May 02, 2024 Last Updated 8:47 PM, May 1, 2024

Escribe Adolfo Santos

La pandemia causada por el Covid-19 está generando nuevos escenarios políticos. Aunque tendremos que aguardar el fin de esta crisis para poder sacar mejores conclusiones, es evidente que, más que en épocas normales, los gobiernos y sus políticas son colocados bajo la lupa por las consecuencias que acarrean. Algunos datos que recibimos de los Estados Unidos, aunque en pequeña escala, nos permiten percibir que, a pesar del confinamiento, existe un movimiento de protesta, sobre todo en defensa de la salud y de la vida de la población trabajadora.

No es que antes de esta crisis no haya habido conflictos. Recordemos la histórica huelga de los trabajadores de General Motors en 2019, o la de los docentes. Más recientemente, los mineros del cobre de Asarco, en los estados de Texas y Arizona, estuvieron en huelga varios meses, también los estudiantes de posgrado de la UC Santa Cruz, en California, y los hoteleros de Chicago. Pero lo que a la distancia se puede observar en estos momentos es una extensión de la protesta a amplios sectores que se manifiestan contra las pésimas condiciones de trabajo, que no garantizan la seguridad sanitaria.

La extensión desmedida alcanzada por el coronavirus en los Estados Unidos por la política del “negacionista" Trump, que demoró en tomar los recaudos a tiempo, generó una gran reacción. Las huelgas y acciones de protesta adoptadas por los trabajadores que tomaron conciencia del peligro fueron en aumento. El martes 24 de marzo, después de que un mecánico dio positivo en el test de coronavirus, más de la mitad de los trabajadores de Bath Iron Works, un astillero de Maine, no fueron a trabajar y le exigieron a la empresa que tome medidas de seguridad.

Hay muchos relatos sobre este movimiento. En Warren, Michigan, los trabajadores se retiraron de una planta de camiones de Fiat-Chrysler porque no había agua caliente para lavar los platos. En Alberta los conductores de autobuses de Birmingham se declararon en huelga por la falta de protección contra el coronavirus ante el riesgo de transportar pasajeros infectados. Los choferes de Detroit hicieron un paro por la misma razón. Los trabajadores de la sanidad de Pittsburgh, Pensilvania, pararon preocupados por la pandemia. Otro tanto hicieron los camioneros de Memphis y los farmacéuticos de West Virginia, los repartidores de alimentos y de Amazon, los de los supermercados Whole Foods, o los carpinteros del área de Boston, que organizaron un paro el 7 de abril. A esto le podríamos agregar los cacerolazos de las protestas en Nueva York.

Para algunos, aún puede ser un movimiento pequeño para conmover al gobierno de Trump, sin embargo, creemos que puede tener mucha importancia en la post pandemia. Como en toda gran crisis, los millonarios han acudido rápidamente a apoderarse de los miles de millones que el gobierno republicano ha colocado a disposición para paliar los efectos del coronavirus. Sin embargo, los Estados Unidos saldrán de esto con uno de los mayores ejércitos de desocupados, subocupados y precarizados, que exigirán empleo, salario y servicios sociales. Es evidente que los ricos, que se adueñaron de los créditos oficiales, destinarán una porción ínfima de ese dinero para atender a los trabajadores. En ese marco, la protesta puede aumentar y no debemos descartar que el coronavirus acabe actuando como verdadero motor de la lucha de clases en los Estados Unidos.

 

En las últimas semanas la crisis política en Brasil se ha venido agudizando. Bolsonaro intentó desplazar al ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta, pero finalmente debió dar marcha atrás ante la presión dentro  del propio gobierno. La designación del general Walter Braga Neto como ministro de la Casa Civil refuerza la idea de una creciente influencia del sector militar en el gobierno. Tanto es así que algunos analistas políticos se preguntan quién gobierna realmente.

Escribe Adolfo Santos

El debilitamiento de Bolsonaro es evidente. En su último pronunciamiento público, presionado por el rechazo a sus propuestas, tuvo que ser menos ofensivo. Es la crisis de un presidente aislado. De los líderes mundiales “negacionistas” es el único que continúa minimizando la gravedad de la pandemia. Mientras Trump, su gurú, comienza a hacer importantes inversiones para evitar la crisis social, Bolsonaro sigue sin darle importancia al problema y amenaza permanentemente en decretar el fin de la cuarentena establecida por los gobernadores.

