Jul 29, 2024 Last Updated 5:39 PM, Jul 29, 2024

Izquierda Socialista

Los abajo firmantes, artistas, profesores y docentes universitarios, científicos, trabajadores de la cultura, periodistas, escritores e intelectuales, nos pronunciamos por el apoyo a la gran unidad de la izquierda que hemos conquistado expresada en la lista 1A del FIT-U que lleva como candidatos/as a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires a Nicolás Del Caño, Romina Del Plá, Néstor Pitrola, Juan Carlos Giordano y Mónica Schlottahuer. Y, en Ciudad de Buenos Aires, a Myriam Bregman como primer diputada y a Gabriel Solano, Alejandrina Barry y Mercedes Trimarchi como legisladores, presentando también listas en 22 provincias de todo el país.

Lo hacemos como forma de aportar a transformar a la izquierda en una alternativa frente a los responsables de la catástrofe económica y social que sufre nuestro pueblo desde hace décadas. Mientras unos hundieron al país en un ciclo de endeudamiento, los otros honran la deuda con los bonistas y el FMI con un nuevo (y mayor) ajuste contra el pueblo, basado en un enorme ataque al salario, las jubilaciones, la educación, la salud y la investigación científica. Una de las medidas que votará el próximo Congreso será el pacto del Gobierno con el FMI, que traerá más ajuste y dependencia y que llamamos a repudiar desde ahora.

Por eso apostamos a una opción electoral y a la organización independiente de les trabajadores, enfrentando a los candidatos de los partidos del sistema. Apoyamos las listas del FIT-U porque sus integrantes son protagonistas en la lucha contra la burocracia sindical entregadora, en la defensa de los derechos de mujeres y diversidades, en la movilización callejera y legislativa para la conquista del aborto legal, seguro y gratuito, así como su continuidad para su efectiva aplicación y por la separación de la Iglesia y el Estado. Lo mismo por la pelea en la defensa del ambiente y contra la megaminería y las secuelas del saqueo contaminante para el lucro capitalista en todo el planeta.

Consideramos el voto a la unidad de la izquierda como una necesidad, más que nunca, frente al avance de la derecha llamada “liberal” que lleva en sus listas defensores de genocidas, que hace demagogia frente a la casta política mientras defiende abiertamente al menemismo y es enemiga de la lucha de las mujeres y diversidades. La gestión de la pandemia privilegió la preservación de las patentes de los laboratorios con el consecuente retraso en el plan de vacunación y la exposición de millones de trabajadores al contagio. El costo económico de la pandemia recayó fundamentalmente sobre la espalda de los trabajadores, con pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo y profundización de la caída del salario real. Las jubilaciones, además, sufrieron sucesivos recortes de manos de los gobiernos del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio.

Tanto el gobierno nacional como los gobiernos provinciales son los responsables por no dar respuestas a las necesidades de miles de trabajadores del arte y de la cultura a quienes les negaron la asistencia necesaria. La continuidad de la universidad pública fue sostenida por el esfuerzo descomunal de sus docentes que fue “recompensado” con paritarias a la baja y sin contemplar gastos de conectividad. Los trabajadores de prensa siguieron retrocediendo en sus condiciones salariales y laborales mientras las grandes patronales de medios fueron recompensadas con ATP, subsidios, pauta y contrataciones especiales.

Llamamos a votar la LISTA 1A Unidad de la Izquierda en el FIT-U porque reúne a la inmensa mayoría de la izquierda de nuestro país, plantea la necesidad de golpear con un solo puño a los candidatos del sistema, responsables del hambre y la miseria obrera y popular y llama a fortalecer una alternativa política de los trabajadores, las mujeres y la juventud con la izquierda que se une para afrontar los próximos desafíos.

 

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Mujeres de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)


Tras veinte años de ocupación, los yankis se retiraron derrotados de Afganistán. Un nuevo fracaso del imperialismo en su papel de “gendarme mundial”. Deja un país en ruinas. El poder quedó en manos de los talibanes, un movimiento político religioso islámico ultrarreaccionario. Un monstruo originariamente creado por el propio imperialismo que en los años 80 los financió para hacer una guerrilla contra la invasión de la ex URSS. Luego de derrotada la invasión y caída la URSS, los Estados Unidos y el Pentágono perdieron su control. 

