Escribe José Castillo
El gobierno ultraderechista de Javier Milei se ha propuesto liquidar por hambre a las universidades públicas. Es parte de su plan más general, que incluye el vaciamiento no sólo de la educación, sino de todo el sistema científico-técnico. En lo que hace a las universidades, ya conocemos la opinión al respecto del propio presidente: son meramente un antro de “adoctrinamiento marxista”. Expresión que muestra el desconocimiento absoluto sobre lo que significan las universidades.
A principios de año, docentes, no docentes, estudiantes, e incluso las autoridades, denunciaron que con los fondos asignados no existía la menor posibilidad de que las universidades pudieran funcionar más allá de la primera mitad del año. Todo ello generó la histórica marcha del 23 de abril.
El gobierno tuvo que negociar y cedió los fondos mínimos para funcionamiento e infraestructura. Sin embargo, quedaron congelados los sueldos. En la segunda mitad del año los salarios universitarios se transformaron en los más bajos de todos los niveles de la docencia en el país, con una pérdida del 40%, incluso por debajo del resto del sector público.
Se vienen dando paros y acciones casi todas las semanas, pero eso no alcanza. El gobierno sigue obcecado en someter por hambre a los trabajadores de la universidad.
A todo esto se ha aprobado en Diputados la media sanción de una Ley Universitaria que, sin resolver a fondo el problema del financiamiento, obliga a la indexación del presupuesto y, en particular, reajusta los salarios. Ahora queda lograr su aprobación en Senadores. Igual, Milei anunció que procederá a vetarla, tal como hizo con la Ley Jubilatoria.
Por todo esto es un error que el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), las direcciones sindicales docentes (Conadu, Conadu Histórica, Fedun), no docente (Fatun) y estudiantiles (FUA) siembren todas las expectativas en el diálogo con los senadores, ya que incluso no alcanza con una eventual aprobación.
La realidad es una sola: la única posibilidad de torcerle el brazo a Milei es con otra acción contundente como la del 23 de abril. Por eso planteamos que hay que terminar con las dilaciones. Es hora de ponerle fecha a una nueva Marcha Federal Educativa y empezar a organizarla en asambleas de todos los claustros.