Escribe Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista y la UIT-CI
La caída de la dictadura de Bashar al-Assad es un triunfo retrasado en trece años de la revolución popular que comenzó en marzo del 2011. Siria fue parte de las revoluciones del Norte de África y Medio Oriente iniciadas en enero del 2011 en Túnez. Entonces se las llamó la Primavera Árabe. En Siria está comenzando el invierno, por eso podemos decir que la “primavera siria” llegó en invierno.
La dictadura cayó a una velocidad imprevista
Tomó de sorpresa a todos. En especial al propio dictador, a Rusia e Irán, sus sangrientos aliados, al imperialismo norteamericano y al sionismo genocida de Israel. Entre paréntesis, es oportuno aclarar que los grupos rebeldes islámicos no han tenido ningún apoyo ni fueron alentados por Estados Unidos e Israel, como dejaron correr rumores de los defensores de al-Assad. Donald Trump llamó a no “involucrarse”: “Siria es un desastre, pero no es nuestro amigo, y Estados Unidos no debería tener nada que ver con ello. Ésta no es nuestra lucha. […] No nos involucremos” (La Nación, Argentina,7/12/2024). Al mismo tiempo, Biden ordenó realizar 75 bombardeos a una zona con el argumento de atacar al Estado Islámico. Por otro lado, Israel saludó la caída de Bashar, pero lo primero que hizo fue tomar más territorio sirio alrededor de las Alturas del Golán, tierras sirias ocupadas desde 1967, como medida “preventiva de seguridad” y bombardeó supuestos “arsenales químicos”. Al tal punto que hasta la ONU les reclamó que se detengan.
Por el contrario, fue Hamás, la dirección de la resistencia palestina, la que saludó en un comunicado la caída de la dictadura. Hamás felicitó al pueblo sirio por lograr sus “aspiraciones de libertad y justicia” y que esperaba que la Siria posterior a Bashar continuara “su papel histórico y fundamental de apoyo al pueblo palestino” (Agencia Reuters, 9/12/2024). A su vez, los rebeldes liberaron a más 600 presos palestinos en las cárceles del régimen.
Varios elementos se conjugaron para su acelerada caída en doce días. Entre ellos la debilidad de Rusia, centrada en la guerra de Ucrania, e Irán-Hezbollah, golpeados en Líbano. Pero el elemento central fue que el régimen de Bashar era un “Tigre de papel”, que solo se sostenía por el apoyo militar de los iraníes y la aviación rusa. Ya casi no tenía base social y era odiado por millones del pueblo sirio que esperaban el momento para tumbarlo. Y ese momento llegó a partir de la caída de Alepo el 30 de noviembre. Nadie estuvo dispuesto a “dar la vida” por Bashar. El propio ejército sirio se desmoronó por las primeras acciones de los rebeldes. Hubo algunos bombardeos de la aviación rusa en los primeros días de la rebelión. Pero no alcanzaron.
Hay quienes, minimizando la fuerza de la rebelión popular, señalan que todo fue pactado el 7 de diciembre, entre Turquía, Rusia e Irán, en un encuentro de cancilleres previsto con anterioridad en el Foro de Doha, capital de Qatar. Si, es muy probable que pactaron, pero cuando ya estaban derrotados. Pactaron como rendirse mejor, garantizando la salida a Moscú de Bashar y su familia, buscando evitar una mayor desestabilización del país. Pero fue una improvisación en medio del desconcierto, el desborde de la rebelión del pueblo sirio, la derrota de sus fuerzas y que se hacía inminente la caída del régimen.
La caída de Alepo abrió una nueva situación. Detonó el retome de la movilización de miles y miles de luchadoras, luchadores y ex combatientes de los primeros años de la rebelión popular iniciada en el 2011. A medida que avanzaban los rebeldes se levantaban otras ciudades. Como fue el caso de los pueblos de la provincia de Daraa, al sur del país, que fue la cuna de la revolución del 2011. Estas luchadoras y luchadores no tenían conexión con la brigada HTS del norte. Asaltaron comisarías y luego cuarteles con armas en la mano.
Hay que recordar que la rebelión popular del 2011 se fue transformando en una guerra civil porque Bashar envió los tanques y al ejército a masacrar las movilizaciones. El pueblo se vio obligado a tomar las armas para defenderse y seguir la lucha. Y cuando en el 2014 el dictador estaba perdido lo salvó la entrada criminal de la aviación rusa que tiene una base en el puerto de Tartús. Hubo en 2017 una derrota de la revolución. Pero no fue total. Bashar tuvo que ceder que la provincia Idlib, al noreste de Siria, quedará en manos rebeldes que se fueron agrupando allí. Más de dos millones de personas habitan Idlib. Allí llevaron años de preparación las distintas fracciones rebeldes, que llegaron hasta tener fábricas de armas. Esa conjunción de fuerzas y la fragilidad del régimen explican la velocidad de la caída de la dictadura.
¿A dónde va Siria? Las dudas sobre el HTS
Siria entra en una nueva situación. La pregunta del millón es qué va a pasar. El nuevo gobierno provisorio está hegemonizado por el HTS (Hayat Tahrir al Sham -Organización para la Liberación del Levante). Se trata de una coalición burguesa nacionalista-islámica que agrupa distintas fracciones, desde religiosas hasta liberales. Hay una relación con Turquía aunque Erdogan no tiene el total control político y militar. Es una alianza conservadora que ha gobernado la provincia de Idlib desde 2017 y ha gestionado los servicios públicos, la educación, la salud, la justicia, las infraestructuras y las finanzas. El primer ministro designado, Mohammed al-Bashir, era ministro de ese gobierno.
Abu Mohammed al Jolani, líder de HTS, hace años rompió con Al Qaeda y el ISIS y se presenta como “moderado”. En sus primeras declaraciones dijo que “Siria es para todos…para los drusos, suníes, alauíes, cristianos y todas las religiones”. Sorprendió al declarar que “está estrictamente prohibido interferir con el vestido de las mujeres o imponer cualquier exigencia relacionada con su ropa o apariencia” (Clarín, Argentina, 10/12/2024). Está por verse cuánto de esto será real o solo un doble discurso.
Como dice la declaración de la UIT-CI: “como socialistas revolucionarios, que siempre apoyamos la revolución junto a la izquierda siria, no prestamos apoyo a esta dirección ni despertamos ninguna confianza política. La salida de fondo sigue siendo continuar la lucha por una Siria socialista bajo un gobierno de las y los trabajadores y los sectores populares”.