Por Reynaldo Saccone*
27/9/2024. La aparición a mediados de agosto de un caso de viruela símica en Suecia fue la gota que colmó el vaso. La llegada de esa enfermedad tropical a este frío y civilizado país europeo terminó de encender todas las luces rojas del tablero de la OMS (Organización Mundial de la Salud).
A mediados de agosto la entidad declaró la emergencia epidemiológica causada por la infección del virus mpox en su variante Clade Ib, una mutación distinta del mismo virus que ya en 2022 se había extendido desde el centro de África por varios países de Europa, las Américas y el Caribe.
Este virus, emparentado con el de la viruela, causa una nueva enfermedad en los humanos que, si bien es menos contagiosa, con síntomas más moderados y con menos mortalidad que aquella, su evolución es una incógnita. Como vimos con el Covid 19, los virus pueden mutar a variantes más contagiosas, agresivas y mortales en pocos días. Todavía no se sabe cómo puede evolucionar. Reside habitualmente en monos y son transmitidos a la especie humana por pequeños mamíferos – murciélagos, ratas y otros- que comen restos de animales selváticos infectados y luego, con sus secreciones, contagian a quienes viven o trabajan en esos ambientes. Desde 2022 hasta agosto de 2024, la OMS ha confirmado un total de 103.000 casos en más 120 países, que incluye 723 muertos en más de una docena de países africanos.
El brote de mpox en su variedad clade II de 2022 pareció inicialmente una enfermedad de transmisión sexual pero luego se constataron otras formas de contagio. La nueva variante Ib aparecida en 2023 y también iniciada en el Congo, es más contagiosa aún que la anterior, se expande más rápidamente, está sustentada en la comunidad y hace estragos en los niños: hasta agosto de 2024 el 70% de los casos registrados y el 85% de las muertes atribuidas al mpox eran menores de 15 años.
¿Por qué aumentaron las zoonosis durante el último medio siglo?
Las zoonosis son infecciones propias de animales que contagian al ser humano. La explotación irracional a que el capitalismo imperialista somete tanto a los seres humanos como a la naturaleza ha generado estas peligrosas epidemias. Al destruir selvas y praderas naturales habitadas por las especies silvestres para desarrollar la minería a cielo abierto, la agricultura extensiva y el talado masivo de bosques, contactan especies silvestres con poblaciones humanas facilitando la transferencia de virus y otros gérmenes, habituales en algunas especies, pero dañinas en humanos. El calentamiento global -también producto de esta misma explotación irracional capitalista-, favorece también la expansión de enfermedades. Un ejemplo de lo que decimos es la migración de mosquitos portadores del virus del dengue a zonas anteriormente templadas y libres de insectos y pestes.
Las enfermedades provenientes de animales que han atacado a los humanos en el último medio siglo constituyen apenas la punta del iceberg. “Se calcula que en el planeta hay 1,6 millones de virus en hospedadores como mamíferos o aves. De ellos, unos 700.000 podrían tener el potencial de infectar a los seres humanos. De esa cantidad han sido identificados sólo 250. Los científicos lo tienen claro, la duda no es si se va a producir una próxima pandemia, sino dónde y cuándo (Política Exterior, número 220, Graziella Almendral, 8/8/2024)”.
Sin embargo, no bastan la devastación de la naturaleza y la perturbación drástica del mundo biológico. Es necesario otro componente para que la enfermedad pueda germinar: una población receptiva, debilitada por una súper explotación implacable, hundida en la miseria y desnutrida. El cruce de estas coordenadas: la biológica, la ambiental y la social se da precisamente en esos territorios asolados por la rapiña imperialista, donde el capitalismo muestra en forma concentrada su poder destructivo. Resulta lógico, entonces, que muchas de las más letales epidemias del último medio siglo se hayan originado en África como el SIDA, el Ébola, la fiebre del Nilo o en el sudeste asiático como las influenzas aviar, porcina, N1H1 o en China, a partir de los murciélagos silvestres como el Covid 19. Desde allí irradian a todo el planeta y aunque el contagio es universal se concentra en los barrios hacinados de trabajadores urbanos y rurales. Desde enero de 2022 se han registrado 38.465 casos de la viruela del mono en 16 países africanos. El foco central se da en la República Democrática del Congo (RDC)[Ver recuadro].