No es casual que los cacerolazos continúen en todo el país que, desde el 18 de marzo, no han dejado de crecer. El más grande fue el día que hizo su pronunciamiento público. Esa indignación también se expresa en las encuestas. El 42% considera a la gestión del presidente “ruin o pésima” y, por primera vez, el apoyo quedó por debajo de 30 por ciento. Lula, el PT y otros opositores salieron a plantear la renuncia del presidente, más allá de que no empujen ninguna medida para llevarla adelante. Bolsonaro tuvo que reconocer que no tiene el apoyo necesario para decretar la reapertura del comercio. El gobierno quería insuflar a su base alegando que la población pasaba hambre por causa de la cuarentena, que no la deja salir a trabajar. Sin embargo, importantes sectores comienzan a ver que el gobierno no hace nada para acabar con el hambre pero, mientras tanto, sigue creciendo el número de muertos e infectados por el coronavirus.

Las medidas de ajuste no pararon

Apoyadas en medidas provisorias editadas por el gobierno para unificar a la patronal detrás de sí, las empresas vienen proponiendo reducción de sueldos, suspensión de contratos y de aportes laborales. Ahora están preparando un proyecto para atacar a los servidores públicos con un recorte salarial. En vez de atacar a los banqueros y grandes empresarios, el gobierno avanza con una campaña para exigir el sacrificio de los empleados públicos que, supuestamente, estarían ganando mucho.

Aún no ha surgido una oposición con una política alternativa capaz de enfrentar al gobierno. Los gobernadores de San Pablo y Río de Janeiro, dos figuras nefastas de la derecha brasilera, antiguos aliados de Bolsonaro, apenas se han despegado de él para evitar hundirse juntos. Las principales centrales sindicales no van más allá de notas críticas, no organizan una lucha consecuente, inclusive, en algunos casos han hecho acuerdos con las patronales para reducir los salarios. En muchos lugares, sobre todo en los hospitales, sectores de base se han organizado por fuera de los sindicatos para defender sus derechos y la protección de la salud en el trabajo.

En este marco, la pequeña central sindical CSP Conlutas consiguió en la importante región del Valle de Paraíba/SP que el 80% de los trabajadores permanezcan en sus casas sin reducción salarial. Los compañeros de la Corriente Socialista de los Trabajadores (CST), sección hermana de Izquierda Socialista, que forman parte de esa central, manifestaron: “Es fundamental organizar la lucha contra el ajuste del gobierno y los patrones, del colapso de la salud pública y de las condiciones de trabajo. Es necesario movilizarnos, independientemente de estar en cuarentena. Esa es la única forma de derrotar los ataques. En ese proceso debemos exigir la suspensión del pago de la deuda y la aplicación de impuestos a las grandes fortunas para volcar esos fondos a la salud pública y demás necesidades populares y continuar luchando por fuera Bolsonaro”.

 

Escribe Rainier “Oso” Ríos, dirigente del MST, sección chilena de la UIT-CI

Piñera respiró aliviado al saber que el coronavirus había entrado en el país. Desde el 18 de octubre del año pasado su gobierno no lograba detener la crisis política abierta por masivas manifestaciones. Marzo prometía no ser un mes tranquilo: el día 8, con cuatro millones de mujeres en las calles del país, volvió a calentar los motores de la protesta.

Correctamente, las asambleas territoriales y la primera línea, las organizaciones feministas y estudiantiles, junto con otras organizaciones sociales, decidieron suspender las manifestaciones para poner todos los esfuerzos en superar la pandemia. Piñera, por su parte, ha tratado de aprovechar la tragedia para rearmar su tambaleante gobierno. La suspensión de las movilizaciones, sin embargo, no promete un panorama alentador para el capitalismo chileno. El colapso del sistema de salud se acerca a pasos agigantados, mientras suben los contagios y escasean insumos e infraestructuras médicas. Décadas de privatizaciones y bajos presupuestos han preparado la debacle de una salud pública que se cae a pedazos. Enfermarse y no tener atención médica, ver morir a familiares por falta de respiradores, no hacen buena combinación con un pueblo que ha sostenido por meses la lucha contra el gobierno.

Como telón de fondo, economistas patronales y autoridades del gobierno vaticinan que la crisis económica recién comienza a mostrar sus garras. En el mejor de los casos, dicen, será parecida a la crisis de comienzos de la década del 80, la misma que provocó la ola de descontento contra la dictadura de Pinochet. Pronóstico nada alentador para un gobierno formado por defensores públicos del dictador.