Cuando los talibanes gobernaron entre 1996 y 2001, impuso una dictadura burguesa islámica, un gobierno teocrático brutalmente represivo en primer lugar contra las mujeres. Ahora los talibanes pretenden terminar de liquidar las parciales libertades del pueblo y los derechos de las mujeres que serán resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por las mujeres y por las demás etnias que pueblan el país. Miles salieron a las calles, por ejemplo, el 19 de agosto a defender la bandera afgana en el día de la independencia nacional de los ingleses y fueron reprimidos por los talibanes.

Las imágenes de mujeres desesperadas junto a sus hijas intentando huir en el aeropuerto de Kabul no deja de conmover al movimiento de mujeres del mundo entero, quienes nos solidarizamos con la resistencia afgana al régimen talibán. Las que intentan huir lo hacen porque todavía está presente el recuerdo de cuando gobernaron los talibanes en la década del ‘90 aplicando una interpretación radical del Corán en la que se les prohibía salir a las mujeres a la calle sin acompañamiento de un varón y sin el burka (que las cubre de la cabeza a los pies) como así también, la imposibilidad de estudiar o trabajar fuera del hogar. Entre otras atrocidades. 

En veinte años de ocupación imperialista, tanto Estados Unidos como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han bombardeado el territorio matando civiles y vulnerando sistemáticamente los derechos humanos. Una intervención que ha expulsado de sus casas a millones de personas afganas y ante las cuales la Unión Europea ha cerrado sus fronteras sistemáticamente, externalizando en otros países, como Turquía, el control migratorio y condenando a millones en campos de refugiados con condiciones de vida infrahumanas. Y a quienes han conseguido ingresar, les han negado sus derechos fundamentales para poder explotarlas todavía más.  De hecho, portavoces del imperialismo como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, advirtió que su objetivo es frenar el evidente aumento del flujo migratorio hacia Europa. 

Denunciamos y rechazamos esta política y defendemos la apertura de fronteras con plenos derechos. Por todo esto es evidente que la solución para las mujeres, en particular, y el pueblo afgano, en general, no viene por el lado del imperialismo yanki que invadió y destruyó el país. Pero tampoco por el lado de los talibanes y su movimiento fundamentalista y misógino.   

Con el control militar en todo el país, el movimiento islamista talibán se propone establecer un Estado teocrático bajo su interpretación ultrarreaccionaria del Islam y la ley sharia, que denominaría el Emirato Islámico de Afganistán. Con el uso instrumental de una religión, impondría un retroceso en las libertades y derechos de las mujeres afganas, que reforzaría la opresión y la desigualdad propia de las relaciones sociales patriarcales del capitalismo. Con el impedimento del trabajo fuera de la casa, la prohibición de mostrar alguna parte de su cuerpo o usar maquillaje, hablar o reír en público, la no participación en actividades deportivas, entre otras que ya fueron implementadas cuando gobernaron anteriormente. 

Apostamos a que la respuesta de las mujeres afganas no se haga esperar ante el  control sobre sus vidas, trabajos y cuerpos.  Valoramos la organización y la protesta con manifestaciones y marchas en rechazo a la pérdida de sus libertades y derechos que se enfrentan con una valentía admirable a la presencia armada de milicianos del régimen talibán que vigilan las calles y están encargados de imponer el nuevo orden ultrarreaccionario.

Llamamos a la solidaridad internacional con las mujeres y con todo el pueblo afgano en su lucha contra el nuevo gobierno para impedir que se vuelva a la represión de los años 90 y para lograr su independencia, igualdad y libertad. Sabemos que solamente con un gobierno de la clase trabajadora que avance al socialismo con plenos derechos se podrá garantizar verdaderamente la libertad del pueblo afgano, para las mujeres y las disidencias. 

Como feministas socialistas abrazamos toda forma de resistencia y de la organización de las mujeres afganas contra los talibanes. La lucha de las mujeres afganas también es nuestra lucha. Denunciamos que la ultraderecha y la derecha en distintos países de occidente mantienen un sólido apoyo a movimientos religiosos fundamentalistas evangélicos y católicos que desarrollan una política patriarcal ultrarreaccionaria en contra de las mujeres, que niega el carácter político de la violencia de género, cuestiona y anula la educación sexual y reproductiva, desestima la discriminación laboral por razones de género, rechaza la legalización del aborto, minimiza e incluso justifica los abusos sexuales, se opone al reconocimiento del trabajo reproductivo, ridiculiza la repartición igualitaria del trabajo de cuidado  y el abandono paterno.

Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) llamamos al conjunto del movimiento internacional de mujeres a acompañar esta lucha y rodearla de solidaridad para que triunfe contra la dictadura teocrática y contra toda injerencia imperialista. 

 #TodasSomosAfganas

Las dramáticas escenas del aeropuerto de Kabul que recorrieron el mundo, con miles de afganos y afganas tratando de subirse a un avión militar, es la imagen más evidente de la debacle del imperialismo norteamericano.

Los yanquis y sus aliados de la OTAN se escapan de Afganistán y los talibanes tomaron Kabul, su capital, así como las principales ciudades. La retirada yanqui, a casi 20 años de su invasión, deja al país hundido en un desastre.

Es una de las derrotas más graves de los Estados Unidos después de Vietnam. Y se produce en el momento de la más grave crisis mundial de dominación del imperialismo norteamericano. Una crisis política, económica y militar.

El presidente Biden culpa a Trump porque acordó con los talibanes la retirada el año pasado. El secretario de Defensa de Gran Bretaña, el principal aliado de los Estados Unidos en la invasión, tachó de “podrido” el acuerdo entre los Estados Unidos y los talibanes.

En febrero de 2020, el gobierno de Trump llegó a un acuerdo con los talibanes para retirar a sus soldados en mayo de 2021. Biden dijo que la retirada iba a ser en septiembre, pero se vio obligado a adelantarla. El domingo 15 de agosto los talibanes tomaban Kabul.

En el momento de publicar esta declaración 6.000 soldados yanquis y británicos se limitan, en medio del caos, a custodiar el aeropuerto de la capital para permitir escapar a sus colaboradores directos y a los funcionarios del gobierno títere. Ashraf Ghani, el ex presidente afgano, ya huyó del país.

Afganistán comparte fronteras con China, Pakistán, Irán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Hoy, con 38 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del mundo. De economía centralmente agraria, dominada en gran parte por los talibanes, con campesinos sometidos y pequeños comerciantes, su principal exportación es el opio, del que es el mayor productor mundial, con 328.000 hectáreas cultivadas de amapolas (para opio y heroína). Precisamente con estos cultivos se financian los talibanes, quienes siguieron exportando a través del contrabando.

La invasión yanqui en el 2001 buscaba poner “orden en el mundo”

La invasión comenzó el 7 de octubre de 2001, a menos de un mes de los ataques terroristas en Nueva York, Pensilvania y Washington, que derribaron las Torres Gemelas y dejaron más de 3.000 muertos y heridos.

El supuesto objetivo de la invasión a Afganistán, ordenada por el presidente George Bush, fue “combatir al terrorismo” y capturar a Osama Bin Laden, líder de la organización Al Qaeda, considerado el autor intelectual de los atentados, quien estaba refugiado en Afganistán y protegido por su gobierno. Nunca quedaron del todo claros los objetivos y orígenes de los atentados que derribaron las Torres Gemelas.

Bin Laden, nacido en Arabia Saudita, había sido financiado por la CIA y los yanquis que le dieron armas y entrenamiento para luchar contra la hoy desaparecida Unión Soviética en la década del ’80, que había invadido a Afganistán para defender a un gobierno aliado, y detener el avance de movimientos islámicos, de los cuales surgirían luego los talibanes.

Con la excusa del atentado, Estados Unidos logró apoyo internacional y en la propia población norteamericana para invadir Afganistán, y luego a Irak en el 2003 (país que no tenía nada que ver con Bin Laden o Al Qaeda). Pero el objetivo real era utilizar el repudiable atentado, para apuntalar su debilitado dominio en Asia y aumentar su control del petróleo de Irak y el Medio Oriente.

Bush y los presidentes que le siguieron, erigiéndose en “gendarme mundial”, quisieron poner “orden”. Veinte años después se puso en evidencia que más bien incentivaron “un desorden mundial”, y que el imperialismo no se ha repuesto de su fracaso militar y político de Vietnam.

Para invadir Afganistán, Washington contó con el apoyo militar del Reino Unido, Canadá, Australia, Austria, Italia, Alemania y de otros países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). También contrató ejércitos privados de mercenarios colombianos y de otros países latinoamericanos. Entre todos, llegó a contar con más de 200.000 efectivos con apoyo de su poderosa aviación.

