Escribe José Castillo, candidato a legislador porteño por Izquierda Socialista/FIT Unidad
En la desesperación por entrar al ballotage y ante el hecho de que se dio a conocer el 12,4% de inflación de agosto (consecuencia de la devaluación exigida por el FMI), el gobierno peronista salió con dos medidas: el reintegro del IVA a productos de la canasta familiar por hasta 18.800 pesos, la suba del mínimo no imponible por decreto (a 1.770.000 pesos) y su virtual eliminación con el proyecto de ley presentado. Son medidas electoralistas e insuficientes (¿por qué no lo hicieron en estos cuatro años?). En el caso del IVA se parecen a las que tomó Mauricio Macri luego que perdió las PASO en 2019, cuando directamente eliminó el IVA a ciertos alimentos (recordemos que quien lo volvió a implantar fue justamente Alberto Fernández apenas asumió). Con el impuesto a las ganancias sobre el salario, el peronismo gobernante ahora asume la consigna que durante décadas venimos sosteniendo desde el sindicalismo combativo y la izquierda: el salario no es ganancia. La burocracia sindical de la CGT y las CTA, que dejó pasar sin realizar acción alguna el brutal ajuste de todos estos años, ahora movilizó al Congreso, para hacer del debate de este proyecto de ley una bandera electoral. Pero tenemos que ser claros: no llegan ni de lejos a resolver la brutal caída que vienen sufriendo todos los salarios (bajo convenio, tercerizados o informales), producto del brutal ajuste. Mientras hay grandes empresas, como Arcor, que ahora mismo están distribuyendo suculentas ganancias a sus accionistas, tenemos la realidad que la inflación llevó el costo de la canasta familiar, calculado por las y los trabajadores de ATE-Indec a 436.000 pesos. Con millones de trabajadores por debajo de este monto.
Tenemos que profundizar sobre el carácter meramente electoralista de estas medidas. No se trata, en absoluto, de un “giro” del gobierno peronista con respecto a su política de ajuste y sometimiento al FMI de todos estos años. Por si queda alguna duda, Sergio Massa también envió al Congreso el proyecto de presupuesto 2024 que contiene absolutamente todas las medidas de ajuste reclamadas en el acuerdo con el Fondo. Por si todo eso fuera poco, además acordó con Milei que el debate se congele hasta después de las elecciones (un guiño al ultraderechista que propone un ajuste “muy mayor al que propone el propio FMI”).
¿Por qué, entonces, estos proyectos? Son, evidentemente, medidas desesperadas de un peronismo que, tras casi cuatro años de gobierno y tras una frustración creciente, ve cómo se sigue incrementando la bronca popular. Ya no se trata sólo del resultado de las PASO (que lo colocó tercero) o del hecho de que las nuevas encuestas dan a Milei creciendo en el primer lugar. También están los resultados contundentes de las derrotas peronistas en Santa Fe y, este fin de semana, por paliza en el Chaco (aunque sabemos que estas elecciones no son trasladables mecánicamente a la nacional).
Por supuesto que hay muchas compañeras y compañeros preocupados ante un posible triunfo del ultraderechista Milei. Lo entendemos perfectamente. Repudiamos todas y cada uno de los planteos de La Libertad Avanza. Desde el plan “motosierra”, que no es más que despedir centenas de miles, eliminar las conquistas que llevaron décadas conseguirlas, para hacer las delicias de las patronales: tener trabajadoras y trabajadores absolutamente desprotegidos, a merced de la más absoluta superexplotación. La “dolarización” que es pulverizar al extremo los salarios y las jubilaciones. Eliminar la educación y la salud pública, transformándose en simples mercancías sólo para el que pueda pagarlas. O sacar la ESI en las escuelas, el aborto legal y todas las reivindicaciones conquistadas por el movimiento de mujeres y disidencias. Cerrar el Conicet. Entregar las Malvinas a los piratas usurpadores. Negar el genocidio de la dictadura. Sin duda hay que desenmascarar que este es el programa de Milei. Luchando desde ahora para que no se pueda imponer.
