste de salarios y jubilaciones, a la vez que nos somete aún más a la semicolonización por parte del imperialismo yanqui.