Escribe Nicolás Núñez, referente de Ambiente en Lucha y de Izquierda Socialista/FIT Unidad.
Los últimos doce meses superaron el 1,5º de aumento de la temperatura global
En 2015, la así llamada “Comunidad Internacional” quiso afirmar su soberanía sobre el planeta, y desde la Cumbre de París, la casi totalidad de países integrantes de la ONU se propusieron buscar que hacia fin de siglo la temperatura global no aumente más allá del grado y medio de la temperatura de los tiempos pre-industriales, dado que esto comenzaría a abrir una total incertidumbre respecto de la sostenibilidad de los ecosistemas que hicieron posible el desarrollo de la vida tal como la conocemos.
Sin embargo, los últimos doce meses, desde febrero de 2023 a enero 2024, superaron la meta del 1,5º. Lo informó en los últimos días Copernicus, el Servicio de Cambio Climático de la Unión Europea. Diciembre de 2023, por caso, se ubicó en un 1,7º superior. Particularmente, el 31/1 de 2024, alcanzó los 1,92º. Febrero arrancó como lo vemos con olas de calor récords e incendios en toda América del Sur y África, con temperaturas de más de 30º en el “invierno” europeo, con la temperatura de los océanos del norte por encima de los 21º.
En primer lugar, digamos que esto ratifica que los órganos del imperialismo y sus jerarquías institucionales, pueden servir para domesticar a las nacionalidades oprimidas, imponerles políticas, expoliarlas vía deudas externas, etcétera. Pero no sirven para poner en regla al capital. O bien, le sirven para simular una democracia global, mientras se garantiza que las multinacionales y el capital hagan y deshagan el planeta a su antojo.
¿El haber superado esa barrera da cuenta de que todos los meses próximos tendrán una temperatura superior, es decir, que ya se superó definitivamente el 1,5º? No necesariamente. El aumento actual tiene algunos empujes particulares, como el fenómeno estacional de “El Niño”, que distintos estudios plantean que podría finalizar pronto; la erupción de un volcán sub-oceánico en Tonga en 2022 y sus efectos sobre la atmósfera al arrojar masivamente vapor de agua; y potencialmente también, una modificación legal de los fletes marítimos que al imponer la reducción del contenido de azufre de las emisiones de los barcos, habría terminado con un cierto bloqueo al ingreso de rayos solares generado por la presencia en la atmósfera de esos gases contaminantes en los años previos.
Pero aún quitando estos potenciadores, la tendencia es clara, y los compromisos de políticas para no superar el 1,5º probablemente pasen pronto y sin mediaciones de los cajones donde fueron archivados al tacho de basura de la historia.
¿Terraformar o desconocer?
En algún momento del siglo pasado, ante los primeros signos de agotamiento planetario, la ciencia ficción construyó el imaginario de la “Terraformación”, la idea de ir hacia el universo desconocido para descubrir algún planeta que pueda ser formateado para adaptarlo a las necesidades de la vida humana. Más acá en el tiempo, el pensamiento tecno-optimista, invirtió esa búsqueda en clave de un programa “realista” ante la perspectiva de la crisis sistémica: terraformemos la tierra, una especie de “Make la Tierra Habitable Again”.
La evidencia empírica está dando cuenta que todo se invirtió. Bien entrada la tercera década del siglo XXI, ni se encontraron planetas habitables, ni se logró revertir el rumbo de catástrofe. Lo desconocido, lo que antes estaba en el exterior, ahora está acá: la Tierra irá siendo, en las décadas por venir, un planeta distinto a lo que la civilización humana conoció hasta el momento.
Entonces, vemos cómo los meteorólogos proponen crear una nueva categoría de violencia de huracanes, porque las cinco existentes no cobijan la potencia de los desmanes que empieza a ser padecida. Vemos también como los mapas que iban pintando de alguna tonalidad rojiza cada vez más oscura las anomalías climáticas deben salir del eje cromático e introducir algún nuevo color para pintar los récords que se rompen temporada a temporada. Vemos florecer antes de tiempo, y más bien, vemos que las cuatro estaciones que conocimos no guardan entre sí la relación con las que las habitamos hasta el momento. Leemos cada vez más informes que plantean que el aumento de la temperatura de los mares y el derretimiento de los polos, podría en las próximas décadas hacer colapsar las corrientes marítimas que regulan el clima del planeta entero, y que no falta mucho para que atravesemos veranos sin hielo en el polo norte, y sabremos qué costas amenazará el agua que alguna vez fue hielo.
¿Esta afirmación sobre la magnitud de los cambios planetarios es una exageración socialista para atentar contra la libertad del capital? Eso diría el Javier Milei de Davos. Pero no. “The 2023 state of the climate report: Entering uncharted territory” (Informe del estado del clima de 2023: entrando en territorio inexplorado) es el título que los principales referentes de investigaciones climáticas de Oxford pusieron a su último informe anual.
