Escribe José Castillo
Está culminando la primera misión de inspección del Fondo Monetario Internacional para verificar el cumplimiento del plan de ajuste firmado. Para disimular un poco y evitar el repudio popular, la auditoría se hizo virtualmente. No por eso resultó menos exhaustiva y exigente. Decenas de funcionarios del ministerio de Economía, del Banco Central, del Ministerio de Trabajo y de Desarrollo Social, debieron pasar bajo las cámaras del Zoom del FMI, para rendir exámen de cómo están ajustando.
Desde medios afines al gobierno se festejó que esta vez los objetivos a cumplir, que cubrían el trimestre enero-marzo de este año, se alcanzaron con relativa facilidad. Veamos: primero y principal, como explicaron los propios funcionarios ante sus examinadores, se cumplió con el ajuste exigido. Se desmorona todo el doble discurso de que “no hay ajuste”. ¡Sí lo hay, y lo dice ante el FMI el propio ministro! Esto tuvo sus consecuencias, lo vemos en las jubilaciones que se siguen desmoronando, en los salarios del sector público, con acuerdos paritarios a la baja y en el congelamiento de nuevos planes sociales.
Pero lo que se esconde es que lo más difícil y duro de las metas a cumplir es lo que viene por delante: son las metas de los próximos meses. Ahí se verá más crudamente el ajuste. Un punto importante será el reajuste de tarifas, pero no es el único. El gobierno ya se gastó el 70% del “permiso” de emisión que le daba el Fondo para todo 2022. A partir de ahora deberá financiarse con nueva deuda (léase aumentar la deuda interna en leliqs, una bicicleta financiera impresionante para los bancos) o achicar todo. Esa es la realidad de los próximos meses. Tampoco luce sencilla la meta de acumular 5.000 millones de dólares en reservas, reaseguro que exige el FMI de que el país está “juntando” la plata para pagarle la deuda. Para llevarla a cabo habrá que “ajustarse el cinturón”. Otra vez podemos imaginarnos que ese ajuste recaerá sobre el pueblo trabajador.
El gobierno de Alberto Fernández había hecho correr el rumor de que, producto de la guerra de Ucrania, el Fondo podría rever las metas con Argentina, “perdonando” o “ablandando” algunas de las exigencias. Los funcionarios del FMI afirmaron tras la misión: “las metas no se tocan, siguen siendo las mismas”. Traducido: “no importa el contexto mundial, cumpla y ajuste según lo acordado en marzo”.
No tenemos salida si seguimos esclavizados por el FMI. Es un futuro de más ajuste para los próximos trimestres, y de exigencias de reformas estructurales (fiscal, previsional, laboral) a partir de fines de 2023, con el único y exclusivo objetivo de que se cumpla con los plazos imposibles de los vencimientos de deuda. Una deuda absolutamente ilegal e inmoral, tomada por el gobierno de Macri, que no es otra cosa que un nuevo capítulo de otra, más inmoral e ilegal aún, que es la que venimos pagando desde la dictadura.
Tenemos que pelear por una salida distinta, por un plan económico obrero y popular, que comienza justamente rompiendo con el FMI, dejando de pagar inmediatamente la deuda externa y poniendo todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares de trabajo, salario, educación, salud y vivienda.