Del mismo modo, Juntos por el Cambio, con Patricia Bullrich y su ministro Melconián, tampoco ofrecen otra cosa que ajuste y mano dura contra el pueblo trabajador. Sus verdaderos objetivos quedaron claros esta semana: hablaban de quitar impuestos, pero ahora se oponen a derogar el impuesto al salario. Es que los impuestos que proponen reducir o sacar son los que afectan a las patronales y los ricos, no al pueblo trabajador y sectores populares.
Queremos responder a tantas compañeras y compañeros que nos preguntan si, ante la ultraderecha, no habría que votar a Massa “con la nariz tapada”. Les respondemos tajantemente que no. Por un lado, porque tanto Massa, como el ultraderechista Milei o Bullrich tienen una profunda coincidencia: los tres dicen claramente que van a seguir con el ajuste del FMI y los pagos de deuda, a costa de más miseria para el pueblo trabajador. Pero además porque Massa y el peronismo no serán ninguna garantía de que van a enfrentar las eventuales políticas de un Milei presidente. Ya lo vimos a Perotti diciendo que en segunda vuelta votaría a La Libertad Avanza, o a un Barrionuevo que saltó a ser “el sindicalista de Milei”. ¿Acaso hay garantías de cómo votarían los bloques peronistas ante un proyecto de eliminar el derecho al aborto?
Por todo esto, la única alternativa que propone un programa distinto, obrero y popular, es el Frente de Izquierda Unidad, con la candidatura presidencial de Myriam Bregman y Nicolás del Caño, con el “Pollo” Sobrero a gobernador en la provincia de Buenos Aires y con todas las candidaturas de luchadores a lo largo y ancho del país, entre ellos muchos de los principales referentes del sindicalismo combativo. Somos los únicos que decimos que tenemos que romper con el FMI y dejar de pagar la deuda, que ahí está el dinero para empezar a resolver las más urgentes necesidades populares. Pero además, somos los únicos que efectivamente te garantizamos salir a luchar contra cualquier medida de ajuste o quita de derechos, venga del lado de Milei o de dónde sea. Fortalecer esa opción, que haya más diputadas y diputados de izquierda en el Congreso que se opongan a estos planteos reaccionarios, eso es lo que está en juego de acá al 22 de octubre.
Por eso te invitamos a sumarte a nuestras actividades. Es un gran desafío. Estamos relanzando la campaña. Con nuevos spots que ya están circulando. Haciendo peñas y distintas iniciativas en todo el país. Participando de las luchas que se den, movilizaciones y desafíos de los próximos días. Así como lo hicimos la semana pasada, como Frente de Izquierda Unidad de la marcha a Plaza de Mayo junto con las organizaciones sociales y el sindicalismo combativo. Ahora tenemos nuevos desafíos: como la marcha del 28 en el día latinoamericano por el derecho al aborto, o el Encuentro plurinacional de mujeres y disidencias, en Bariloche el 14 y 15 de octubre, del que participaremos con nuestra agrupación Isadora Mujeres en Lucha. También tendremos la responsabilidad de defender la conquista de la combativa y democrática conducción Bordó del cuerpo de delegados del Sarmiento, pelear contra la proscripción de listas opositoras y por nuevas direcciones contra la burocracia de Sasia, en las elecciones de delegados ferroviarios fijadas para el 18 de octubre.
Vení y participá. Acercate a discutir a nuestras charlas y reuniones. Anotate como fiscal. Necesitamos muchas manos de acá a las elecciones.
Reproducimos nota de Fernando Soriano en Infobae
Rubén Darío Sobrero es candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente de Izquierda. Hijo de un delegado metalúrgico, se pasó de la Juventud Peronista al trotskismo después de un discurso de Luis Zamora en 1982. Las razones que lo llevaron a teñirse el pelo y la depresión que sufrió cuando estuvo sin trabajo. Historia de un sindicalista combativo
Mucho antes de que un compañero ferroviario le pusiera de apodo “Pollo”, Rubén Darío Sobrero fue un muchacho peronista. Hijo de un gremialista metalúrgico, criado en Haedo, fan de River Plate y de Deep Purple, atravesó la dictadura en la piel de un adolescente que bailaba rock y militaba, a pesar de la prohibición, en la Jotapé. Pintó paredes, pegó afiches, fue a reuniones clandestinas y sin embargo no llegó a consumar la acción en la campaña del candidato Ítalo Argentino Luder: antes, con los primeros brotes de la primavera democrática, abandonó la doctrina que había recibido como herencia paterna y se fue hacia la izquierda, cautivado por las propuestas de la revolución socialista.