Saben lo que hacen y lo hacen de todas formas
La realidad es que a la clase capitalista y sus gobiernos bien les cabe la fórmula en que el esloveno Slavoj Zizek actualizó en clave cínica el análisis del fetichismo ideológico. Si el “no saben que lo hacen, pero lo hacen de todas formas” de Marx representaba como las y los trabajadores intercambian valores generados por su propio trabajo mientras son explotados, en la actualidad según Zizek, “ saben muy bien lo que hacen, y lo hacen de todas formas”, da cuenta del manto de cinismo que cubre buena parte de las operaciones políticas ideológicas que vemos y cómo las atraviesan los distintos sujetos sociales. ¿Y cómo no ubicar ahí a la clase capitalista frente a la crisis climática?
Efectivamente, las mayores responsabilidades en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) las tiene la quema de combustibles fósiles. Y es en particular necesario caerle a las empresas -petroleras en particular- que teniendo en sus manos desde mediados del siglo pasado informes que daban cuenta del efecto acumulativo de su contaminación en la atmósfera, potenciaron al máximo su explotación, y convirtieron al conjunto de la economía mundial en un organismo petro-dependiente. Hoy, incluso lo que comemos, hasta que lo sale de abajo del suelo, antes de llegar a los platos lleva en (traslado y fertilizantes) parvas de combustibles fósiles. La forma en que nos calefaccionamos en invierno y refrescamos en verano, la forma en que se producen vestimentas, que se producen utensillos de todo tipo plásticos, todo hoy depende de los combustibles fósiles. Es por su carácter transversal al conjunto de la vida, que tampoco debe sorprendernos que los más potentes bloques del capital financiero (Blackrock, Templeton, etcétera) sean alianzas con fuerte presencia en la industria fósil.
Así las cosas, los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, con sus bibliotecas y consensos científicos casi absolutos respecto del rol de las emisiones de GEI en el calentamiento en curso, están ahí para dar cuenta de que el capitalismo no puede ser otra cosa que esto: un tren sin chofer enfilado hacia la catástrofe. Saben, de sobra, que están haciendo peligrar las condiciones de habitabilidad del planeta entero, potenciando fenómenos de migraciones climáticas de cientos de millones de personas en los tiempos por venir, agitando aún más la inestabilidad política, los conflictos bélicos y potenciando aún más la lucha de clases, pero aún así lo hacen.
El capitalismo y sus gobiernos actúan tomando de parámetro el crecimiento infinito de la economía (los PBIs) como si los bienes que brinda el planeta fueran infinitos; siembran confianza en que de algún lado aparecerán las soluciones técnicas al desastre climático como si el mercado fuera un asignador infalible de respuestas a problemas; las cumbres climáticas hacen como si los intereses de las multinacionales petroleras pudieran ser compatibilizados con los de la transición a una economía basada en recursos renovables, y como si la propiedad privada de los principales recortes de la economía fuera un medio eficaz para efectuar dicha mutación. Así, se firman compromisos de reducciones de GEI como si fueran a ser llevadas adelante, y desde lo firmado en 2016 debían cortarse a la mitad para 2030, y hasta el momento ningún año dejaron de aumentar.
Todo -y este es el meollo del asunto- porque si ya vimos en 2008 lo que pasó cuando quebraron un par de bancos dedicados a la especulación inmobiliaria y cómo el estallido de la burbuja arrastró a la economía global en su conjunto, ¿qué se hace ante el hecho de que, en última instancia, fundir/quebrar/expropiar a algunas de las principales empresas del planeta para terminar con el lucro de los combustibles fósiles es la forma más efectiva de no exponer a millones a la muerte por eventos climáticos extremos y conflictos armados derivados de la disputa por los recursos de un mundo que se agota? ¿Exageramos? ¿No es acaso una necesidad señalada por el propio IPCC que hay que dejar buena parte de los “recursos” declarados por las petroleras bajo tierra? ¿No son esos recursos pieza fundamental del valor en bolsa de esas empresas? ¿No están esas empresas profundamente atadas a los principales bancos y automotrices del planeta?
En definitiva, ¿quién pilotea la incertidumbre?
El capitalismo solo puede responder a los interrogantes planteados en el párrafo anterior con el programa de la barbarie: la superexplotación de les trabajadores, la re-edición de políticas de saqueo extractivista dignas de la época de la conquista de América, (que se efectúan de forma particularmente crueles hoy en África); y la amenaza permanente a los derechos democráticos a organizarse de los de abajo. ¿O acaso, por casa, no es eso lo que nos propone el gobierno de Javier Milei?
Desde el movimiento socioambiental no puede existir ningún abordaje a la dinámica de la crisis climática que no incorpore la realidad de las luchas de los y las trabajadoras y el pueblo contra los planes de ajuste cada vez más brutales de los gobiernos. Teniendo el mismo enemigo por delante, la necesidad de una transversalidad en la lucha es elemental. Si bien la salida de fondo implica imponer una perspectiva anti-capitalista, en lo inmediato tenemos que fortalecer reclamos urgentes que efectúen al menos un freno parcial a la amenaza de las más graves consecuencias posibles de la crisis climática.
