Apr 27, 2024 Last Updated 4:33 PM, Apr 27, 2024

La inflación de mayo terminará oficialmente cercana al 5%. Para junio, vienen los tarifazos de gas, luz, aumentos de colectivos y prepagas. Encima, en varias provincias ya hay serios problemas para conseguir gasoil. Los salarios siguen siendo virtualmente arrasados por los aumentos de los bienes de la canasta familiar, que suben prácticamente todas las semanas.

Por eso, a pesar del pacto que se empeña en mantener con el gobierno la burocracia de la CGT y las CTA, las luchas empiezan a crecer. En la mayoría de los casos se dan donde hay direcciones combativas o procesos de autoconvocados. Así, tenemos la pelea que están llevando adelante los trabajadores del Sutna, la de los docentes autoconvocados de San Juan, la de los docentes universitarios, la de los trabajadores de la salud de Río Negro o la de los municipales de Córdoba, entre otras. A esto tenemos que sumarle las luchas que exceden el tema del salario, como la de docentes y familias del Gran Buenos Aires por la falta de gas en las escuelas, o la movilización que se gestó en un nuevo aniversario del  #NiUnaMenos. Y esta semana se volverán a movilizar los movimientos piqueteros combativos contra el congelamiento de los planes y exigiendo trabajo genuino.

Del otro lado de la trinchera, las grandes patronales también tratan de marcar la cancha. Esta semana se está reuniendo la Asociación Empresaria Argentina (AEA) en la que confluyen las más grandes empresas del país (Techint, Arcor, Globant, Grupo Miguens, BGH, La Anónima, Grupo Clarín, Roggio, Elsztain, Blaquier). Su programa es el de siempre: cumplir el ajuste con el Fondo y avanzar en las llamadas reformas estructurales (laboral y previsional).  Federico Braun, titular de la cadena de supermercados La Anónima, hasta se dio el lujo de provocar: “¿qué hace La Anónima con la inflación?”, preguntó, para enseguida responder “remarcar precios todos los días”. Todos los empresarios hablaron del “desastre” en que cayó la Argentina en las últimas décadas, como si ellos no fueran parte responsable. El presidente Alberto Fernández comentó esos dichos: “si querían verle la cara a la remarcación de precios, la tuvieron esta mañana en AEA”. Pero increíblemente sigue sin tomar ninguna medida contra esos monopolios que ya flagrantemente reconocen que son ellos mismos los causantes de la carestía. Peor aún, el ministro de Economía Martín Guzmán pasó por el mismo foro de AEA explicando con toda tranquilidad las “bondades” de su plan económico de ajuste a medida del FMI.

Es que el gobierno del Frente de Todos sigue sumido en lo más profundo de su crisis política, con las peleas casi cotidianas entre Alberto y Cristina, que esta semana se cobraron como víctima al ministro de la Producción Matía Kulfas, no sin que este generara un escándalo señalando el negociado de la obra del gasoducto de Vaca Muerta a medida del Grupo Techint.  

Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional está culminando su primera revisión trimestral del plan de ajuste firmado con el gobierno en marzo pasado. Es un hecho que, pese al ajuste en curso, es muy difícil que se puedan cumplir las metas exigidas por el organismo en las revisiones de los próximos trimestres. Lo que se viene, entonces, ya no solo será seguir aplicando el actual ajuste y sometiéndose a las inspecciones del Fondo. El gobierno tendrá que ir a rogar un “waiver” (perdón) al propio organismo.

Este es el motivo principal del viaje de Alberto Fernández a la Cumbre de las Américas. Se terminaron las bravatas de “no participamos si Estados Unidos veta la presencia de Cuba, Venezuela y Nicaragua”. Ni que hablar de las amenazas de hacer una cumbre paralela. Lo concreto es que finalmente el presidente de México Andrés Manuel López Obrador no concurrirá, así como tampoco los de Bolivia, Guatemala, Honduras y Uruguay (este último por Covid positivo), pero sí estará presente Alberto Fernández. Con el premio consuelo de que finalmente conseguirá reunirse con Biden (pero no en esta cumbre, sino en el mes de julio), donde irá a pedirle a los yanquis apoyo para el citado “perdón” que necesitará del FMI.

