Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad
Hay un tembladeral político y económico tras la renuncia del ministro Guzmán. Y crecen las luchas. El lunes 11 de julio Batakis anunció un mayor ajuste tras hablar con la titular del FMI Kristalina Georgieva. La inflación no se detiene, los alimentos básicos son inalcanzables, el dólar paralelo está por las nubes y la incertidumbre de millones crece día a día. Argentina sigue sometida a un mayor ajuste capitalista de pobreza, saqueo y dependencia. Hace falta un plan económico obrero y popular. Esto es lo que volvió a postular la izquierda junto al sindicalismo combativo y las organizaciones sociales que luchan en la gran marcha a Plaza de Mayo el 9 de Julio.
La renuncia de Guzmán abrió una mayor crisis en el gobierno, la más grande desde que asumió. El Frente de Todos hace aguas y está en su peor momento. Antes hubo otras. Pero la actual no es una más de las denominadas “crisis en las alturas”, está asentada en un evidente descontrol económico y, mientras tanto, está creciendo el malhumor social expresado en más reclamos obreros y populares, como se dio con las rebeliones de los docentes de San Juan semanas atrás y ahora en La Rioja, en los paros del Sutna, entre otros.
¿Cuál va a ser el nuevo precio de la leche o la carne? ¿Y del dólar? ¿Qué pasará con el empleo y los salarios? ¿Llega el gobierno al 2023? ¿Adónde va el país? Estos interrogantes cotidianos son los que generan un mar de incertidumbre en el pueblo trabajador. Si hay algo claro es cuál es el camino del gobierno. Batakis acaba de confirmar que se va a un mayor ajuste (achique del gasto del Estado) y va a seguir bajo las recetas del FMI. Un gobierno que se postuló como “salvador” ante la crisis que había dejado el macrismo y ahora son millones los azorados ante sus consecuencias.
Alberto Fernández vino diciendo que el peronismo siempre fue el salvador del país ante las crisis, como la salida anticipada de Alfonsín en 1989, luego la caída de De la Rúa en 2001, y en 2019 cuando ganó las elecciones ante lo que denominó “la pandemia de Macri”. Con ese mensaje pidió el voto para “combatir a la derecha” y prometió la heladera llena. Pero lo único que ha crecido en casi tres años de gobierno fueron la inflación, la desigualdad social, las ganancias de los grandes empresarios, terratenientes y banqueros nacionales y extranjeros, y el saqueo del FMI.
El gobierno peronista del Frente de Todos sigue justificando su accionar posando como víctima, primero con la pandemia del Covid-19 y ahora con la guerra en Ucrania. Intenta de esa forma encubrir su responsabilidad ante las consecuencias nefastas ocasionadas por el pacto de mayor saqueo y dependencia sellado con el FMI a través del Congreso nacional con el apoyo del macrismo y el radicalismo de Juntos por el Cambio. Esto ya generó una ruptura que se expresó en las elecciones pasadas, donde el gobierno perdió cinco millones de votos de su base popular. Ahora se cierne la amenaza de que lo darían perdedor en las presidenciales del año que viene. Millones de trabajadoras, trabajadores y jóvenes están haciendo una experiencia acelerada con el peronismo en el gobierno, generando una mayor decepción, falta de entusiasmo y ruptura con el Frente de Todos. Solo la izquierda y los luchadores pueden darle una salida favorable al pueblo trabajador.
Una economía atada a las multinacionales y al FMI
Esta semana se dará a conocer el índice de inflación de junio, que superará el 5%. Pero los ojos están puestos en la de julio, que ya todos esperan sea entre el 7 u 8%, llevando la interanual al 80%. Es inconcebible que en la Argentina de la carne y el trigo los alimentos estén más caros que en países de la Unión Europea. Pero es así.
Algunos presagian índices cercanos a una economía hiperinflacionaria. Muchos recuerdan al gobierno de Alfonsín, cuando el pan tenía un precio a la mañana y se duplicaba por la tarde. Por ahora no estamos en eso, pero una inflación del 80%, salvo en los picos hiperinflacionarios, es una de las más altas de nuestra historia y ubica a Argentina entre los países más inflacionarios del mundo.
Es cierto que hay una mayor inflación mundial y la invasión de Rusia a Ucrania ha disparado los precios internacionales de la energía y los alimentos. Pero esto no es más que un nuevo capítulo de la crisis capitalista mundial que los gobiernos imperialistas descargan sobre los pueblos del mundo, mientras salvan al mismo tiempo a las multinacionales, bancos y grandes empresarios. Por ejemplo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que nuclea a los principales países imperialistas, tendrá una suba anual del 9,6%, la más alta en los últimos treinta años. Y en Argentina la inflación ha sido enorme en todos estos años previos.