Los reclamos habituales de defensa de los territorios contra el avance extractivista que copan las agendas de lucha deben combinarse con la incorporación de la problemática de la crisis climática-global, tanto en el análisis como en las demandas. Las olas de calor sofocantes, los dramáticos incendios e inundaciones turnándose en espacio de semanas, las sequías que condenan las cosechas de las que depende buena parte de nuestras economías, tienen que poder utilizarse para explicar a dónde nos están llevando quienes gobiernan y la necesidad de pelear por medidas de fondo, verdaderamente drásticas.
Se ha demostrado ineficaz pelear por “declaraciones de emergencia ambiental” que no vengan de la mano de compromisos de reducciones de emisiones controlables por el pueblo trabajador y la comunidad científica científica comprometida con la realidad de los territorios. Lo mismo que los planes de transición energética que los gobiernos co-escriben junto a las multinacionales del sector. Tenemos que pelear por una transición energética y políticas de mitigación y adaptación ante la crisis climática que sean definidas y controladas por las y los trabajadores y las comunidades.
La piedra angular de esas políticas necesariamente es la re-estatización del conjunto de los bienes comunes energéticos, terminar con el lucro que hoy realizan tanto en el plano de la extracción, como en la generación y distribución las multinacionales y los grandes empresarios.
Contra políticas como la de Milei, que propone eliminar el criterio del abastecimiento interno, la re-estatización permitiría realizar un inventario intensivo, terminar con que las empresas declaren bajo mera declaración jurada los bienes existentes y exportados, y poner en pie un plan racional que priorice que a ningún hogar le falte nunca electricidad, refrigeración, calefacción, o la posibilidad de cocinar sus alimentos, y así mismo, garantizar que no falte energía a los sectores de la economía que se definan priorizar, atentando conscientemente contra el consumo de lujo del 1% más rico que es responsable de emisiones equivalentes a las del 66% más pobre de la humanidad. Está completamente comprobado que son los estados que no privatizaron sus bienes energéticos los que más velozmente han podido avanzar hacia la electrificación del sistema y reducir la dependencia del carbón y el petróleo.
Esa planificación podrá avanzar en criterios de eficiencia energética, cuya piedra angular deberá ser abortar la quimera capitalista de pasar la actual planta de 1.400 millones de automóviles individuales a combustión fósiles a una de 1.400 millones de automóviles eléctricos, lo cual no resiste análisis de impacto ambiental ninguno y solo podría hacerse sobre la base de políticas como el saqueo y la destrucción total de los humedales del “triángulo del litio” (Argentina-Bolivia-Chile). El transporte público y masivo basado en ferrocarriles y subterráneos implicaría una reducción sustancial del consumo energético total.
Desde Ambiente en Lucha e Izquierda Socialista – FITU, entendemos que dos horizontes políticos centrales acompañan este repaso parcial de reclamos.
En primer lugar, la pelea hasta las últimas instancias contra el negacionismo climático que gana fuerzas con personajes Javier Milei y Donald Trump, agentes directos del capital fósil y financiero. En nuestro país, derrotar el plan de ajuste, extractivismo extremo y represión del gobierno liberfacho es la principal tarea del movimiento socioambiental.
De la mano de eso, el movimiento socioambiental a nivel global debe dejar de pretender ubicarse “más allá de la política”, como si la gravedad de las amenazas que denuncia lo subiera a un pedestal desde el que podría omitir embarrarse en la lucha por el poder político. Tenemos por delante años tumultuosos, inciertos y dramáticos, donde lo central en todo momento y lugar será quién gobierne y ya describimos en extenso a dónde nos llevan los gobiernos capitalistas.
De la mano del impulso de la movilización, resulta clave dedicar esfuerzos a construir una herramienta política para que sean les trabajadores y la izquierda quienes tomen el mando de los tiempos por venir, y así construir de manera democrática una salida socialista ante rumbo de catástrofe al que -a todas luces- nos lleva el capitalismo.
Referencias
The 2023 state of the climate report: Entering uncharted territory, https://academic.oup.com/bioscience/article/73/12/841/7319571?login=false
¿Por qué la alternativa es el socialismo?, https://izquierdasocialista.org.ar/2020/index.php/blog/para-la-web/item/21883-por-que-la-alternativa-es-el-socialismo-izquierdasocialista
“La terraformación”, Benjamin Bratton, edita “Caja Negra”
Physics-based early warning signal shows that AMOC is on tipping course, https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adk1189
World ‘not prepared’ for climate disasters after warmest ever January, https://www.theguardian.com/environment/2024/feb/06/world-not-prepared-for-climate-disasters-after-warmest-ever-january?CMP=Share_iOSApp_Other
Hurricanes becoming so strong that new category needed, study says, https://www.theguardian.com/world/2024/feb/05/hurricanes-becoming-so-strong-that-new-category-needed-study-says?CMP=Share_iOSApp_Other