Todo esto nos lleva a dos conclusiones. La primera es que la consecuencia última de la miseria creciente, la inflación y los bajos salarios es el acuerdo con el FMI, que nos obliga a un ajuste siempre creciente. Ahí está la verdadera respuesta a la pregunta de por qué la Argentina está en caída libre desde hace varias décadas: porque estamos sometidos al mayor saqueo de nuestra historia, el pago infinito de una deuda externa ilegal, inmoral e impagable. La segunda conclusión es que cada día estamos más semicolonizados, dependemos para cada una de nuestras decisiones del visto bueno del FMI y del imperialismo.

Se impone entonces salir a pelear por reconquistar lo que consiguieron nuestros próceres hace más de doscientos años: por una segunda y definitiva independencia. Como ayer de los españoles, hoy es la pelea por liberarnos del FMI, de los buitres especuladores a los que les pagamos la deuda externa y del imperialismo. Ese es el camino, para así recuperar capacidad soberana y poner en marcha un programa alternativo, obrero y popular, que resuelva las urgentes necesidades de salario, trabajo, salud, educación y vivienda. Ese es el camino que proponemos recorrer desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad.


Escribe José Castillo

Alberto Fernández y Cristina volvieron a aparecer juntos después de tres meses. Cristina instó a Alberto a “usar la lapicera”, al mismo tiempo que criticaba discursivamente muchas de sus medidas. Un día después, todo se agravó con las declaraciones de Matías Kulfas, que llevaron a su renuncia. ¿A dónde va el gobierno del Frente de Todos?

La crisis política en el gobierno del Frente de Todos sigue acrecentándose prácticamente día a día. Había despertado mucha expectativa el reencuentro de Alberto y Cristina en una misma tribuna después de tres meses sin comunicación. El evento en sí ya fue un nuevo capítulo de crisis, con Cristina reprendiendo a Alberto, cuestionando que en la obra del gasoducto de Vaca Muerta a la provincia de Buenos Aires se privilegió a Techint, e instando a Alberto a “usar la lapicera” (la frase que ganó los titulares de todos los diarios del domingo). Menos ampulosamente, el presidente respondió algunas de las críticas de Cristina, instando a hablar “del futuro más que del pasado” e insistiendo en la necesidad de mantener la unidad del Frente de Todos, “contra la derecha de Macri”.  

Pero, llovido sobre mojado, todo estalló al día siguiente, cuando el ministro de Producción Matías Kulfas refutó los dichos de Cristina, denunciando una posible corrupción a favor de Techint, pero llevada adelante por funcionarios afines al kirchnerismo (ver nota Fiesta para las multinacionales petroleras / Frío y carestía para el pueblo trabajador). Todo culminó con Alberto Fernández pidiéndole la renuncia a Kulfas, desmintiendo sus acusaciones, con el kirchnerismo festejando haberle volteado un alfil al albertismo y con el propio Kulfas ratificando sus denuncias en el escrito que entregó al presidente al despedirse del cargo.

El reemplazante de Kulfas terminó siendo Daniel Scioli. Se repite lo que ya se dio ante otras renuncias provocadas por el kirchnerismo. En todos los casos, sus reemplazantes terminaron siendo personas más acordes aún al paladar del establishment. Así pasó con Guillermo Hang, el secretario de Comercio que reemplazó a Feletti. Y ahora con Daniel Scioli. Recordemos que el nuevo ministro de Producción tiene todo un currículum en ese sentido. Entró a la política de la mano de Carlos Menem en la década del ´90, luego fue vicepresidente durante el mandato de Néstor Kirchner y más tarde gobernador en el gobierno de Cristina, para terminar como el candidato a presidente que perdería las elecciones frente a Mauricio Macri. En los últimos tiempos, ya con Alberto Fernández en el gobierno, fue embajador en Brasil, cultivando una buena relación con el gobierno reaccionario de Bolsonaro y con el conjunto del empresariado brasileño. Llega así ofreciendo toda una garantía a los grandes grupos económicos que continuarán los negocios que dependen de los contratos públicos, como el mismo que llevó al conflicto y la renuncia posterior de Kulfas, con el affaire del gasoducto desde Vaca Muerta y el rol privilegiado de Techint.