Pero la invasión yanqui, a pesar de los bombardeos y las masacres que produjeron un verdadero genocidio, que causó 200.000 muertos y millones de heridos y refugiados, nunca pudo consolidar su dominio sobre todo el territorio. Los talibanes siguieron controlando, con cierto apoyo popular, parte del sur de Afganistán.

Los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN dicen haber gastado 1 billón de dólares (1 millón de millones) en mantener un enorme ejército de ocupación. Los invasores tuvieron unos 8.000 muertos, entre tropas norteamericanas, de otros países de la OTAN, y mercenarios contratados por ellos. Se calcula que 88.000 millones de dólares fueron gastados en la instrucción de los 300.000 soldados afganos, que ahora se rindieron sin combate. De nuevo se demuestra que una fuerza invasora no puede consolidar un ejército a su servicio de manera eficiente. Los hechos mostraron que era artificial. El odio a los ocupantes imperialistas fue la base de ese fracaso. No tenían una causa moral. No querían enfrentar a sus propios compatriotas, por más que fueran los talibanes.

Veinte años después, pasados los gobiernos de Bush, Obama, Trump y ahora Biden, las fuerzas imperialistas se retiran derrotadas.

Los talibanes, un monstruo creado por el imperialismo

Los talibanes son un movimiento político religioso islámico (de la rama sunnita) pro capitalista, que encabeza una federación de tribus con centro en la etnia pasthún.

Los talibanes, o "estudiantes" en lengua pasthún, surgieron a principios de la década de los 90 como una fracción de la resistencia afgana a la invasión de la ex URSS de los años 80. Eran parte de los “mujaidines”, la guerrilla financiada por el Pentágono norteamericano, la CIA y apoyados por Pakistán. Es decir que los talibanes fueron creados por el mismo imperialismo norteamericano. Pero luego estos se les fueron de las manos. Los talibanes aparecen en 1994 enfrentados en una guerra civil con otras alas de la ex guerrilla. En 1996 tomaron el poder en Afganistán y lo gobernaron hasta la invasión yanqui en el 2001. Formaron el Emirato Islámico de Afganistán (una especie de monarquía islámica, encabezada por la autoridad absoluta político religiosa, que quieren reconstruir ahora).

Los talibanes establecieron una dictadura burguesa islámica, basada en su interpretación de la sharía o ley islámica. Ejecutaban públicamente a asesinos y adúlteros, amputando manos y pies a los culpables de robo. Asimismo, los hombres debían dejarse crecer la barba y las mujeres tenían que llevar un burka que les cubría todo el cuerpo, no podían circular sin compañía de algún hombre, ni estudiar después de los 10 años. También prohibieron la televisión, la música y el cine.

¿Adónde va Afganistán?

Por sus antecedentes represivos mientras gobernaron, y también por ser predominantemente de la etnia pasthún (40% de la población), los talibanes son resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por las mujeres, y por otras etnias que pueblan el país.

El líder religioso Mawlawi Hibatullah Akhundzada fue nombrado comandante supremo de los talibanes el 25 de mayo de 2016. Es muy posible que, como lo han anunciado, restablezcan el emirato dictatorial

islámico. Aunque se enfrenaron con Estados Unidos, no tienen un programa antiimperialista y ya iniciaron negociaciones públicas con el imperialismo chino, que ya prometió inversiones en litio y cobre, y le dieron garantías a Rusia.

Nuestro repudio a los crímenes del imperialismo yanqui no significa algún apoyo al gobierno ultra reaccionario de los talibanes. Por ello, desde la UIT-CI, apostamos a que haya una importante resistencia popular al nuevo gobierno. Anticipamos nuestro repudio a toda acción represiva sobre las mujeres y el pueblo afgano en general.

Es el pueblo trabajador afgano quien merece la solidaridad internacional para luchar por su independencia y reconstruir su país sin invasores y sin dictaduras teocráticas o de cualquier signo.

También es necesaria la solidaridad con los millones de refugiados afganos que son discriminados y explotados en Asia y Europa, para que sean aceptados como migrantes de un país destruido por el imperialismo, con todos sus derechos laborales y sociales.

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)
17 de agosto de 2021

 

Entrevista a Cristian Luna, precandidato a Diputado Nacional*

¿Qué aspectos negativos ves en el proyecto de ley de enfermería presentado por Yedlin?

