Escribe Martín Fú
Participaron de nuestro congreso distintos dirigentes de partidos hermanos con los cuales compartimos la misma organización internacional, la UIT-CI (Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional).
Dio un saludo en nombre de la sección brasileña, la CST (Corriente Socialista de los Trabajadores) en el PSOL, Rosi Messias, quien estuvo presente junto a Silvia Santos y Adolfo Santos. Por la sección hermana de Bolivia, ARPT-FUERZA, habló el compañero Gonzalo Sanjines; por el MST chileno, lo hizo el compañero Abel Pardal quien participó junto a Rainier Ríos y en nombre del Socialist Core de Estados Unidos, se hizo presente un compañero. Con diversas intervenciones a lo largo de las jornadas, reflejaron y compartieron las distintas experiencias de lucha que llevan adelante nuestros partidos y grupos hermanos contra el capitalismo y el imperialismo.
Enviaron un saludo el PSL (Partido Socialismo y Libertad) de Venezuela y el MAS (Movimiento al Socialismo) de México, entre otros.
Daniel Ortega fue uno de los dirigentes principales que en 1979 encabezó la insurrección armada del pueblo nicaragüense, con el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) contra la dictadura de Somoza.
Hoy masacra a los hijos y nietos de aquel pueblo insurrecto de 1979. Ello es consecuencia de las políticas de alianza con los capitalistas que el sandinismo instrumentó desde su conquista del poder, y que impidieron que en Nicaragua se avanzara hacia el socialismo.
La insurrección popular de 1979 destruyó al ejército burgués somocista y produjo un desbande de los sectores empresariales asociados a la dictadura de Somoza. Se abrió entonces la posibilidad cierta de avanzar en la construcción de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, y que se tomara el camino hacia una Nicaragua socialista. Sin embargo, el sandinismo siguió los consejos de Fidel Castro, que dijo “no hagan una nueva Cuba” (discurso del 26 de julio de 1979) y estableció un gobierno de unidad nacional con sectores de la burguesía tradicional. Fue así como la burguesía, que había perdido su ejército por la insurrección, fue recomponiendo su poder aliándose a los comandantes sandinistas. Se formó un nuevo ejército burgués y el FSLN respetó la propiedad burguesa. Siguió la sumisión al FMI y los bancos extranjeros aceptando el compromiso de pagar la deuda fraudulenta de la dictadura.
Otros sectores burgueses y ex militares somocistas iniciaron una feroz rebelión armada, apoyados y financiados por el imperialismo yanqui, que fue derrotada en un enorme esfuerzo de movilización del pueblo nicaragüense. Pero aun así el gobierno del FSLN no tomó medidas contra la burguesía.
Todo esto posibilitó que la burguesía estuviera en capacidad de derrotar al FSLN en las elecciones de 1990 y retomar el control del Estado durante quince años, hasta las elecciones de noviembre de 2006 cuando el FSLN, con Daniel Ortega nuevamente a la cabeza, volvió al poder.
Escribe Miguel Lamas
La corriente trotskista encabezada por Nahuel Moreno participó en la lucha militar contra la dictadura con una brigada internacionalista, la Simón Bolívar. Fue impulsada desde Bogotá, adonde estaba exiliado Nahuel Moreno, con el PST (Partido Socialista de los Trabajadores) de Colombia, que encabezaba una campaña sistemática de apoyo a la lucha contra la dictadura de Somoza y de solidaridad con el FSLN para que triunfase y encabezara un gobierno propio, sin burgueses.
En junio de 1979 comenzó el reclutamiento y entrenamiento en Bogotá. Más de mil voluntarios se anotaron en pocos días. Se financió con colectas de sindicatos, otras organizaciones y mucha gente que contribuía en las alcancías.
Fue integrada por brigadistas colombianos, panameños, costarricenses, exiliados nicaragüenses, argentinos (Nora Ciapponi y Miguel Sorans, entonces dirigentes del PST antecesor de Izquierda Socialista) y de otras nacionalidades.
Muchos fueron incorporados individualmente a las filas del ejército sandinista en el Frente Sur y participaron en los sangrientos enfrentamientos que se dieron contra los últimos focos de resistencia de la Guardia Nacional somocista. Hubo numerosos heridos y tres cayeron en combate. Sobre la costa atlántica, en la ciudad de Bluefields, la derrota de los somocistas y la toma de la ciudad estuvo directamente en manos de una columna independiente de combatientes de la Simón Bolívar.
Derrocada la dictadura, la brigada se dedicó a apoyar la formación de nuevos sindicatos, 110 organizaciones en Managua y Bluefields, junto al apoyo a las milicias barriales armadas.