¿Está la humanidad preparada para afrontar una nueva pandemia?
El capitalismo imperialista crea, en su crisis, una situación paradojal: por un lado, ha llevado a que la humanidad -mediante la ciencia y la tecnología- haya logrado las herramientas para predecir, prevenir y combatir las epidemias; pero, por otro lado, impide que esos objetivos se cumplan y avanza todos los días en la destrucción del ser humano y la naturaleza.
Un ejemplo de estos progresos es el de las vacunas. Gracias a este gran invento de Edward Jenner de principios del siglo XIX, en 1980 el planeta quedó libre de viruela. Esa vacuna nunca fue patentada; su producción pudo difundirse libremente por todos los países, lo que permitió lograr este beneficio para la humanidad. Con el colosal desarrollo de la ciencia y la tecnología alcanzado actualmente ese éxito podría reiterarse contra las infecciones emergentes recientes. Pero hoy en día esa libertad de producción no existe porque las multinacionales han impuesto patentes en todos los países -y los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio que las garantizan-, monopolizando la elaboración mundial de vacunas (y sobre todo sus ganancias) en manos de un puñado de empresas.
La OMS autorizó el 13/9/2024 la primera vacuna contra la viruela símica en adultos producida por la empresa danesa Bavarian Nordic A/S a un precio de 200 dólares las dos dosis necesarias. Sus acciones en la Bolsa volaron un 76% en los últimos 6 meses. Todos quieren subirse al negocio de la única empresa que posee la patente. Es imposible que esa sola compañía pueda satisfacer la demanda mundial; ni la OMS ni la firma lo creen. Por la existencia de las patentes, países con capacidad instalada y recursos humanos aptos para elaborar esa y otras vacunas, como Sudáfrica, la India, Corea del Sur, Brasil, México, Argentina y ni hablar de Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y China -entre otros- no pueden hacerlo, permitiendo la evolución de la epidemia.
Sucede como durante la pandemia de Covid 19. Sudáfrica y la India solicitaron a la OMC una liberación de patentes para incrementar la producción de vacunas, pero las principales potencias imperialistas dieron largas al asunto y nunca hubo respuesta. Por el contrario, el gobierno de Donald Trump subsidió con 10.000 millones de dólares a cinco multinacionales dueñas de patentes siendo las estadounidenses Moderna y Pfizer las que llevaron la parte del león. La producción, limitada a estas empresas poseedoras de patentes, demoró en cubrir las necesidades mundiales y la pandemia pudo cobrarse 7 millones de muertos.
Luchemos contra cada una de las manifestaciones de la barbarie imperialista en el camino de acabar con el capitalismo e instaurar el socialismo
Nuestra corriente internacional socialista revolucionaria, la UIT-CI, impulsa la lucha implacable contra cada una de las manifestaciones de la barbarie imperialista. Apoyamos los movimientos en defensa del medio ambiente y la preservación del planeta, contra la deforestación, el saqueo extractivista y por campañas de prevención y erradicación de pestes que afectan a planteles de aves y ganado, que se transmiten a los trabajadores y el pueblo. Estamos por la defensa de la salud pública y de los trabajadores del sector, por la atención médica gratuita y luchamos por la liberación de las patentes y por remedios y vacunas sin costo. Por presupuestos del estado y no para armas.
La lucha de fondo es contra el capitalismo que, en su crisis, amenaza con llevarnos a una catástrofe social, ambiental y biológica que haga peligrar la existencia misma de la especie humana. Si continúa el dominio de las multinacionales y de la propiedad privada de los grandes medios de producción, el futuro que nos espera es el de las pandemias, la destrucción ambiental, los sufrimientos de las masas y la degradación de la vida humana. Luchamos por establecer en cada país y en el mundo gobiernos de la clase trabajadora y el pueblo que terminen con la explotación del hombre por el hombre y pongan los avances de la ciencia y la tecnología al servicio de las necesidades de las masas y la preservación del planeta.