¿Qué pasó primero? ¿Las ideas o el amor? Una casi novia, o algo más que una amante, tuvo la primera responsabilidad de su conversión. Una señorita que en 1982 le pidió que la acompañase a cumplir con un compromiso familiar. Su primo la había invitado a hacer número en un acto político de Luis Zamora en el barrio de Boedo. El partido era una novedad, no llegaba a los 400 afiliados en todo el país. Pero el fervor era notable. En el primer acto Rubén Darío escuchó y hasta sintió la tentación de pensar que estaban todos locos, sin embargo, algo le repiqueteó bajo la cabellera rubia cuando esa noche llegó a su casa.
“Hubo cosas que me impactaron. Sobre todo esto de que el patrón es tu enemigo. Me sonó fuerte lo de ‘enemigo’. Seguí yendo a las reuniones y mi cabeza explotó”, cuenta tantos años después Sobrero (61), actual Secretario General de la Unión Ferroviaria Seccional Oeste, y, a esta altura, referente icónico del partido Izquierda socialista.
Rubencito con la camiseta de River Plate en Haedo, su barrio
De aquel acto en el “antro” de Boedo a la actualidad, el “Pollo” se casó dos veces, convivió con siete mujeres, tuvo cuatro hijos, estuvo preso por error, se hundió y superó una fuerte depresión, le pegó a la Policía y recibió también unos cuantos palazos de las fuerzas de seguridad y tomó un banco en la Nochebuena, entre muchas otras aventuras. ¿La última? Su candidatura para gobernar la Provincia de Buenos Aires por el Frente de Izquierda, aunque la tiene difícil: en las PASO sacó el 3,57% de los votos, lejos del más votado, Axel Kicillof, con 36,37%.
“No nos vamos a prostituir por un voto”, avisa Sobrero. Y sigue: “Si la sociedad nos dice que tenemos que ser una ultraminoría como lo somos hace 40 años, lo seremos. Pero nos vamos a travestir políticamente hablando. No voy a cambiar mi discurso. Creo en el socialismo con democracia, en una sociedad movilizada. Seremos pacientes, nos dirán utópicos, pero no voy a mover un centímetro de mi ideología por un voto”.
A pesar de una resistencia silenciosa de su madre, la casa de los Sobrero era, por raíz paterna, de tradición peronista. “A mi abuelo la casa se la dio Perón; a mi viejo, su primer par de zapatillas se lo dio Perón. En su imaginación está directamente que se las dio él en mano. También la bicicleta”, sonríe Rubén, con un gesto de ternura para con su papá de 90 años. El Sobrero mayor fue delegado en el sindicato de supervisores metalúrgicos, y él, a los 16 años, ya trabajaba como aprendiz en la SIAM-Di Tella de San Justo.
Junto a su hermana en los años '70 vestido con un estilo de glam rock
El peronismo se llevaba en sangre, por default, ni siquiera se hablaba mucho en la casa de Haedo, no hacía falta. “Mi viejo no traía las discusiones a casa ni había fotos de Perón en el living. Pero él era un obrero peronista, fue directivo gremial porque era muy buen tipo, lo querían todos y no hizo guita, tenía el valor de la palabra, como los dirigentes de esa época. Mi viejo es un ejemplo del ascenso social del peronismo”, cuenta.
Por eso, su padre no entendió cuando su hijo le dijo que abandonaba las Veinte Verdades para irse a un partido de la izquierda trotskista. Sobrero chico tenía sus razones. “Ellos me hablaban de algo que el peronismo no, que era la lucha de clases, no creer en la conciliación de clases. Yo venía preguntándome por qué tenía que estar en un partido donde estuviera mi patrón. ¡Y Zamora me dijo eso! Me dijo lo que quería escuchar”, explica.
El país salía de la dictadura y todavía corría sangre. La herida no había cerrado ni mucho menos. Miles de jóvenes militantes, trabajadores, estudiantes, estaban desaparecidos. Otros, exiliados. En la familia, claro, creyeron que Rubén había tomado la opción por la lucha armada. “Mi viejo pensó que yo era un guerrillero. El padre de mi novia de aquel entonces me acusó de terrorista. Lo mandé a la concha de su madre. Mis viejos lloraban. ‘Estás con el ERP’. No entendían qué era el MAS”, relata.