La política de la dirección de la brigada era impulsar la movilización y el poder obrero y campesino independiente vía esos sindicatos y esas milicias. Proponía un gobierno sandinista sin capitalistas, para avanzar en la expropiación de los terratenientes y la burguesía y apoyar el proceso revolucionario de El Salvador. La política de Ortega y la dirección del FSLN era la opuesta.
Por eso finalmente el FSLN expulsó a la brigada. Los brigadistas fueron detenidos y enviados a Panamá y ahí encarcelados. Los comandantes sandinistas habían reivindicado públicamente a la Simón Bolívar. Pero, después del triunfo y de su participación en la lucha por derrotar a Somoza, el FSLN quería acabar con las milicias populares, controlar burocráticamente la naciente organización sindical, gobernar con y para la burguesía y no extender la lucha a El Salvador. Pasados 39 años los resultados de la política del FSLN están la vista.
Escribe Miguel Lamas
En Nicaragua estalló una rebelión popular encabezada por la juventud, contra el gobierno “sandinista” de Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta, Rosario Murillo. La ola de protestas fue consecuencia de la aprobación de una reforma previsional aconsejada por el FMI. Fueron tan masivos la movilización y el repudio popular que el represor gobierno de Ortega tuvo que dar marcha atrás y anunciar su derogación. Reproducimos extractos de la nota escrita por Miguel Ángel Hernández, dirigente del Partido Socialismo y Libertad de Venezuela, sección de la UIT-CI. (*)
[...] La reforma en el Instituto Nicaragüense de Seguro Social (INSS) aumentaba los aportes de los trabajadores y del sector privado y establecía una reducción de 5% de las pensiones para los jubilados. Un ataque brutal contra los trabajadores y jubilados en el segundo país más pobre de América latina.
Estas medidas están a tono con los planteamientos que hace el FMI para ajustar las economías, haciéndole pagar a los trabajadores y los pueblos las consecuencias de la crisis creadas por los gobiernos, empresarios y corruptos.
Como socialistas internacionalistas repudiamos enérgicamente la brutal represión llevada a cabo por las fuerzas de seguridad del gobierno junto a bandas paramilitares “sandinistas”. Respaldamos la movilización de los jóvenes y el conjunto del pueblo nicaragüense que salió a las calles de las principales ciudades del país.
Lo que está sucediendo en Nicaragua es una nueva evidencia de la debacle de los supuestos gobiernos progresistas o de “centroizquierda”. Gobiernos de medias tintas y patas cortas que no tienen nada que ver con el socialismo ni la izquierda. Gobiernos que siguen siendo capitalistas, pero con un doble discurso pseudopopular o de izquierda, mediante el cual pretenden engañar y presentarse como antiimperialistas, con el objetivo de intentar embaucar a sectores importantes de la juventud y de los pueblos. Ejemplos de ello son el gobierno de Maduro en Venezuela; el del peronismo kirchnerista en Argentina; los de Lula, Dilma y el PT en Brasil, o Syriza en Grecia. Pero que en la práctica aplican medidas de ajuste contra los pueblos y reprimen cualquier disenso o protesta. Como ocurrió el pasado año en la rebelión popular que se desató en Venezuela contra Maduro, y hoy contra Ortega.
El de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, es un gobierno burgués que aplica las recetas del FMI contra su pueblo que utiliza las banderas y símbolos del sandinismo y la revolución de 1979, como un recurso propagandístico para mantenerse en el poder mediante la represión, el control arbitrario de todas las instituciones del régimen y la realización de elecciones fraudulentas.[...] El FSLN se alió con los sectores más derechistas en el Congreso para aprobar una ley que penalizaba el aborto terapéutico que ni el mismo Somoza se había atrevido a derogar. Esto fue parte de los acuerdos con la iglesia católica y el reaccionario cardenal Obando y Bravo, amigo personal de la esposa de Ortega, quien es una fanática católica, conocida como “La Bruja” por sus prácticas religiosas y esotéricas.
El gobierno de Ortega, que ya lleva en esta semana 30 personas asesinadas, más de 60 heridos y 43 desaparecidos y decenas de detenidos, es un régimen dictatorial.
Es un gobierno que apela al discurso hueco del antiimperialismo pero que en realidad mantiene tratados de libre comercio con Estados Unidos, los países de Centroamérica, Unión Europea, Taiwán, Venezuela, República Dominicana y Chile.
Más allá del discurso pseudoantiimperialista, es el mayor socio comercial de Estados Unidos, a donde se dirigen dos tercios de sus exportaciones y de donde proviene al menos un cuarto de las importaciones. Pero su alianza fundamental es con el capitalismo chino, con quien proyecta construir un canal interoceánico, en cuya construcción participarán varias transnacionales chinas.