Que el gobierno del Frente de Todos está sumido en una profunda crisis ya no es un secreto para nadie. La supuesta “guerra” contra la inflación nunca arrancó, peor aún, esta se incrementó como nunca. Este mes se producirá el aumento de las tarifas de los servicios públicos de luz y gas, y ni siquiera existirá la tantas veces declamada “segmentación”: el tarifazo le caerá a todos por igual.

Mientras tanto, la interna entre Alberto y Cristina es abierta y nadie la disimula.  Cada vez es mayor la frustración de miles que tenían expectativas en el gobierno. Muchos, con razón, ven en Alberto Fernández y sus funcionarios más cercanos una responsabilidad principal en la continuidad de la miseria, la pobreza y la virtual pulverización de salarios y jubilaciones. Cristina Fernández y el kirchnerismo, por su parte, hace meses que vienen llevando adelante críticas a muchas de las políticas económicas. Pero estas son puramente retóricas. Son solo para tratar de despegarse del repudio popular a las consecuencias del ajuste. Pero no ofrecen nada diferente en concreto. Es que, en última instancia, tanto Cristina como Alberto siempre han sostenido seguir pagando la deuda externa y llevar adelante el acuerdo con el FMI. El kircherismo, más allá de su retórica de doble discurso, no plantea ningún programa alternativo al vigente del ajuste en curso. Ya lo dijo el propio Máximo Kirchner cuando renunció a la jefatura del bloque del Frente de Todos en Diputados: “no queremos poner palos en la rueda”. Lo mismo puede interpretarse del gesto de Cristina al regalarle la lapicera a Alberto. Se trata de un “hacete cargo y pagá vos los costos del ajuste”.

Por eso invitamos a reflexionar a aquellas compañeras y compañeros de trabajo, estudio o vecinos en los barrios que, teniendo expectativas en el gobierno del Frente de Todos, hoy asisten azorados a su crisis. Queremos ser francos: nuestra opinión es que no hay salida en el peronismo. Se impone la construcción de algo distinto, de otra alternativa política que, obviamente, no puede ser Juntos por el Cambio ni Milei. Es lo que postulamos desde Izquierda Socialista y venimos construyendo desde el Frente de Izquierda Unidad: un programa alternativo que, partiendo de no pagar la deuda externa y romper con el FMI, priorice resolver las más urgentes necesidades populares.


Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad

El gobierno de Alberto Fernández ha anunciado con bombos y platillos el lanzamiento de su proyecto de ley para gravar la renta inesperada. El y su ministro de Economía Martín Guzmán insisten en que el objetivo será “redistribuir la riqueza”. En eso coinciden desde el presidente y la vicepresidenta Cristina Fernández hasta los funcionarios y periodistas afines. Pero la realidad es que se trata de una gran mentira. El trasfondo, y lo que le importa a todo el Frente de Todos, es pagar la deuda al FMI y cumplir con las revisiones trimestrales de ese organismo usurero. Ahí está el verdadero fin de la medida. Es por eso que el Fondo Monetario le hace un guiño a proyectos de este tipo.

Al presentar el proyecto se aclaró que solo abarca a un mínimo de empresas, solo aquellas que han hecho ganancias extraordinarias por la invasión rusa contra Ucrania. Encima se afirma que estas podrán zafar de quedar atrapadas por este impuesto si demuestran que han “reinvertido” dichas ganancias. En el caso de que el proyecto se apruebe regirá recién desde 2023. Un lapso lo suficientemente largo como para hacer dudar a cualquiera sobre su concreción por Ley. Sobre todo cuando por resolución de la AFIP se podría implementar ahora mismo, como una simple extensión del impuesto a las ganancias.