Sobrero se hizo trotskista en los años 80 (Franco Fafasuli)
El tema escaló. Era un rumor en el barrio: Rubencito el guerrillero. En el medio, su padre estuvo al borde de la muerte después de que unos asaltantes le pegaron un tiro al entrar a robar a la casa. En esa lucha por sobrevivir, un día fue el cura del barrio a rezar al pie de la cama de Sobrero mayor.
“Y en el medio empezó a hablar de los terroristas y de los zurdos. Lo saqué a patadas en el orto. Yo era católico hasta ese momento, pero lo eché a los empujones, mi vieja lloraba y me decía que iba a ir al infierno. Es que éramos pocos del MAS y nadie nos conocía”, narra el Pollo, entre risas, sentado en el galpón de la sede porteña de la Izquierda Socialista sobre la calle México. Detrás suyo asoma un cuadro con el rostro de Nahuel Moreno, el fundador del Partido Socialista de los Trabajadores, cuyas ideas lo llevaron a él a abrazar las ideas de León Trotsky.
Para la trágica Semana Santa del 87 Sobrero ya era un militante activo del MAS. Estuvo en la Plaza de Mayo esa tarde del levantamiento porque Zamora había dicho que había que ir a bancar a Alfonsín y defender la democracia. Y también abandonó la misma Plaza un rato después, cuando Zamora dio la orden de irse, al no aceptar lo que se cocinaba adentro de la Rosada, que el Presidente negociara la obediencia debida.
El Pollo trabaja en el ferrocarril Sarmiento desde 1995: entró gracias a un aviso clasificado y al poco tiempo sus compañeros lo hicieron delegado sindical
En esa época el Pollo ya trabajaba en ENTEL, donde justamente le pusieron el apodo por el que se lo conoce. “Me casé por primera vez muy pibe, a los 19, y entonces alguien me dijo ‘sos muy pollo para casarte’”. Cuando a principios de los 90 lo echaron de la telefónica con su privatización, Sobrero inició una etapa oscura de su vida.
“Me lumpenicé”, lo sintetiza. Estuvo más de dos años sin trabajo. Ya era padre de una hija pero vivía solo, separado. Apenas pasado los 35 años, entró en una fuerte depresión. A pesar de que cada tanto hacía changas arreglando teléfonos en las casas, no tenía un mango. Tuvo que abandonar la vivienda que ocupaba y se fue a una pensión. Se sentía humillado. Iba a lo de sus padres en Haedo para que le dieran de comer y la novia de ese entonces le pasaba plata.
“Fue una época muy oscura, tomé mucho, no me bañaba, la pasé muy mal, no le deseo a nadie no tener trabajo. Perdí dos años de mi vida”, cuenta. Estaba tan mal que abandonó la militancia: “Me aislé de todo”. Intentó seguir, pero no podía con él mismo: “Me duele contarlo, una vez fui a un acto, la candidata a diputada era Patricia Walsh, entré al lugar, vi a la gente, me di vuelta y me fui. Me sentía afuera. No era más de la manada. No era un laburante. Fue terrible”.
Hasta que un día vio un aviso en los clasificados que pedía aspirantes a trabajar en el ferrocarril. Era lo que él soñaba: “periodista o ferroviario”, de eso quería trabajar. ¿Por qué? “Porque en el ferrocarril estaban los mejores militantes de la izquierda y porque el periodismo, si sos honesto, es el mejor lugar para militar ideas”.
Junto a una de sus hijas: todavía usaba el pelo con su color natural pero ya le decían Pollo
Las empresas acababan de ser privatizadas por el gobierno de Menem, y habían despedido a miles de trabajadores pero buscaban otros. Y allí fue Sobrero, con los diplomas de sus cursos sobre fibra óptica (una tecnología recién llegada por entonces) en el sobaco y la paradoja a cuestas. Y lo tomaron, pero con un contrato precario que se renovaba cada algunos meses.