El dólar blue está casi al doble del oficial y las reservas del Central están semivacías, con dólares que alcanzan solo para cubrir las importaciones de quince días. Y los vencimientos de la deuda en pesos son billonarios (dos billones se pagarán en julio-septiembre). El gobierno ya se comió los ingresos de las exportaciones y su centro es capturar 5.800 millones de dólares para cumplir con las metas del FMI. Por eso Batakis ratificó el ajuste mediante un “equilibrio fiscal” a la baja (llegar al 2,5% del PBI pactado con el Fondo Monetario), lo cual implica eliminar cualquier intento de otorgar aunque sea el miserable salario universal de indigencia del que en un momento habló Cristina. Y la promesa de que con más exportaciones se va a salir es para justificar las retenciones cero, que se acaba de votar en el Congreso para favorecer a las automotrices Ford, Toyota, Peugeot y otras, entre otros incentivos y exenciones impositivas para petroleras, el agronegocio y las mineras.
El trasfondo de este sometimiento hay que buscarlo en el endeudamiento externo que viene desde la dictadura, la fuga de capitales y una economía dirigida y en beneficio de multinacionales, bancos y capitalistas autóctonos (Techint, Arcor, Molinos, Coto, Eurnekian, Banco Macro, Credicoop, entre otros) que la vienen esquilmando desde hace décadas de la mano de todos los gobiernos de turno.
El rol del kirchnerismo
Cristina pasó de no hablar con Alberto Fernández (porque mantenía en el cargo a Guzmán, según se decía) a señalar que la renuncia del ex ministro fue un acto de “irresponsabilidad y desestabilización” para con el presidente. Se dio cuenta que seguir fogoneando al mismo gobierno que ella integra no hace más que meter más leña al fuego a una crisis política con consecuencias impredecibles, crisis que también alcanza a su figura. Sus quejas sobre “funcionarios que no funcionan” o sus arengas sobre la “economía bimonetaria” sin proponer nada distinto más que retoques parciales al plan económico de Alberto Fernández, se le están agotando después de la “tregua” y el consenso ante la designación de Batakis.
Cristina vino radicalizando su discurso contra su propio gobierno pero está en una encerrona. Ella misma no ha dejado de incentivar la crisis política y debilidad del gobierno del cual es vicepresidenta. Por eso va girando. Una muestra fue la reunión que tuvo con el economista de derecha-liberal y ex funcionario macrista, Carlos Melconián, reconociendo que en muchas cosas estaba de acuerdo con él. Otro paso fue la presencia de su quizás delfín presidencial y actual Ministro del Interior Wado De Pedro hablando ante el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP), es decir, ante las grandes corporaciones del llamado círculo rojo a quienes le propuso acuerdos básicos. “La tribuna es tuya”, le dijo Funes de Rioja en una sala VIP del Alvear Icon Hotel de Puerto Madero mientras se degustaba lomo con verduras. Funes de Rioja es el jefe de la Copal (Cámara de Alimentos), patronales que remarcan todos los días los precios. En dicha reunión también estaba el representante de la Bolsa de Comercio, bancos y hasta la Sociedad Rural.
Funes de Rioja fue claro: “Debo decir que lo percibo no sólo como un dialoguista si no también con un futuro que todos queremos para la Argentina”. Y Eurnekian le regaló un claro mensaje a De Pedro: “sepa que tendrá del sector empresario el total y absoluto apoyo a su gestión”.
Llevarse bien con los empresarios fue también la lógica del peronismo kirchnerista en sus doce años de gobierno . Durante 2003/2015 eran los que “se la llevaban en pala” según reconoció la propia Cristina, años en que la concentración económica creció, se pactó con la Barrick y Chevrón y se pagó de contado toda la deuda con el FMI con el verso de que nos estábamos desendeudando. De Pedro también le hizo un guiño a la oposición patronal de Juntos en dicho evento, mostrándose en sintonía con algunos dichos de Mauricio Macri y Rodríguez Larreta.
