Escribe Nicolás Núñez, dirigente de Izquierda Socialista/FIT Unidad
En un artículo previo refutamos la afirmación vertida por la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, respecto de que el capitalismo fuera un sistema eficaz de “asignación de recursos”. En él, dimos cuenta del conjunto de desigualdades, miseria, y rumbo de catástrofe climática en las que nos tiene embarcados (¿El capitalismo es el sistema “más eficiente”? ). Dejamos planteado allí desarrollar cuál pensamos desde Izquierda Socialista que es la alternativa anticapitalista, y eso es lo que nos proponemos explicar en éste artículo. Sumemos que también recientemente hemos explicado en otra nota cuáles serían las medidas de emergencia que tomaría un gobierno de trabajadores en nuestro país (Nuestro programa alternativo / Lo que haría un gobierno de la izquierda y las y los trabajadores). Pero acá nos proponemos ir a la salida de fondo, ¿por qué es necesario y qué es el socialismo?
La actualidad del debate sobre el socialismo
Existen múltiples significados para la palabra socialismo. En nuestro caso, reivindicamos la perspectiva teórica y programática de los fundadores del marxismo, y la manifestación histórica que tuvo en la experiencia de la Revolución Rusa, y las medidas que allí se llevaron adelante en sus primeros años, antes de que la burocracia liderada por Josef Stalin se apropie del poder imponiendo un régimen totalitario que tuvo una política de convivencia con el capitalismo y freno de los procesos revolucionarios. Después de un agitado siglo de crisis, guerras y revoluciones, la caída desde 1989 de esa experiencia burocrática (el autodenominado el “socialismo real”) significó centralmente el hundimiento del máximo aparato contrarrevolucionario del planeta, pero por otro lado, dio lugar al retorno del capitalismo en esos países donde la burguesía había sido expropiada. Y, además, proliferó un discurso sobre el supuesto “fracaso del socialismo” y el capitalismo se postuló triunfante para fortalecer los planes de ajuste que se estaban dando a escala global. La clase trabajadora, de todas formas, siguió luchando y en cada continente puso de diversas formas un freno a esa ofensiva, incluso con alzamientos revolucionarios -como el que vimos en el 2001 argentino-, pero sin que éstos hayan dado lugar a nuevos procesos de expropiación de la burguesía y desarrollo de la planificación económica, y un proceso de mejora en las condiciones de vida de masas. La falta de alternativas revolucionarias de peso, bien organizadas y estructuradas en la clase trabajadora, que guíen esos procesos, impidió que nuevas revoluciones socialistas triunfantes demuelan la ideología de que “el capitalismo es el único sistema viable”.
Pero en estas últimas tres décadas, la continuidad del capitalismo no hizo más que continuar degradando como nunca el nivel de vida de los sectores populares, generando guerras de invasiones imperialistas como las de los Estados Unidos en Medio Oriente o la actual de Rusia invadiendo Ucrania, a lo que se le sumaron las alertas científicas por la destrucción ambiental. De allí que como respuesta empezó a ganar peso y se volvió a hablar nuevamente más masivamente, incluso en Norteamérica y Europa, del socialismo como alternativa. Pero ahora, desde un planteo “anti-capitalista” en abstracto. En Latinoamérica incluso, tuvimos la contradicción de que aparecieron gobiernos como el de Hugo Chávez y ahora Maduro, que en nombre de Marx, Engels, Lenin, y Trotsky, mantuvieron una estructura capitalista basada en la perpetuidad del extractivismo capitalista petrolero y el empobrecimiento creciente de las y los trabajadores. Lo cual abona también a la confusión, y más aún cuando del otro lado del espectro, aparecen los liberfachos como Javier Milei o Jair Bolsonaro, que le dicen “socialista” a toda cosa que cobre impuestos.
En nuestro país, el crecimiento del Frente de Izquierda Unidad, también es un reflejo del crecimiento de franjas de trabajadores que quieren ir más allá de las propuestas de los partidos capitalistas tradicionales. Pero entonces sí se impone precisar ¿hacia dónde habría que ir?