Pandemia, desastre del sistema de salud, despidos masivos y reducciones de salarios servidos en el plato profundo de la desigualdad en Chile. Acompañados, como no, de la privatización de derechos sociales básicos, jubilaciones de miseria y una constitución impuesta a sangre y fuego por Pinochet. “Si no hay para los pobres, no habrá paz para los ricos”. A cuadras de la Moneda esta frase pintada le recuerda al presidente que el pueblo al que no ha podido derrotar comienza a sufrir nuevas penurias. Piñera respira aliviado… mientras come de un plato que, sabe, no podrá terminar.

Escribe Adolfo Santos

“Mi papá se murió hace cuatro días, está hinchado, está apestando, no se puede aguantar a mi papá aquí”, así suplicaba Verónica Bone a las autoridades sanitarias de Guayaquil. Como en un escenario de guerra, los cadáveres se agolpan en las morgues de los hospitales y cementerios, que están abarrotados y sin capacidad para recibir más cuerpos. Es posible, incluso, encontrar muertos abandonados por los familiares en las calles, tapados con sábanas o plásticos.

En esta importante ciudad portuaria sobre la costa del Pacífico, de más de 2,5 millones de habitantes, la tragedia parece más desoladora. La situación se torna desesperante por las largas filas de los familiares que solicitan el retiro de los cuerpos de sus hogares, o cuando tienen que reconocerlos. Cementerios que normalmente recibían treinta muertos por día ahora deben encargarse de enterrar a más de cien y no dan abasto.

Se comenta que el contagio masivo se debe a la vuelta de gran cantidad de migrantes que en esta época regresan de Europa, principalmente de España. Sin duda esto es parte del problema. Pero, según médicos y sanitaristas, los estragos que está causando la pandemia en Ecuador se deben a la falta de disponibilidad del test para detectar el Covid-19, lo que dificulta la toma de medidas preventivas. Son falencias propias de un país con gobiernos patronales que vienen vaciando la salud pública para atender las exigencias del FMI y de los grandes empresarios.

En 2019 los campesinos, indígenas y trabajadores, en una potente demostración de fuerza, doblaron el brazo del gobierno y el FMI. En estos días se han retomado las protestas contra las autoridades exigiendo medidas contra la pandemia. Apostamos a esa movilización para obligar al gobierno a colocar todos los recursos al servicio de la salud pública y superar esta tragedia.

El mundo está sufriendo una calamidad. Se expande la pandemia del coronavirus sin control. Hay centenares de miles de infectados y miles de muertos. Lo que está ocurriendo en el mundo es algo inédito. Se cierran las fronteras, millones de personas y países son puestos en cuarentena. Se pone en evidencia la crisis de los sistemas de salud bajo el capitalismo. Hay fuertes elementos de caos. El pánico y la incertidumbre crecen en millones de personas no sólo por el temor al contagio sino también porque existe una gran desconfianza en los de arriba, en los gobiernos y regímenes capitalistas. Los Trump y los Bolsonaro, por ejemplo, siguen minimizando el coronavirus.

El coronavirus puede afectar a cualquiera. Pero los que más sufren, y van a sufrir las consecuencias de la pandemia son las y los trabajadores, los sectores populares, los explotados y oprimidos del mundo. Se está sufriendo con pérdida de vidas, pero también están las consecuencias sociales sobre los pueblos. Se ha visto afectado el comercio mundial y habrá una nueva caída de la producción. Las multinacionales van a querer hacer pagar ese costo a la clase trabajadora y a los pueblos del mundo. En medio de la crisis del coronavirus los capitalistas quieren salvar sus ganancias y sus riquezas. Quieren rebajar salarios, despedir o suspender sin pago de salario. No les preocupa la salud y la seguridad de las y los trabajadores.

El sistema capitalista-imperialista no garantiza una respuesta adecuada a esta crisis humanitaria que está afectando a millones. Para los socialistas revolucionarios lo prioritario es contener la propagación del coronavirus (Covid 19) y asegurar la vida de millones. Y para ello es necesario luchar de la forma que se pueda en medio de las cuarentenas obligadas, para imponer medidas de emergencia en defensa del pueblo trabajador y los sectores populares.

La crisis sanitaria mundial es responsabilidad del capitalismo

Esta calamidad que estamos viviendo es responsabilidad del sistema capitalista-imperialista. El capitalismo es un sistema injusto, irracional y para los ricos. El caldo de cultivo del crecimiento de las enfermedades es la miseria creciente, el hacinamiento, los cambios ambientales y los sistemas de salud basados en la ganancia del capital privado.

Este colapso del capitalismo se expresa no sólo en el surgimiento de una nueva y grave enfermedad como el coronavirus, sino también en la persistencia de las epidemias de cólera, ébola, la tuberculosis, el rebrote epidémico del dengue y la reaparición del sarampión.