Muchos jóvenes y sectores populares siguen teniendo aún expectativas en Cristina y el kirchnerismo creyendo equivocadamente que son algo distinto a Alberto Fernández o a Sergio Massa, o que realmente podrían tener una propuesta “nacional y popular” contra el FMI y los grandes grupos económicos. Pero Cristina, Máximo Kirchner y el peronismo kirchnerista no tienen ningún plan cualitativamente distinto al de Alberto. Sus discursos críticos tienen que ver no solo con la disputa interna para quedarse con puestos clave, la caja para La Cámpora y el control del territorio bonaerense, sino también con tratar de “salvarse” del creciente repudio de la base peronista al gobierno del Frente de Todos que incluye al kirchnerismo. Cosa que no le está resultando fácil. También Cristina teme que en un futuro cercano amplios sectores peronistas del movimiento obrero y popular puedan ser ganados por la izquierda trotskista del FIT Unidad, por eso con su discurso trata de contener una mayor ruptura hacia la izquierda revolucionaria.
Postular una salida de fondo
Se avecinan tiempos donde se expresarán nuevos capítulos de la mayor crisis política y social en curso. Nadie se atreve a predecir más allá del día a día. Aplicar un mayor ajuste y llegar a 2023 no le será fácil al gobierno peronista. Hay un cóctel explosivo en la realidad que hasta reconocen propios y extraños.
Seguiremos transitando momentos de cambios bruscos en lo político, económico y en las luchas, ante un gobierno más débil que ya definió un mayor ajuste. Es cierto que al gobierno no le han soltado la mano los empresarios ni el FMI. Pero también es cierto que ante la agudización de la crisis los grandes capitalistas pujan por llevarse aún más la mejor parte de la torta. También el gobierno cuenta con el apoyo de la CGT, las CTA y los movimientos sociales pro gobierno, que fueron elogiados por el propio Fernández por evitar un estallido social cuando asumió y por su rol actual de “contención social”. Pero a pesar de ello las luchas vienen creciendo. El epicentro estuvo en estas semanas en la rebelión docente en La Rioja, los más de diez paros de los trabajadores del neumático nucleados en el Sutna y en el movimiento de desocupados combativo, entre otras expresiones. Reclamos que crecerán ante la suba del hambre y la desigualdad social.
Lo que se da en Argentina no es más que la expresión particular de lo que pasa en el mundo, más allá de sus diferencias y semejanzas, donde hay una mayor crisis capitalista-imperialista mundial con su actual crisis alimentaria y energética. Y se está ante una enorme inestabilidad de los gobiernos (cayó Boris Johnson en Inglaterra y huyó el presidente en Sri Lanka), donde se dan rebeliones populares como ocurrió en Ecuador con dos semanas de paro contra el ajuste del FMI y el presidente Lasso.
Las y los luchadores y la izquierda tienen que seguir apoyando las luchas obreras y populares, denunciando el rol de los dirigentes. La CGT y las CTA anunciaron posibles marchas tras los dichos de Batakis. Hay que exigirles que rompan el pacto con el gobierno y fijen un paro y plan de lucha nacional por un inmediato aumento salarial de emergencia para enfrentar la tremenda suba de precios. Para que se reabran las paritarias y se fijen aumentos al valor de la canasta familiar indexados mensualmente al real costo de vida, como lo reclama y por eso lucha el Plenario Nacional del Sindicalismo Combativo. Segundo, seguir postulando un plan económico alternativo de emergencia, obrero y popular, partiendo de romper con el FMI y el no pago de la deuda externa, para construir un plan de medio millón de viviendas populares para dar trabajo genuino a dos millones de desocupados, entre otras medidas. Es lo que planteamos en la nueva y gran marcha a Plaza de Mayo y en las principales ciudades del país este 9 de Julio entre el Frente de Izquierda Unidad, el sindicalismo combativo, los movimientos sociales combativos y el resto de la izquierda. Mostramos una salida alternativa.
El peronismo ha demostrado que no tiene nada de “salvador” sino que es una continuidad de los planes de ajuste capitalistas. Por supuesto que ante todo esto tampoco es ninguna solución el macrismo y el radicalismo de Juntos que ya gobernó con hambre, endeudamiento y represión y fue enfrentado por los luchadores y la izquierda. Y llamamos a combatir a los liberfachos Milei y Espert.
Hace falta fortalecer al Frente de Izquierda Unidad como la única y nueva alternativa política de los trabajadores y de la unidad de la izquierda que vino creciendo en estos años, para que se prepare con más fuerza para pelear por esta salida de fondo. Salida definitiva que para Izquierda Socialista vendrá de la mano de un gobierno de las y de los trabajadores y una Argentina socialista.