Cansado por el desgaste de la militancia, traumado por su tiempo de desocupado, había decidido no retomar la vida militante. Una tarde trabajaba en unos cables en la oficina de Recursos Humanos de la empresa y escuchó que detrás suyo un jefe maltrataba a un empleado. “Firmá, negrito, porque afuera hay miles como vos que esperan tu lugar”, le dijo, entre otros insultos. Sobrero sintió ganas de pegarle, pero se contuvo. Unos días más tarde la CGT llamó a un paro y él fue uno de los únicos ocho empleados que adhirió.
La audacia llamó la atención del mismo jefe de Recursos Humanos que le preguntó qué había pasado que no fue a trabajar. “Y le respondí que sabía que me iba a echar, pero que no había soportado cómo maltrataba a mi compañero. El tipo se rió con cinismo y elogió mis ideales”, cuenta. Esperaba que no le renovaran el contrato. “Pero me salvó la burocracia”, cuenta. Los delegados de la empresa lo rescataron a cambio de convertirse, él también, en delegado. “Es esto o te echan”, le insistieron y agarró viaje.
El día de su comunión
A partir de ese momento comenzó una carrera en el sindicalismo combativo que todavía no terminó. Dice Wikipedia sobre su trayectoria: “Desde 2001 Sobrero y «la Bordó», su lista, fueron reelegidos cada dos años, por amplia mayoría. Tras diversas luchas lograron frenar los despidos y que los salarios pasaran de ser los más bajos de la historia a los mejor pagos del sector”. Con el correr de los años y las protestas, Sobrero, con su cabellera larga y dorada al mejor estilo Claudio Paul Caniggia, se convirtió en un personaje reconocido por su discurso fervoroso tanto como por su look, que abandonó hace unos meses, después de más de 20 años.
- Siempre tuve el pelo amarillo, no rubio, amarillo. Y largo.
- ¿Por qué se lo cortó ahora?
- Me quedaba con los mechones en la mano. Es la edad. Tengo 61 años. Me lo corté un montón. Ahora que recuperé la fuerza capaz que me lo dejo crecer un poco.
- ¿Cuándo se lo empezó a teñir?
- Después de un disgusto familiar del que no quiero hablar. De un día para el otro me quedó el pelo gris por el estrés. Tenía 40 años y parecía un viejo. Y la primera vez que me lo teñí me quedó naranja. Pero después se acomodó y lo mantuve toda la vida. Lo normal. Pero me corté porque me estaba quedando pelado, esa es la verdad.
Sobrero empezó a teñirse el pelo después de un problema familiar que derivó en un ataque de estrés que le encaneció su cabellera
Más de una vez Sobrero se valió de los medios para zafar de situaciones complicadas. La que mejor recuerda es la vez que con sus compañeros “tomaron” la sede central del banco que les pagaba los sueldos hasta que hicieran la transferencia. “Era 24 de diciembre, de 2002, y no habíamos cobrado. Los compañeros estaban desesperados. Llamo a la empresa y los digo que si no pagan les paro todo. Me responden que ellos habían pagado, que estaba frenado en el banco. Me mandan la transferencia. ‘Ah, son los bancos!’. Y decidimos ir a tomar el banco”, ríe.
“Entramos con todos los bombos, éramos como 50, nos subíamos a los escritorios. Cierran el banco y cae la policía. Así que empecé a llamar a los medios porque un cana me decía ‘ahora sabés cómo les vamos a dar, pendejo de mierda, me hacés esto un 24 de diciembre’. Y llamé a los movileros porque nos la iban a dar. ‘Tomamos el banco, vengan, que no nos pagaron’. Y entonces empezaron a pagar. Yo estaba sentado en el escritorio de la gerenta e iba llamando a los compañeros a ver si cobraban. Cuando cobraron, nos fuimos”, narra.
- ¿Y cómo salieron?
- Estaba lleno de canas. Llamé a conferencia de prensa para que nos rodeen ustedes, los periodistas y salí a hablar pero mientras iba caminando y me alejé y me metí en el subte y zafé.
Rubén Sobrero estuvo detenido cinco días en 2011 sospechado de haber dado la orden para prender fuego vagones de la empresa TBA: diversos sectores de la izquierda se movilizaron para pedir su liberación y fue sobreseído de la causa en 2013
Sin embargo, Sobrero sostiene que no fue la vez que peor la pasó. Recuerda dos “combates” con la Policía complicados: “Uno en 1982, en la CGT, y otro en 2002, en una protesta en la puerta de la fábrica recuperada Brukman, ese día quedé entre las piedras de los muchachos y los gases de la Policía y caí y me pisaban los mismos compañeros hasta que me salvó un compañero que me rescató tirándome de los pelos”.