*Médico, ex presidente de la Cicop (Sindicato de Profesionales de la Salud de la provincia de Buenos Aires, Argentina), y dirigente de Izquierda Socialista/UIT-CI.
CONGO
En el Congo se cruzan las coordenadas de la barbarie imperialista
La República Democrática de Congo, poblada por 105 millones de habitantes, está enclavada en el centro de África, en la extensa franja ecuatorial de tierras fértiles que rodea al planeta atravesando Sudamérica, África, el Sudeste asiático e Indonesia. El 55% de su superficie todavía está cubierta de selvas, aunque en continua deforestación para utilizar sus maderas como combustible, hacer lugar a la explotación de sus minas y la agricultura extensiva de exportación.
El Congo ofrece el tesoro de 1100 sustancias minerales -algunas preciosas- y todas de gran importancia en las nuevas tecnologías de aplicación industrial y militar: oro, tungsteno, tantalio y estaño en las provincias del Este; cobre, cobalto, diamantes, uranio, coltán y otros en Katanga y en el centro del país. Enormes riquezas saqueadas por multinacionales que mantienen en semi esclavitud a sus trabajadores, y destruyen el equilibrio ecológico mediante la explotación irracional de los recursos, liberando así epidemias que estaban naturalmente confinadas a la vida silvestre.
La República Democrática del Congo (RDC), el principal foco infeccioso en África de la viruela del mono. Ha registrado 548 muertes en 2024 por esta enfermedad, informó el Gobierno después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara como emergencia de salud internacional el actual brote en varios países africanos.
Colonia belga desde el siglo XIX, en 1960 logró su independencia política. Asociadas con los sucesivos gobiernos congoleños cipayos, las multinacionales -ya no solo belgas, sino de casi todas las potencias imperialistas- continuaron y extremaron la rapiña, descargando sobre las masas un nuevo castigo: un estado de guerra civil casi permanente. Es que, para apoderarse de los recursos, los monopolios estimulan el enfrentamiento entre fracciones locales -aun contra el débil y corrupto gobierno central- y financian sus milicias privadas con las fabulosas ganancias que obtienen.
Las principales son de Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. También las hay de Rusia y otras repúblicas de la ex URSS y China que, por ejemplo, participan del saqueo del coltán, mineral clave para centrales nucleares, misiles de largo alcance y otros usos militares; en el pillaje de los diamantes también intervienen Israel, Líbano, Sudáfrica y Bélgica. La presencia de fuerzas regulares regionales y la misión de mantenimiento de la paz de la ONU con 16.000 uniformados, no solo está lejos de apaciguar la afligente situación del pueblo congoleño, sino que sus miembros participan de abusos y extorsiones hacia la población local. En la R.D. del Congo la “violencia de género” significa lisa y llanamente violaciones. Las cuales, en gran parte son perpetradas como método de sometimiento por uniformados tanto de las tropas regulares como de las milicias privadas y, como se ha denunciado, de las Naciones Unidas.
La explotación minera es mayoritariamente artesanal. Los trabajadores excavan manualmente, con herramientas simples y las tecnologías más básicas, estrechos pozos de doscientos o más metros de profundidad. Está generalizado el trabajo infantil. Aunque no hay registros, UNICEF calculaba en 2014 que en Katanga y el Este trabajaban en los pozos unos 40.000 niños. Un escueto informe del Parlamento británico sintetiza el drama que en el Congo causan las empresas imperialistas: “Hay 7,3 millones de habitantes desplazados de sus hogares al interior de la República de los cuales 6,5 millones corresponden a las tres provincias orientales de Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur…padecen inseguridad nutricional 23 millones en toda la república, pero 5,4 millones de ellos sufren hambre aguda en esas tres provincias. Hay más de 38.000 casos de violencia de género denunciados en Kivu del Norte durante 2022” (Conflicto en el Este de la República Democrática del Congo, Cámara de los Comunes, Informe, 3/9/2024)