Las causas hay que buscarlas en las condiciones de miseria que viven miles de millones. Más de 1.300 millones de personas, se encuentran en situación de “pobreza multidimensional”, es decir que carecen del cumplimiento de necesidades como salud, educación, agua potable, electricidad, vivienda (datos del Informe de Pobreza Mundial de 2019 de la ONU). Por otro lado, 26 multimillonarios (entre ellos Bill Gates, Jeff Bezos, Warren Buffett, Mark Zuckeberg, Amancio Ortega o Carlos Slim) poseen la misma cantidad de dinero que 3.800 millones de personas más pobres del planeta. Se pide que nos lavemos las manos para contrarrestar la posibilidad de contagio, pero en el mundo 2100 millones de personas carecen de acceso a abastecimiento de agua potable seguro.

La destrucción ambiental capitalista es también un factor que favorece las nuevas enfermedades infecciosas. Hasta la misma ONU, siendo un organismo imperialista lo alertó*. El accionar de las multinacionales contribuye a envenenar las aguas por los desechos industriales y la megaminería a cielo abierto. Se transforma la selva y los bosques en desiertos y se eliminan especies vegetales y animales. Este es el abismo a donde nos lleva el capitalismo. Nunca como ahora se ratifica la disyuntiva histórica de Socialismo o Barbarie.

Con el coronavirus también se puso en evidencia, por ejemplo, la endeblez de la China capitalista. La dictadura del Partido Comunista de China (PCCH) censuró y reprimió al médico que hizo la primera alerta a fines de diciembre del 2019. Esa demora de meses facilitó el agravamiento de la epidemia en China y en el mundo.

Se pone a la luz el desastre sanitario que hay tanto en los países imperialistas como en los países semicoloniales. Los datos de Italia muestran la gravedad de la pandemia y que en 10 años los diferentes gobiernos capitalistas reventaron la salud pública vaciando en 37 mil millones de euros al presupuesto de salud. Esto se repite en todo el mundo. En todos los países el sistema de salud público estatal estaba colapsado antes de empezar la pandemia. Se ha favorecido el negocio de la salud privada. Hoy se ven las consecuencias. La prensa europea denuncia, por ejemplo, que un examen de coronavirus en el estado español, en clínicas privadas, cuesta entre 300 y 800 euros. En Estados Unidos se denunció que está en 3000 o 4000 dólares en un servicio privado. Un país que casi no tiene salud pública estatal. Obama instaló un sistema muy precario que Trump cuestionó. En los países semicoloniales esto se ve agravado.

Que la crisis del coronavirus la paguen los capitalistas

Ante la gravedad de la pandemia los gobiernos capitalistas no garantizan una respuesta adecuada para detenerla y salvar a millones. Las multinacionales (Exxon Mobil, Facebook, Amazon, Wal Mart, Cargill, Bayer-Monsanto, Microsoft, Ford, Toyota, Nike, Alibaba o Johnson y Johnson) y los grandes grupos empresariales y financieros (JP Morgan Chase, Bank ok America, Citigroup, HSBC o Goldman Sachs) quieren salvar sus ganancias por sobre la salud de las masas. Y los gobiernos capitalistas avalan esa lógica de la explotación del sistema. El que mejor expresa esa política es el jefe del imperialismo, Donald Trump, que sigue minimizando la pandemia y ha declarado que primero está la economía antes que la salud. Y sigue convocando a seguir produciendo y evitar cuarentenas o medidas que salvaguarden a millones. Lo mismo hacen gobiernos ultra reaccionarios como Jair Bolsonaro del Brasil. Boris Johnson, premier del Reino Unido, que también negaba la importancia de la pandemia, ha terminado contagiado con el virus.

Mientras tanto los Estados Unidos y la Unión Europea otorgan subsidios estatales ultra millonarios para salvar a los bancos, a las multinacionales y evitar el colapso de los estados burgueses, en vez de volcar más fondos extraordinarios para la salud, extraídos de las grandes fortunas de los supermillonarios del mundo.

Con esta misma lógica de poner por delante los intereses capitalistas a la vida y la seguridad de la clase trabajadora y de los sectores populares, se mantienen fábricas y centros de trabajo abiertos, y no sólo las que aportan materias de primera necesidad. Tampoco se fijan medidas obligatorias de seguridad para los trabajadores /as que tienen que estar en los trabajos esenciales. Es este desprecio por la vida obrera -compartido por el gobierno Conte en Italia, Sánchez-Iglesias en el estado español y demás gobiernos- es lo que ha provocado una fuerte respuesta en forma de huelgas en el norte de Italia que hizo que finalmente se obligara a detener la producción no esencial. Con objetivos similares se realizan otras huelgas parciales y protestas como los cacerolazos, los “balconazos” en el estado español, Francia, Brasil, Colombia, Chile o Argentina.