También creyó que iba a morir un día de finales de septiembre de 2011 cuando la Justicia ordenó su detención, acusado de haber participado en la quema de vagones de la empresa TBA. Jamás olvidará el momento en que se le cruzaron los policías, de civil, armados con escopetas largas, en la puerta de su casa. Estaba en el auto a punto de llevar a una de sus hijas a la escuela cuando se le aparecieron los agentes y le apuntaron.
“Ya me habían pegado otra vez en la calle y nunca supimos quién fue. Habrá sido un minuto ‘quedate quieto que te fusilamos’. Y yo pensaba en mi hija. Al final me llevaron bien, me tuvieron un par de días sin decirme de qué se me acusaba y yo pensaba que me habían puesto falopa en el sindicato”, cuenta. Después se enteró las razones de su detención, hubo movilizaciones en la puerta de la sede policial donde estuvo “guardado” y salió. Casi dos años después, en enero de 2013, fue sobreseído por falta de pruebas en su contra. Él cree que fue un intento de domesticación del por entonces gobierno kirchnerista.
- ¿Cómo se lleva con la muerte? ¿Le tiene miedo?
- No quisiera morirme. La vida es hermosa y vale la pena. Amo la vida. Pero creo en la muerte digna si es necesaria. Soy un tipo afortunado. Tengo una familia bárbara, tengo cuatro hijos, uno mejor que el otro. Siempre trabajé de lo que me gustó. Nunca trabajé por descarte. Todas las parejas que tuve son divinas, excepto una o dos que me traen malos recuerdos (risas). Mi pareja actual es bárbara. Siempre milité y la militancia es vida. Creo que en el ser humano, aunque a veces me dan ganas de matarlo.
"Siempre milité y la militancia es vida" (Franco Fafasuli)
- ¿Va al médico?
- La primera vez fui a los 50 años. Le tengo miedo. Le tengo mucho miedo a las inyecciones. Le tengo pánico. Voy a una sola enfermera, la única que le tengo confianza, si no me desmayo.
- ¿Hace terapia?
- Sí, pero mi terapeuta no me quiere.
- ¿Por qué?
- Dice que estoy para el alta, pero yo quiero seguir yendo. Me dice ‘pero si estás bien’. Pero yo necesito hacer terapia. ¿Cómo hago para descargar si no?
- ¿Tenés sueños recurrentes?
- Eh (piensa). Que no veo bien y que se me caen los dientes. No sé qué significa eso.
- ¿Cree que en algún momento va a terminarse el capitalismo y será el tiempo de los socialistas?
- Claro. ¿Pero por qué no ahora? ¿Tan poca fe me tenés? Veo que no me votaste.
Escribe Adolfo Santos
Cada vez es más claro el papel que cumplen los parlamentarios de los partidos patronales en la aprobación de leyes y proyectos que atacan los intereses de la población trabajadora, de las mujeres, de la juventud, de las comunidades originarias o que perjudican el ambiente. Desde proyectos más generales como los presupuestos que recortan gastos sociales hasta la aceptación de los acuerdos con el FMI a costa del crecimiento de la pobreza que propone Massa al Congreso, son aprobados gracias a los votos de esos legisladores.
Lo mismo ocurre con los proyectos mega mineros que atacan comunidades o destruyen el ambiente, o la ley de alquileres aprobada recientemente. En todos estos casos, los únicos que se opusieron de manera sistemática y levantaron la voz desde sus bancas denunciando estos atropellos han sido los legisladores del Frente de Izquierda. Por eso es importantísimo para los trabajadores, las mujeres y disidencias, la juventud, los pueblos originarios y las luchas ambientales, elegir una importante bancada del FIT Unidad en estas elecciones.
Los parlamentarios del Frente de Izquierda no solo rechazaron los presupuestos con recortes de gastos sociales o los acuerdos con el Fondo aprobados por peronistas y la oposición patronal. También se opusieron cuando en la Cámara de Diputados se votó una reforma a la ley de alquileres, perjudicial para millones de inquilinas e inquilinos y en beneficio de los especuladores y el negocio inmobiliario. Un proyecto bochornoso al que solo se opusieron las cuatro bancas del Frente de Izquierda, denunciando a las corporaciones inmobiliarias y en defensa de las familias trabajadoras que no pueden pagar un alquiler, mucho menos acceder a una vivienda propia.
