Escribe Adolfo Santos
En septiembre de 1864 nacía en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, también conocida como Primera Internacional. Marx y Engels jugaron un papel protagónico en su creación. No por casualidad surgió en Inglaterra. Era la cuna del capitalismo industrial y uno de los países más avanzados. Pero junto al desarrollo de una pujante industria, nacía un poderoso movimiento obrero, creando un fuerte antagonismo de clases y dando lugar a las primeras luchas contra el capitalismo.
La creación de la Asociación Internacional de Trabajadores no surgió de una mente iluminada, fue producto de la acumulación de las experiencias del proletariado. De 1830 a 1848 se produjeron intensas revueltas del movimiento obrero en Europa. En 1833, los textiles de Lyon, en Francia, protagonizaron importantes huelgas. En esa misma década, el movimiento Cartista en Inglaterra luchó por incorporar a la clase trabajadora en la política. Entre 1830 e inicios de los ´40 se comenzaron a organizar los primeros sindicatos obreros como los trade union. Fue en esos movimientos que el proletariado comenzó a adquirir un sentido de solidaridad de clase y la necesidad de unificar sus luchas contra el capitalismo.
Al calor de estas experiencias en 1845 se organizó la Sociedad de Demócratas Fraternales en Londres, que reunía refugiados políticos de toda Europa. En 1847 exiliados alemanes junto a dirigentes italianos, ingleses y franceses, formaron la Liga de los Comunistas que le encargó a Marx y a Engels la redacción de un documento programático. El resultado sería la redacción del Manifiesto Comunista aparecido en los primeros meses de 1848. Al influjo de ese ascenso y esas elaboraciones, se generó una oleada revolucionaria que sacudió Francia, Alemania y Austria, pero el movimiento fue derrotado y se inició un período reaccionario.
Las derrotas de las revoluciones de 1848 fueron un duro golpe para el movimiento obrero. Sin embargo, a finales de la década de 1850, una serie de hechos iban a cambiar nuevamente la situación internacional y ayudaron a recuperar las energías del proletariado. Por un lado, la fuerte crisis económica de 1857, por otro la Guerra Civil en Estados Unidos en 1860/1861. Estos procesos tuvieron consecuencias económicas y políticas en Francia e Inglaterra, los países más industrializados de Europa. Debilitaron el gobierno de Napoleón III y lo obligaron a hacer concesiones económicas y políticas que fortalecieron a los trabajadores franceses.
En Inglaterra, por el estallido de la Guerra Civil norteamericana y el embargo de las exportaciones de algodón, se generó una grave crisis en la industria textil. Esta situación, impactó en los sindicatos británicos que, si por un lado recelaba de que los inmigrantes les arrebatasen los puestos de trabajo, generaron una relación internacional de trabajadores y precipitaron el desarrollo de lo que llegó a conocerse como el “Nuevo Sindicalismo”, reconociendo la necesidad de una lucha política a favor de los derechos laborales y a adoptar un profundo interés en los asuntos nacionales y extranjeros.
Se consolida la burguesía, pero nace una nueva organización de trabajadores
A partir de la mitad del siglo XIX, el proletariado vio consolidar los intereses industriales y financieros de la burguesía que asumió completamente el poder político. El joven capitalismo barrió con los restos de las viejas aristocracias y en 1863, la Proclamación de Emancipación en medio de la guerra civil, sentenciaba el fin del esclavismo en los Estados Unidos. El resultado de esos cambios profundos fue que, en los años de 1860, tanto en Europa como en América, todos los hombres y mujeres trabajaban a cambio de un salario. Esta nueva realidad, generó un sentido de solidaridad internacional entre trabajadores y la necesidad de concertar una lucha unificada contra el capitalismo.
En 1862, una delegación de obreros franceses visita la Exposición Mundial de Londres y toma contacto con trabajadores ingleses. En 1863 la conspiración conjunta de Francia, Inglaterra y Rusia para aplastar la insurrección polaca por la independencia, condujo a un intercambio de correspondencia sobre los problemas comunes que enfrentaban los trabajadores de los diferentes países y combinan una reunión conjunta de representantes obreros para debatir una propuesta común contra el capitalismo.
El 28 de septiembre de 1864 se realizó el encuentro en el St. Martin’s Hall en Londres. Allí se decidió crear un comité que delineara los estatutos para una organización internacional obrera. Los comentarios periodísticos sobre la reunión, que estaba compuesta por numerosos sindicalistas ingleses, anarquistas, socialistas franceses y republicanos italianos, con Engels elegido como secretario, mencionan en último lugar a Karl Marx quien, al ser designado para elaborar el documento final, estaba destinado a ser una de las figuras más destacadas de la organización.
El 27 de octubre de 1864, luego de un largo debate, fue aprobado el célebre Discurso Inaugural, presentado al Consejo General por Carlos Marx. Entre sus partes sobresalientes decía: “Los señores de la tierra y los señores del capital usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus monopolios económicos. […] Conquistar el poder político se tornó por tanto el gran deber de las clases trabajadoras […] Un elemento para el suceso de esa tarea ellas poseen, son la mayoría, pero la mayoría solo tiene peso si está unida y organizada y conducida por el conocimiento.”
Tanto los estatutos como el programa fueron cimientos fundamentales del socialismo científico, tanto en sus ejes de principios y políticos como en su carácter unitario, para responder a los distintos sectores sindicales y políticos que confluyen en la tarea de construir la internacional. En ellos se destacan el internacionalismo, la independencia de clase, la conquista del poder político por parte de los trabajadores y la necesidad de organizar un partido distinto y opuesto a los de las clases poseedoras. Sin dudas un paso importantísimo para la emancipación de los trabajadores. El discurso elaborado por Marx, concluyó con el inmortal grito de batalla del Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
Una corta pero fructífera vidaLa Primera Internacional tuvo una existencia efímera, desde 1864 hasta 1878. Un corto tiempo de arduos debates y de gran elaboración política. Fue fundamental en la conquista de derechos laborales y políticos para los trabajadores y estimuló la organización sindical en muchos países, así como la elevación del nivel político del movimiento sindical. Apoyó las huelgas que se extendieron de un país a otro después de la crisis económica de 1866, llamó a los trabajadores a apoyar, por su propio interés, a sus camaradas extranjeros. |