Además, no es cierto que es para redistribuir la riqueza. Desde el gobierno peronista dijeron lo mismo con la ley de aporte solidario mientras creció la miseria. De aprobarse esta ley, será para recaudar para el FMI igual que los aumentos que se vienen en la luz, el gas y el transporte. Ante la pregunta de muchos: ¿Hace falta un gran impuesto a la riqueza capitalista? ¡Claro! Pero para combatir los males sociales, no para pagar una deuda usurera.

Dese Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad denunciamos que esta ley, en consonancia con la que promueve Cristina en el Senado, es para recaudar y pagar la deuda de Macri que el propio peronismo reconoció. Y proponemos tomar medidas de fondo. Hace falta gravar de verdad las ganancias de las multinacionales, bancos y grandes empresarios y dejar de pagar la deuda externa para aumentar los salarios y jubilaciones; y construir en la emergencia 500.000 viviendas populares para dar trabajo genuino. Todo con el objetivo de implementar otro plan económico, alternativo, obrero y popular.


Escribe José Castillo

Juan Grabois y Javier Milei participaron en un publicitado debate de cinco horas de duración, organizado por Perfil*. El referente libertario hizo una extensa explicación de sus concepciones. Defendió a los capitalistas como “benefactores de la humanidad”, ensalzó a los monopolios y sostuvo que la desigualdad social es “buena para la humanidad”.

Imposible resumir en pocas líneas el conjunto de barbaridades reaccionarias que sostuvo Javier Milei a lo largo del debate. A continuación algunas de las más impactantes.

Para Milei el desempleo no existe

Milei lo niega. Su falacia consiste en sostener que cada vez que una patronal echa personal, esto no ocasiona ningún problema, debido a que el trabajador despedido conseguirá otro puesto fácilmente porque significa que se están “generando puestos de trabajo en otra parte de la economía”. Increíblemente sostiene que si este permanece desempleado durante meses o años (o entra en desempleo estructural y ya no logra conseguir un trabajo formal), esto se debe a que “prefiere el ocio” a la ocupación. Dice Milei que las personas eligen “trabajar más o menos en función de lo que quieran consumir”. ¡Es indignante! El que no trabaja simplemente sería “un vago” que “elige” vivir en la pobreza y la indigencia.

La apología de los capitalistas

Para Milei los empresarios son “los auténticos y únicos benefactores de la humanidad”. El empresario “sirve al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio”, afirma sin que se le caiga la cara de vergüenza. Los millones de ejemplos en el mundo de fraudes, productos adulterados, mercaderías que ocasionan daños a la salud o al ambiente, nada de eso existe, todo es borrado de un plumazo en la imaginación febril del diputado libertario. “El empresario le mejora la vida a todos”.  Milei obvia los miles de millones que viven en la más absoluta miseria, con dos dólares diarios, minimizando este hecho como un detalle de la “pobreza relativa”. Es que, para él, “la desigualdad es buena”, es una señal del éxito empresario. Los proyectos de vida perdidos, la pobreza infantil, el trabajo esclavo, la trata, todo eso no existe en el idílico mundo del “mercado perfecto” que vende Milei. Peor aún, cuando se les señala su existencia, Milei lo defiende, mostrándolo como otras expresiones de la supuesta “potencia del mercado”. Es que para Milei un niño de seis años que ofrece lapiceras en los bares sería un ejemplo de “empresario exitoso en potencia”.

Milei lleva la lógica del capitalismo hasta sus últimas consecuencias

“El capitalismo de libre empresa es el único sistema que es justo”, fue otra de sus tantas afirmaciones. “Si sos productivo ganás un montón de plata. De ahí que es interesante el tema de la productividad, porque es donde se reconcilia el capital con el trabajo, porque son socios. Porque cuando metés la máquina y aumenta la productividad, eso va a implicar mayores salarios”. Milei tira afirmaciones y no se molesta en demostrarlas. Todo trabajador sabe que si la patronal lo reemplaza por una máquina, se le abre el drama del desempleo. Corre el serio riesgo de no encontrar nunca más trabajo, o, si lo logra, será por un salario menor, en un puesto más descalificado.