Lo mismo hicimos recientemente en Jujuy, donde solo los constituyentes del Frente de Izquierda se opusieron a la reforma constitucional reaccionaria del gobernador de Juntos por el Cambio Gerardo Morales. Un proyecto que además de favorecer las mega mineras del litio, amenaza las tierras de comunidades originarias y criminaliza las manifestaciones populares. Esa reforma fue votada por Juntos por el Cambio y el peronismo jujeño. La única bancada que no solo se opuso, sino que se retiró del recinto y se sumó a las manifestaciones callejeras que rechazaban la reforma, fue la del Frente de Izquierda.
Conclusión: solo las bancas de izquierda se colocan del lado de los intereses del pueblo trabajador. Una razón valiosa para apoyar y votar a los parlamentarios que en todo el país postula el Frente de Izquierda.
Escribe Alejandro Weis, Mesa Provincial FIT Córdoba por Izquierda Socialista
En la interna del FIT Unidad en Córdoba triunfó en las PASO por el 64% de los votos la lista encabezada por la principal referente de la izquierda provincial, Liliana Olivero (Izquierda Socialista) y PTS, frente a la de Luciana Echevarría (MST) y PO (36%). Luego, al armar la lista final integrando a las candidaturas de la lista perdedora, la principal referente del MST y actual legisladora, Luciana Echevarría, renunció a integrar la lista. Un hecho que atenta contra el Frente de Izquierda, con una clara posición para debilitarlo. Lo opuesto a lo que Echevarría dijo en los medios. Parece que el MST adoptó el lema “si ganamos nos quedamos, si perdemos boicoteamos”, un rotundo oportunismo electoralista.
En una nota firmada por Marcelo Maceira, el MST elude el cuestionamiento de Izquierda Socialista sobre por qué la supuesta “gran renovadora de la izquierda” Echevarría no participará como candidata. Dice porque se lo impidió la ley de cupo. Ridículo. En todo caso se lo impidió su divisionismo.
Al MST le correspondía el segundo candidato, que tenía que ser varón, por eso Echevarría no pudo ir en ese lugar. ¿Pero por qué Luciana no fue en otra ubicación? Aducen que “no busca ser candidata a todo”. ¿Pero habría renunciado si ganaba la interna? No creo. ¿No considera el MST que la presencia de Luciana en la lista le daría mayor fuerza? Parece que no, ya que en la larga nota que citamos el MST se la pasa diciendo que lejos de debilitar al FIT Unidad “somos el partido más activo del Frente de Izquierda, la organización más preocupada para poner al FIT Unidad a la altura de la situación”, y cosas por el estilo. Actitudes como la que criticamos muestran que su “preocupación” pasa por obtener ubicaciones que no le corresponden (por eso dividieron en las PASO) y cuando pierden se borran.
Lamentablemente los compañeros del MST dedicaron el tiempo de las elecciones burguesas para “debatir ideas sobre cuál es la izquierda que hace falta”, en vez de poner el esfuerzo en enfrentar unitariamente a los partidos patronales que nos hunden en el hambre y el sometimiento al FMI. Sería bueno que reflexionen sobre esto.
Escribe Javier Leonforte
En la reunión de organizaciones políticas, sociales, sindicales, de derechos humanos, ambientales, estudiantiles y feministas que convocamos a la jornada nacional de lucha del 14 de septiembre, se debatió un documento elaborado por la Unidad Piquetera, para leer en Plaza de Mayo y en todo el país. Desde Izquierda Socialista (con el apoyo del PTS) planteamos que el documento debía denunciar que en las elecciones de octubre habría cuatro candidaturas presidenciales patronales del ajuste y el FMI (Massa, Milei, Bullrich y Schiaretti) y señalar que hay una sola que los repudia e impulsa el programa y los reclamos que levantaremos en la movilización del 14 de septiembre, que es la fórmula de Myriam Bregman y Nicolás Del Caño del FIT Unidad. Insólitamente el PO se opuso.