CL- En primer lugar, el proyecto no apunta a mejorar la situación laboral de las y los enfermeros en todo el país: no se dirige a terminar con el pluri empleo aumentando sustancialmente los salarios, mejorando la calidad del servicio con los insumos y personal necesarios, terminando con la precarización laboral generalizado, tanto en el ámbito estatal como en el privado, impidiendo la formación de equipos profesionales estables.

Entonces, ¿qué busca este proyecto de ley?

CL- El proyecto busca ampliar el negocio millonario de la formación en ámbitos privados del personal de enfermería, poniendo en igualdad de condiciones a los miles de kioscos armados por empresarios ligados al gobierno y a la salud privada. Por otro, producir recursos humanos a granel para alimentar la alicaída y mal paga salud privada. La modificatoria impone más subsidios a la capacitación privada. Para eso, pone como partícipes y con voto calificado para decidir los contenidos curriculares de enfermería a las patronales de la salud privada.  No dice ni una palabra de transformar en facultades a las escuelas universitarias. No discrimina entre lo público y lo privado: los presupuestos destinados a salud pública serán “repartidos” con la salud privada. Calla más de lo que dice en relación a la financiación, ampliación y reconocimiento de los y las formadoras de enfermería del ámbito estatal.

Por otro lado, implícitamente establece la reducción del título enfermero/a, al sostener que la formación sería técnica; reduciría la carrera a 2 años, rebajando aún más el alcance y reconocimiento del título profesional. Con la excusa de la necesidad de los llamados "recursos humanos", se rebajaría la formación (cuando en el mundo se toma el camino contrario) y, con ello, también el reconocimiento económico, social y profesional.

¿Qué proponen desde la lista 503 1ª “Unidad de la Izquierda” del FITU?

CL- Si quiere mejorar nuestro sector, que proponga el reconocimiento profesional de enfermería en todo el país, que exija el reconocimiento de la insalubridad y la jubilación con 25 años de servicios y el 82% móvil, un salario mínimo igual a la canasta básica y la cobertura de los miles de cargos de enfermería vacantes en todo el país.

Por esta propuesta luchamos desde la Lista 1A Unidad de la Izquierda del Frente de Izquierda Unidad en todo el país y que en Tucumán.

 

*Cristian Luna, es Secretario General del SITE, Sindicato de Enfermeros/as de Tucumán

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Escribe Tata Gayone, precandidata a Concejal en Bahía Blanca por el FIT-U Lista 1A

La Unión Ferroviaria pidió ayer a la justicia el desalojo de 400 familias. Rechazamos el desalojo de las 400 familias, a la vez que exigimos planes de vivienda en forma inmediata por parte del estado 

Un poco de historia
La privatización del Ferrocarril, el Puerto de Ingeniero White, la Junta Nacional de Granos y las empresas de energía generaron en la ciudad una oleada de despidos que nunca fue revertida. La desocupación, junto a la precarización laboral y el empobrecimiento creciente derivaron en la existencia de 32 villas y asentamientos precarios, en los cuales viven 8.444 familias, a la vez que el Registro único de postulantes da cuenta de una falta de más de 10.000 viviendas.

El año pasado, en plena cuarentena, familias sin vivienda se instalaron en los terrenos ubicados en la calle Don Bosco al 4.100 y comenzaron a construir. Son aproximadamente  400 familias amenazadas hoy por el desalojo. Se trata de tierras fiscales, pertenecientes al ferrocarril, que fueron otorgadas con un permiso de uso precario a la Unión Ferroviaria, por parte de la Administración de infraestructura ferroviaria, sociedad del estado, el 1 de marzo de 2010. La Unión Ferroviaria se comprometía a construir un plan de vivienda, cuya primera etapa debía estar cumplimentada en 365 días.

Pasaron diez años sin respuestas
Las tierras siguen ociosas, la UF no cumplió el acuerdo firmado con el gobierno, por lo que consideramos que no existen razones para reclamar el desalojo. Ni la Unión Ferroviaria, ni la justicia y ni el estado pueden ignorar la situación de emergencia laboral y habitacional que se vive en la ciudad y en el país. Llamamos a los sindicatos y organizaciones sociales, políticas y de DDHH a solidarizarse con los vecinos, a la vez de repudiar el pedido de desalojo.

 

 

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