“En el mercado no hay violencia”, es otra de las afirmaciones de Milei. ¿Pensarán lo mismo los familiares de las víctimas de los asesinatos masivos por la libre compra de armas en Estados Unidos, que Milei defiende y propone establecer en nuestro país?

“Con el capitalismo de libre empresa solamente puedo ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio”, insiste, defendiendo incluso a los monopolios, según él responsables de las grandes innovaciones. ¿Así fue en nuestro país, cuando se privatizaron los servicios públicos? ¿Acaso la luz y el gas que nos brindan los monopolios privados son “de mejor calidad y a un mejor precio”?

Toda la prédica de Milei se resume en garantizar los derechos de propiedad privada de los grandes capitalistas. Para el libertario todo debe ser privado: hasta los bienes más mínimos y esenciales son mercancías sometidas a la lógica del mercado y de la capacidad o no de comprarlos. Ningún derecho social, ni el más mínimo, debe ser reconocido.

Pero la propiedad que hay que promover y defender no es la de todos. Ahí se le ve a Milei su su doble vara clasista. La propiedad que debe ser garantizada es la del capitalista, permitiéndole incluso destruir el ambiente si así le conviniera. Por eso Milei se opone a cualquier sanción en este sentido. Por contraposición, el derecho básico a la propiedad de los bienes mínimos para la vida, incluyendo la comida, no tiene porqué estar garantizada, proponiendo castigar severamente al “ladrón de gallinas”.

Ante los miles que, desencantados con los partidos patronales que ya gobernaron, tienen hoy expectativas en el líder de La Libertad Avanza, tenemos que insistir que en sus planteos no hay nada de “rebelde” o “novedoso”. Es el más rancio y antiguo programa liberal-conservador, el que levantaba Alsogaray, el que llevaron adelante las dictaduras militares y, como reconoce el propio Milei, el de Menem y Cavallo y los ‘90. El mismo que nos sumió en la pobreza y la decadencia. Lo nuevo, lo auténticamente diferente, es el planteo de los que nunca gobernamos, los trabajadores y la izquierda, con un planteo opuesto por el vértice al de Milei, anticapitalista y socialista.
 
* Publicado como “Debate de dos modelos opuestos: la escuela vaticana y la escuela austríaca”, en Perfil (sábado 28 y domingo 29 de mayo).


Escribe José Castillo

En el debate organizado por Perfil, Juan Grabois, referente de Patria Grande y autoidentificado con el Papa Francisco (de hecho el título de la nota hablaba de economía “vaticana” versus economía austríaca) jamás hizo lo mínimo que se espera de cualquier referente “popular”: denunciar la peligrosidad del pensamiento de ultraderecha de Milei. Se perdió la oportunidad de hacerle acordar de sus socios políticos pro-dictadura, o del hecho de que los referentes teóricos de Milei, empezando por Friedrich Hayek, se dedicaban en su época especialmente a ensalzar a los dictadores Pinochet y Videla.

Nada de eso estuvo en la exposición de Grabois. Se enredó en complejos debates doctrinales del derecho, buscando siempre algún tipo de acuerdo o coincidencias con Milei. Incluso se felicitó cuando la encontró en que Milei “aceptaría a los manteros” porque son supuestamente parte de las bondades del libre mercado.

El problema de fondo de Grabois es que, mientras Milei es un defensor a rajatabla del capitalismo, los monopolios e incluso de la desigualdad social, él le responde cuestionando sólo los “excesos” del mercado. Y planteando un supuesto Estado compensador que aparecería para “igualar derechos de propiedad” (otra expresión que tomó del propio Milei en el debate) de aquellos que quedaron excluidos.

El planteo de Grabois terminó siendo tan tibio que, aún reconociendo que su propuesta de “ingreso mínimo universal” no garantiza ni siquiera la salida de la pobreza extrema, no propuso ni siquiera algo tan simple como un plan de obras públicas para generar trabajo genuino a los desocupados.

Quedó claro que para enfrentar a Milei y sus planteos reaccionarios, es necesaria una propuesta claramente anticapitalista, como la que encarna el Frente de Izquierda y no medias tintas como la que expresa Grabois.

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