Un gobierno, un país, una trinchera
No es el centro de este artículo el planteo del cómo, con qué políticas y tácticas. Pero señalemos que lo que nos proponemos es ir avanzando en estructurar a la izquierda en el movimiento obrero y el conjunto de los espacios de lucha, ganando autoridad y confianza política en esos espacios impulsando la movilización, y a su vez, construir en unidad con distintas organizaciones revolucionarias una alternativa política que se postule para gobernar con un programa de fondo, socialista, y en base a mecanismos de una nueva y real democracia, basada en las resoluciones de los organismos democráticos de delegados obreros y populares para la toma de decisiones centrales. Creemos que si logramos dar pasos y saltos en ese sentido, es posible que entre los recurrentes estallidos y alzas de la lucha de clases que se dan en nuestros países se pueda avanzar en conquistar un gobierno de la clase trabajadora y la izquierda. Ese gobierno tendría en sus manos las herramientas para llevar adelante las primeras medidas para empezar a reorganizar la sociedad y realmente encarar el mejoramiento de las condiciones de vida obreras y populares, lo sin duda se hará en medio de todo tipo de problemas y dificultades. Y así podría empezar a demostrar que es posible gobernar en base a medidas que beneficien a las y los trabajadores y no a los capitalistas, y a su vez, contar con mecanismos para difundir masivamente sus propuestas y medidas a escala nacional y mundial.
Solo pensemos en cómo en épocas donde internet no aparecía ni como una posibilidad en la ficción, la noticia de una revolución en un extremo del mundo, en un idioma extraño, desde las desconocidas tierras de Rusia se extendió como ejemplo para trabajadores y cómo amenaza para los empresarios en cada continente. Una revolución triunfante sería la gran herramienta que necesitamos para enterrar la ideología del capitalismo como única vía posible, y así mismo, y desde el vamos, una trinchera para extender esa pelea del plano argentino, en nuestro caso, al latinoamericano y al mundo entero. La historia entera que conocemos podría cambiar así de forma drástica y a velocidades que ni podríamos imaginarnos.
¿Y qué haría ese gobierno?
Partamos de que recuperaría la plena soberanía del país sobre la base de medidas como: a) romper con el FMI y el conjunto de los organismos de crédito que someten a la Argentina con una deuda ilegítima, fraudulenta e impagable; b) re-estatizar las empresas estratégicas que fueron privatizadas durante los ´90, como las de servicios (gas, luz, etcétera) y transporte (los ferrocarriles); poniéndolas a trabajar bajo control de sus trabajadores y usuarios; c) volver a poner bajo propiedad y control estatal los puertos hoy privatizados y en manos de un puñado de multinacionales que se quedan con el negocio de las exportaciones; d) nacionalizar la banca, para terminar con un grupo de firmas bancarias hagan millones y millones con el ahorro y el endeudamiento de les argentines, y poner los recursos financieros al servicio de las necesidades populares; e) estatizar los bienes comunes naturales entregados en las últimas décadas como el petróleo, el gas y el litio, para ponerlos al servicio de una transición energética, ecológica y productiva al servicio de las mayorías populares; f) impulsaría una reforma agraria que termine con el poder concentrado de la oligarquía terrateniente que desde el día cero de la historia de este país lo está boicoteando en pos de sus intereses económicos. Un gobierno que contara con estos resortes estratégicos de la economía podría realizar tanto políticas económicas inmediatas para redistribuir radicalmente las riquezas del país, como también para planificar la economía de una forma racional y no bajo la actual anarquía de la competencia capitalista.
¿Cómo tomaría esas definiciones? Precisemos que sería el gobierno con el mejor “gabinete” jamás visto. Porque en vez de que las definiciones las tome un bando de políticos patronales de carrera, haciendo plata con sus cargos, las tomarían los propios trabajadores y comunidades a través de sus organismos que son quienes día a día sostienen el país y saben profundamente cómo funciona. ¿Cómo sacar a la educación de su actual crisis? En vez de proponer que “el mercado resuelva”, con más privatización, las y los docentes en Asambleas, con delegados mandatados podrían poner un pie un gran congreso educativo nacional que tome en sus manos una renacionalización del sistema educativo en base a las reales necesidades de docentes, estudiantes, auxiliares y no docentes. ¿Quién va a discutir cómo rediseñar el sistema de transporte nacional? Los y las ferroviarias podrían por ejemplo construir con métodos similares un plan de extensión de la red ferroviaria que vuelva a unir a todo el país en base a los rieles del método de transporte más económico y ecológico. ¿Quién va a definir qué alimentos producir y cómo? Fruto de la repartición masiva de la tierra, miles y miles de pequeños productores y campesinos, junto a les trabajadores rurales podrían plantear cómo terminar con el actual régimen del agronegocio y sus agrotóxicos. Con estas medidas, este país productor de alimentos, podría inmediatamente y por primera vez en su historia, garantizar que ninguno de sus habitantes pase hambre, además de garantizar el pleno cumplimiento del conjunto de los derechos laborales y el fin de la precarización, porque el Estado pasaría a interceder en favor de la clase trabajadora y no de sus patrones.
