Después de ochenta y tres días internado en el Hospital Ramos Mejía peleando por su vida, el reportero gráfico Pablo Grillo pasó a rehabilitación. En medio de la salvaje represión del 12 de marzo contra jubiladas y jubilados, el gendarme Héctor Guerrero le disparó un escopetazo de gas lacrimógeno a la cabeza de Pablo, cuando él estaba a punto de sacar una foto. A pesar de las evidencias, el responsable del disparo ni siquiera fue citado a declarar.
Los dichos conmovedores de su padre, Fabián Grillo, al salir su hijo del nosocomio, fueron emocionantes y contundentes. Dijo que, a pesar de lo que tuvo que sufrir su hijo, “le vi una sonrisa enorme cuando le acercamos la cámara nueva. La fotografía es su alma”. Y agregó, ante el ataque del gobierno al Garrahan: “Quieren que sea todo privado, un negocio. Pero no hay hospital privado que haya podido hacer lo que hicieron en el hospital público con Pablo”.