Las protestas que se desarrollaron en Nicaragua contra la reforma previsional son expresión del odio generalizado de la juventud y del pueblo nicaragüense contra el gobierno de doble discurso de los Ortega-Murillo, por todo lo que pone en evidencia la experiencia frustrada de la revolución nicaragüense.
La única salida hoy en Nicaragua es continuar la movilización popular y apostar a la construcción de una alternativa socialista revolucionaria en la lucha. La derogación de la reforma ha sido una gran victoria de la movilización y fortalece las luchas por venir de la juventud y el pueblo nicaragüense. La pelea no termina aquí sino que recién comienza. Nuevas movilizaciones abrirán el camino para sacar al gobierno represor y antipopular de Daniel Ortega e imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo que rompa sus lazos con el FMI y el imperialismo e instrumente un plan económico de emergencia obrero y popular al servicio de la juventud, los trabajadores y sectores populares.
(*) Ver versión completa en www.uit-ci.org
Escribe Miguel Sorans*
Este es el reclamo de miles de campesinos y estudiantes que desde fines de abril no dejan de movilizarse en las calles de Managua y toda Nicaragua. Que se vayan Daniel Ortega, su señora Rosario Murillo y todo el gobierno. Pese a que Ortega cedió en su plan de reforma a las jubilaciones, el pueblo nicaragüense no ha dejado de movilizarse. Está en curso un proceso revolucionario que puede terminar con la caída del régimen represivo.
El pueblo nicaragüense grita en las calles “Ortega, Somoza son la misma cosa”. Este es el final de quienes hace casi cuarenta años encabezaron una revolución para derribar al dictador Somoza. En Masaya, Matagalpa, León, Estelí y en todas las ciudades que fueron la base social del sandinismo, se han producido bloqueos de ruta o se levantan barricadas. En las universidades también sucede lo mismo. Miles de campesinos se movilizaron a Managua donde se produjo una marcha que fue una marea humana. La policía y los grupos armados del orteguismo no cesaron de reprimir y matar. Se calculaba a mediados de mayo 53 muertos, centenares de heridos y algunos desaparecidos.
Los estudiantes son una vanguardia clara. Hasta ahora no surge una nueva dirección política ni nuevas organizaciones. Pero el proceso puede dar lugar al surgimiento de lo nuevo. Mientras tanto hay un desborde de masas. La burguesía nica, la Iglesia y el ejército están preocupados de que se profundice la movilización y caiga Ortega en medio de una revolución que no controlen. Que se produzca algo semejante a lo que fue el fin de Kadafi en Libia y otras dictaduras seudopopulares en el norte de África en 2011.
Por eso la Iglesia Católica y su Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), vieja aliada de Ortega, buscan con una “mesa de diálogo” salvar al régimen o dar una salida pactada que evite la continuidad de la movilización revolucionaria. Algo parecido a lo que hicieron el Vaticano y personajes como el socialdemócrata español José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela. Mesas de “diálogo” que contribuyeron a salvar a Maduro de su caída. Las propias fuerzas armadas tomaron distancia de Ortega reclamando no entrar en la represión y exigiendo diálogo. Es sintomático que el ex comandante y ex jefe del Ejército Humberto Ortega, hermano de Daniel y hace años retirado de la política, haya alertado sobre el peligro de un “colapso”. Se dice que Humberto, “que ha criticado en varias ocasiones al gobierno de su hermano”, envió días atrás una carta al Comando Sur de Estados Unidos, al Departamento de Estado y a los jefes de Defensa de Centroamérica, en la que advertía el peligro de un “colapso” en el país y la necesidad “de que el Ejército de Nicaragua siga firme en su carácter profesional no partidista y patriótico” (Clarín, 14/5).
Los estudiantes y amplios sectores populares tienen una lógica desconfianza del resultado de este diálogo. Muchos han señalado su oposición, incluso en las calles con pancartas que dicen “No hay diálogo sin justicia”. Desde ya que se trata de una maniobra para desmovilizar y buscar un nuevo pacto con Ortega o un recambio para salvarlo de sus crímenes y seguir con una Nicaragua al servicio de los de arriba. El camino es seguir la movilización revolucionaria popular, repudiando el diálogo tramposo hasta derribar al régimen patronal y represivo de Ortega y luchar por lograr un gobierno de los de abajo, de la clase trabajadora, de los campesinos y la juventud.
*Fue integrante de la brigada de combatientes latinoamericanos Simón Bolívar que combatió en 1979 contra la dictadura de Somoza. Actualmente es dirigente de Izquierda Socialista/FIT de la Argentina y de la UIT-CI.