Escribe Mónica Schlotthauer, delegada ferroviaria y diputada nacional electa Izquierda Socialista/FIT Unidad
La votación en general empató en 36 votos y tuvo que desempatar la vicepresidenta Villarruel. La ley sale con importantes modificaciones. Ahora vuelve a Diputados. El gobierno enarboló la campaña de un “golpe de Estado” para justificar una feroz represión ante una gran movilización frente al Congreso a pesar de que la CGT no convocó unificadamente a marchar ni fijó un paro para ello. La lucha continúa contra la Ley Bases y esencialmente contra todo el plan motosierra de Milei y el FMI.
Milei salió a decir que la reñida votación en el Senado es “histórica”, un “gran triunfo” y un primer paso “hacia la recuperación de nuestra grandeza” por la senda de la “prosperidad y el crecimiento”, llamando a firmar un nuevo pacto de Mayo (tras el fallido del pasado 25 de Mayo) para “sacar a la Argentina del pozo”. Nada de eso ocurrirá, ya que la Ley Bases es para lo opuesto.
Si bien es cierto que el gobierno logró un primer logro con el voto de la Ley en el Senado, lo hace ante un creciente repudio popular, como se vio con miles en la Plaza Congreso y otras provincias donde hubo marchas importantes, como los 15.000 movilizados en Neuquén, entre otros lugares. Logró que se diera en medio de una importante crisis política del gobierno, renuncias de sus ministros y funcionarios y graves acusaciones ante una evidente corrupción “libertaria”, en especial en el ministerio de Capital Humano de Pettovello.
En primer lugar, recordemos que la Ley Bases que se aprobó es un rediseño de la Ley Ómnibus originaria que cayó meses atrás tras el primer paro general de la CGT del 24 de enero. Tampoco es la misma ley de semanas atrás. El gobierno ha tenido que retirar varias de sus disposiciones (cayeron las privatizaciones de Aerolíneas, el Correo y los medios públicos; no habrá quita de la moratoria jubilatoria; se prohibió disolver organismos vinculados a la cultura; se quitaron distintas disposiciones que beneficiaban a los grandes capitales-RIGI), entre otras.
Segundo, el gobierno ha tenido que apelar a lo peor de las prácticas de lo que denomina “la casta política” (es decir, las roscas a la que nos tienen acostumbrados los políticos patronales y ahora aplica el mentiroso Milei tildándose de “nuevo”). Tuvo que comprar votos, como el de la senadora de Neuquén, Lucila Crexell, a cambio de un oneroso cargo en la Unesco en París, entre otras maniobras repudiables.
Tercero, la ley sale en una jornada teñida de una feroz represión, con un salvaje despliegue de fuerzas represivas, carros hidrantes, gases y balas de goma, incluso una Prefectura portando armas de fuego, represión que el gobierno intenta justificar mediante una falsa campaña diciendo que los manifestantes son “terroristas y golpistas” (ver nota).
A su vez, el gobierno logró esta votación con la complicidad de los políticos patronales amigos, especialmente de los radicales y otros bloques, que incluye a Lousteau, el que habilitó el quórum para que salga la Ley (ver recuadro). Políticos que le tiraron una soga al gobierno en nombre de la “gobernabilidad”, caso contrario, otro traspié hubiera acrecentado su crisis y agravado sus problemas en seis meses de gobierno sin contar aún con ninguna ley.
Muchas compañeras y compañeros luchadores podrán sentir como un trago amargo el hecho de que no se haya podido impedir la votación. Es lógico. Porque la Ley, aunque deshilachada, aprobó las facultades delegadas a Milei, la reforma laboral, le da aval para seguir despidiendo empleados estatales, entre otras disposiciones antiobreras y antipopulares. Sin embargo, no podemos considerar que se trata de una grave derrota para el movimiento obrero, o que de ahora en más el gobierno se fortalece de tal manera que va a hacer lo que quiera. No es así. Muchas veces se han votado leyes perjudiciales que después los gobiernos no han podido aplicar en su totalidad ante la resistencia obrera y popular. Todo dependerá del enfrentamiento que siga habiendo de ahora en más, ante un crecimiento en las luchas que se viene sosteniendo a lo largo de todos estos meses.
La marcha del 12 de junio ha sido muy importante. Hubo miles y miles frente al Congreso desde tempranas horas. Pero si no hubo más movilizados fue porque lamentablemente la CGT no llamó unificadamente a marchar ni tampoco dispuso un paro con abandono de tareas, lo que hubiera permitido que seamos muchos más. La CGT se jugó a “presionar” a las y los senadores, no a la movilización. Por eso la concentración quedó en manos de algunos gremios de la CGT, las CTA y del sindicalismo combativo y de la izquierda que desde hace semanas venimos reclamando el paro y exigiendo que la CGT le dé continuidad al parazo del 9 de mayo con un plan de lucha nacional, es decir, con un nuevo paro de 36 horas con movilización para terminar de derrotar el plan motosierra de Milei. Medida que tendrá que ser arrancada desde abajo para frenar los despidos, exigiendo un aumento inmediato de salarios y jubilaciones y poder enfrentar de verdad y nacionalmente al plan motosierra de Milei, el FMI y sus cómplices.