¿Pero entonces ese gobierno estatizaría todo, hasta los kioscos y la propiedad individual? ¿Nadie podría tener su vivienda familiar e incluso su auto? No, esa es la vulgarización que hacen desde los liberfachos hasta los peronistas. El gobierno de la izquierda y los y las trabajadoras toma el control de los resortes centrales de la economía y la gran industria, establece una orientación social de plena garantía de los derechos de los de abajo, de quienes vienen perdiendo hasta ahora, y se propone demostrar cómo la propiedad estatal, y la planificación económica dirigida por la clase trabajadora, son -por más que no le guste a Cristina Fernández de Kirchner- el “mejor asignador de recursos” de la sociedad. Los que tienen que temerle a un gobierno de trabajadores en nuestro país no son les trabajadores, sino las multinacionales que nos saquean diariamente, y los Paolo Rocca (Techint), los Bulgheroni (petróleo y diversos rubros); el Grupo IRSA (construcción) de Eduardo Elztain; el Grupo Mindlin (energía); los Caputo (filial del grupo Macri); los Brito (Banco Macro, amigo de Massa), etcétera. Es decir, toda la banda de corruptos que fueron cómplices y partícipes de la última dictadura militar, y luego obtuvieron prebendas de todo tipo de los gobiernos posteriores, radicales, peronistas o macristas. Con las medidas que estamos mencionando, y redistribuyendo las riquezas que se apropiaron y fugaron del país estos grupos en estos 40 años de “democracia” formal podríamos poner rápidamente de pie la Argentina, y con ella, al conjunto de quienes la habitamos.
Pensemos, además, en la potencialidad que tendría si lográramos que un rumbo de estas características se expanda en Latinoamérica. Si pudiéramos unificar en una planificación en común en la inmensa infraestructura industrial de Brasil, partiendo de expropiar al grupo Odebrecht -con presencia y casos de corrupción probados en todo el continente-; junto a eso, los recursos económicos y desarrollos de telecomunicaciones del grupo Slim (mexicano, dueño de Telmex, uno de los diez más ricos del mundo); si nos plantásemos como un gran bloque de “países deudores” que haga valer que no va a pagar un dólar más; si echáramos a las multinacionales que se apropiaron del petróleo, el gas y los minerales del continente y construyéramos un gran fondo de transición energética latinoaméricano; unir, confederar bajo una orientación socialista a Latinoamérica la convertiría en una potencia ante los desafíos que tiene planteado el planeta entero.
Por una Argentina Socialista, en un Mundo Socialista
Este es el contenido que le damos a nuestra pelea por el socialismo. Un nuevo sistema mundial sobre el que ordenar la economía y nuestra vida en común, que deje de guiarse por la ganancia capitalista y la propiedad privada individual de los medios de producción, para empezar a regirse por dar respuesta a los parámetros bienestar que construyamos democráticamente desde les trabajadores y sectores populares, combatiendo todas las formas de explotación y opresión, y en base a planificar racionalmente la economía habiendo estatizado sus principales resortes. Ese sistema mundial, aún no ha emergido en este planeta, que en los últimos siglos nunca dejó de estar regido por el capitalismo. El socialismo, entonces, no es una experiencia que haya fracasado, sino que será un nuevo estadío del desarrollo de la humanidad, con amplia democracia obrera, al que a pesar de luchas inmensas no hemos llegado aún. Pero al que urge alcanzar si queremos evitar la barbarie social y la catástrofe ambiental a la que nos lleva el capitalismo.
Es porque trabajamos en esta perspectiva, con este horizonte y anhelos que dedicamos todos nuestros esfuerzos a construir nuestro partido, Izquierda Socialista y nuestra corriente internacional, la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores - Cuarta Internacional, y que este año queremos seguir fortaleciendo el Frente de Izquierda Unidad con la lista unitaria encabezada por Myriam Bregman y Nicolás Del Caño del PTS, y nuestres compañeres de Izquierda Socialista, Rubén "Pollo" Sobrero, Jorge Adaro, Juan Carlos Giordano y Mónica Schlotthauer, entre muches otres grandes luchadores. En última instancia, y como dice nuestro himno, “La Internacional”, porque peleamos para acercar y hacer posible ese futuro en el que “la Tierra será el paraíso, la Patria de la humanidad”.