El estallido de la crisis del coronavirus, que ha paralizado la actividad económica, es el fósforo que prendió el polvorín de la ya existente crisis de estancamiento y retroceso de la economía capitalista abierta en el 2007. El coronavirus no es la causa de la crisis económica capitalista, pero contribuye a profundizarla. El FMI ya había dicho que había un estancamiento mundial, antes de que se produjera este nuevo crack de las bolsas y de los precios del petróleo. Todo indica que va a haber un antes y un después del coronavirus. Es decir, que cuando se termine lo del coronavirus va a existir una crisis social muy grave para el movimiento de masas. Las multinacionales, el imperialismo y sus gobiernos van a querer cobrarse la crisis con nuevos planes de ajuste, saqueo y explotación de las masas. La OIT ya está hablando de que se podrían perder 25 millones de empleos. La crisis del coronavirus y sus consecuencias la tienen que pagar los capitalistas, los superricos, no los pueblos del mundo.

Ya en medio de la tragedia del coronavirus las empresas han empezado a despedir trabajadoras y trabajadores o a suspender sin salarios o con rebajas. Desde ya debemos movilizarnos desde abajo, para exigir medidas que paren la pandemia y que no se sigan perdiendo vidas humanas, como medidas en defensa de la clase trabajadora y los sectores populares y pobres del mundo.

Desde la UIT-CI llamamos a luchar por un plan global de emergencia obrero y popular:

Que se vuelquen fondos urgentes para aumentar sustancialmente los presupuestos de salud para atender la emergencia sanitaria. Fondos para, entre otras medidas, ampliar y mejorar las instalaciones sanitarias, dar aumento salarial a todos los profesionales de la salud, hacer nuevas contrataciones, que se den remedios gratuitos para todos y que haya insumos sanitarios y de limpieza para todos.

Que los fondos para la emergencia sanitaria salgan de altos impuestos progresivos a los grupos empresariales, al capital financiero y que se dejen de pagar las deudas externas.

Por un sistema nacional de salud único y estatal, con consultas, tratamientos y medicamentos gratuitos pagados por el estado y administrado por los usuarios, médicos, trabajadores y profesionales del sector. Por la nacionalización de la sanidad privada, de los laboratorios de especialidades médicas y que pasen a funcionar bajo el control de las y los trabajadores y científicos de la salud y la medicina.

Formación en todos los lugares de trabajo de comités de higiene y salubridad, con poder de implementar ceses de tareas en todas aquellas actividades no esenciales o que no cuenten con las medidas de seguridad necesarias. Control de precios de los medicamentos y de todos los productos de primera necesidad para evitar la especulación.

Reorganización general de la producción en función de las necesidades de la emergencia sanitaria, bajo control obrero.

No al uso del coronavirus para medidas de militarización o para coartar libertades y el derecho a la protesta. Defensa irrestricta de las libertades democráticas.

Prohibición de despidos y suspensiones. Reparto de las horas de trabajo disponibles entre todos los trabajadores con el mismo salario. No a las rebajas salariales. Implementación de un seguro al desocupado (parado), a los cuentapropistas y a los millones que trabajan sin contratos y derechos laborales.

Para enfrentar la crisis actual del coronavirus y lo que vendrá después de la pandemia, convocamos a la más amplia unidad de acción de las organizaciones obreras, populares, de la juventud, del movimiento de mujeres, el movimiento en defensa del medio ambiente, como de la izquierda anticapitalista y socialista, para coordinar un movimiento de lucha internacional por el plan de emergencia obrero y popular en la perspectiva de la lucha a fondo por terminar con este sistema capitalista-imperialista e imponer gobiernos de la clase trabajadora y el pueblo.

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores- Cuarta Internacional (UIT-CI)

28 de marzo de 2020  

*"El medio ambiente y la salud humana están estrechamente vinculados; muchas de las nuevas enfermedades infecciosas son resultado de actividades que afectan a la diversidad biológica. Las modificaciones del paisaje (a través de la extracción y el uso de recursos naturales, por ejemplo) pueden facilitar la aparición de enfermedades en las especies silvestres, los animales domésticos, las plantas y las personas” ("Perspectivas del Medio Ambiente Mundial", informe de 250 científicos encargado por la ONU y finalizado a comienzos del 2019.

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