Escribe José Castillo, candidato a legislador porteño por Izquierda Socialista / FIT Unidad
Los saqueos que vimos en los últimos días en el conurbano bonaerense y varias provincias, si bien no tuvieron las mismas características de los de las crisis de 1989 y 2001, sí dejaron al desnundo la degradación social, el avance de la marginación y la pobreza y el ajuste cada día mayor que se sigue descargando sobre las espaldas del pueblo trabajador.
Más allá de las intencionalidades políticas, y del debate sobre si fueron coordinados o no y quienes podrían haberlos hecho, las escenas son escalofriantes: pobres contra pobres, grupos de jóvenes, que son los mismos que vemos, sin futuro, en las esquinas de los barrios, presa fácil de las bandas narcos o de caer en el paco, contra otros vecinos que los enfrentan, defendiendo pequeños comercios o kioscos.
¿Quién es el responsable? ¿Se trata simplemente de un problema de “seguridad”, como agitan algunos medios de comunicación? ¿O de “poner orden”, como dice demagógicamente Patricia Bullrich?
Estamos frente a la consecuencia de décadas de ajuste, abandono, y marginación social para millones. Es el resultado de casi treinta años, dos y a veces tres generaciones, que perdieron sus trabajos allá a comienzos de los años ‘90 y nunca volvieron a tener una ocupación digna. De una miseria que ya se hizo costumbre. Y que, en los últimos años, se fue agudizando para peor. Tenemos que poner nombre y apellido a los responsables. Fue culpa de Menem y Cavallo, las privatizaciones y la convertibilidad, que hizo desaparecer millones de puestos de trabajo (hay que remarcarlo porque ahora, con Milei, increíblemente vuelven las mismas recetas y hasta varios de los mismos personajes). Del desastre del gobierno de la Alianza. De los doce años de peronismo kirchnerista que, a pesar del doble discurso, mantuvo a millones en la pobreza y la marginación, sometiéndolos a sus redes clientelares, y a la desidia de gobernadores e intendentes. En el Gran Buenos Aires, por citar el ejemplo más dramático, hay municipios donde el peronismo gobierna ininterrumpidamente desde 1983, con barrios pobres donde nunca llegó ni el asfalto, ni el gas, ni los colectivos, viviéndose en la mayor marginación, cercana al sálvese quién pueda. Y, por supuesto, la responsabilidad mayor, por cercanía en el tiempo, de los dos últimos gobiernos, el de Macri con su ajuste salvaje y el de Alberto, Cristina y Massa, que supuestamente venía a “llenar la heladera”, “terminar con las políticas macristas” y terminó hundiendo a los sectores populares con más planes de ajuste, inflación y hambre.
Hoy es una realidad que el hambre y la miseria crecen. Como un movimiento de pinzas vemos más y más familias que recurren a los comedores populares. Ya no sólo va el desocupado, o quien que hace changas de vez en cuando. Incluso trabajadoras y trabajadores con salarios formales se ven obligados a recurrir al comedor popular, sencillamente porque no les alcanza. Pero por el otro lado de esta situación dramática, tenemos la denuncia de quiénes coordinan dichos comedores: “cada día llega más gente, pero cada vez nos entregan menos comida”. Sí, es verdad, el gobierno, en su ajuste para cumplir con el FMI, llega a achicar hasta la comida para los más pobres.
El achicamiento de las partidas sociales
Miremos algunos números de cómo fue empeorando año a año esta situación. Tomemos la Asignación Universal por Hijo (AUH), que perciben 4,3 millones de menores de 18 años y 2,5 millones de mayores. Cuando se creó en 2009, su monto cubría el 80% del valor de la canasta básica de alimentos. Durante el macrismo ya perdió la mitad de su valor, llegando a cubrir aproximadamente el 40%. Pero ahora cayó más aún: con ella se puede comprar apenas el 26% de dichos alimentos básicos (estudio de la consultora Analytica).
Otro caso dramático es el de las jubilaciones y pensiones. Desde diciembre de 2017 hasta hoy, tomando las dos últimas reformas de cálculo de movilidad jubilatoria (la macrista de ese momento y la del gobierno de Alberto Fernández de diciembre de 2019), las jubiladas y jubilados que perciben hasta dos mìnimas (el 90% del total), perdieron en términos reales el 50% de su haber. Para los que perciben un poco más (muchos de ellos apenas 150.000 pesos) la caída ya es catastrófica, del 100% (o sea que ganan la mitad que hace 8 años).
Por todo esto no es una sorpresa que la pobreza siga creciendo. La última medición oficial del Indec es del segundo semestre de 2022, y señalaba un 39,2%. Es obvio que desde entonces a ahora, ha crecido, y mucho. Es muy probable que cuando conozcamos los nuevos datos, se supere el pico de 42% alcanzado en la pandemia. E incluso se acerque a la mayor marca desde que se lleva registro, del 44% en el primer semestre de 2004, cuando todavía se sentían las consecuencias de la crisis de 2001.
Sobre llovido, mojado: el actual ajuste
Encima de esta realidad dramática se produjo el brutal ajuste de este año exigido por el FMI y cumplido a rajatabla por el gobierno peronista del ex Frente de Todos (hoy Unión por la Patria). Según datos de la Oficina del presupuesto del Congreso, en la comparación interanual de enero-julio de este año con respecto al 2022, las partidas jubilatorias se achicaron en un 3,8%, la AUH 9,4%, las asignaciones familiares 35,2%, los otros programas sociales 21,3%, los subsidios a la energía un 22,9% (con la contrapartida que para “compensar” a las empresas privatizadas se produjeron los tarifazos) y las transferencias a las provincias 28% (impactando en la reducción de las partidas de educación y salud, que dependen de estas). Mientras se produce este ajustazo y vemos todos estos números a la baja, lo único que sube es la partida de pagos de intereses de deuda externa, que crece un 21,2%.
Este es el escenario sobre el que se produjo la devaluación del 22% del día posterior a las PASO, que generó la suba automática de todos los precios, empeorando catastróficamente todo lo que venimos relatando.
El gobernante Massa, el ultraderechista Milei y Patricia Bullrich sólo prometen seguir y profundizar el sendero del FMI y los pagos de deuda. O sea profundizar más aún el ajuste y esta dramática situación. De todas las opciones existentes para las elecciones presidenciales de octubre, sólo el Frente de Izquierda Unidad, con Myriam Bregman, Nicolás del Caño, el Pollo Sobrero y las demás candidatas y candidatos plantea una salida diferente, opuesta por el vértice: un plan alternativo, obrero y popular, que arranca por terminar con el ajuste, romper con el FMI, dejar de pagar la deuda externa y volcar todos esos recursos a resolver las más urgentes necesidades populares.