Escribe Miguel Angel Hernández, dirigente del PSL de Venezuela y de la UIT-CI
Ya ha pasado un año y cinco meses desde que se declaró la pandemia del Covid-19. En ese período, más de 200 millones de personas se han contagiado en todo el mundo y la cifra de fallecidos asciende a cuatro millones y medio.
Gracias a la investigación científica y a los grandes aportes financieros públicos, en tiempo récord se pudieron tener en el mercado varias vacunas contra el Covid-19.
No obstante, la pandemia no cede. Nuevas olas de contagios se producen en todo el mundo mientras aparecen cepas más contagiosas, potencialmente inmunes a las vacunas existentes, como la Delta, extendida en todo el mundo. Cabe preguntarse, ¿por qué persiste la pandemia?
Lo que no permite que se derrote definitivamente al Covid-19 es que sigue sin haber una vacunación generalizada en todo el mundo. Hay una gran desigualdad en la distribución de las vacunas entre los países capitalistas más ricos y los más pobres, lo que imposibilita que se produzca la “inmunidad de rebaño”.
Esto es consecuencia de que se mantiene el monopolio de las patentes por parte de las grandes transnacionales farmacéuticas que controlan la elaboración de las vacunas. Esto impide un incremento de la producción mundial y el acceso masivo por parte de todos los países.
El apartheid de vacunas
Según Our World in Data, se habrían inoculado 5.100 millones de dosis. Unas tres mil millones de personas, 33% de la población mundial, ya cuentan con al menos una dosis. Pero esta cifra es engañosa, esconde la gran desigualdad en la distribución mundial de las vacunas. El 80% de las vacunas administradas, más de 3.000 millones, se han aplicado en países capitalistas ricos o de ingresos medios.
En una nota publicada en abril de este año en nuestra revista Correspondencia Internacional* decíamos que se estaba produciendo un “apartheid de vacunas” producto de la acumulación de millones de dosis en los países capitalistas más ricos en detrimento de los más pobres. Esa desigualdad en la distribución mundial de las vacunas aún se mantiene.
En la Unión Europea 75% de la población adulta ya cuenta con al menos una dosis . En América del Norte (Estados Unidos y Canadá), la primera dosis alcanzó a más de la mitad de la población a comienzos de agosto (52,75 por ciento). América latina también obtuvo ese porcentaje (51,16%), pero la vacunación se concentra solo en algunos países, mientras que otros, como Perú, Bolivia, Honduras o Guatemala, no han vacunado siquiera a 30% de su población con una dosis. Y hay casos extremos, como Nicaragua, que solo tiene 6,22% de su población con por lo menos una dosis; o Haití, que apenas comenzó su campaña de vacunación el pasado 15 de julio y hasta ahora ha vacunado a 0,22% de su población y solo 341 personas tienen el esquema completo. Y Venezuela, que ha vacunado al 11% de su población con al menos una dosis, el porcentaje más bajo de Sudamérica.
La situación de Europa, Estados Unidos y Canadá contrasta con África, donde con una dosis solo se ha vacunado a 3,71% de sus 1.200 millones de habitantes y 1,58% solamente tiene el esquema completo. Con países como Tanzania, que recién a principios de agosto inició su campaña de vacunación, y Burundi y Eritrea, donde ni siquiera hay vacunas.
Por la eliminación de las patentes y presupuesto para la salud
Mientras las potencias imperialistas imponen planes de ajuste a los países en alianza con el FMI, el Banco Mundial y los distintos gobiernos burgueses, los países más pobres solo reciben migajas a través de donaciones de vacunas e insumos sanitarios y mezquinas ayudas humanitarias retaceadas.
La pandemia, que ha matado a millones de personas trastocando la vida de trabajadores, trabajadoras y sectores populares en todo el mundo, no puede seguir siendo “administrada” como un negocio por los CEOs de las grandes farmacéuticas. Desde la UIT-CI venimos planteando que la única forma de lograr la vacunación de la población en cada país y a nivel global para llegar a la “inmunidad de rebaño” es eliminando las patentes de las vacunas hoy en manos de las grandes transnacionales farmacéuticas. Propiciando que todos los laboratorios y científicos del mundo puedan producir a máxima capacidad, todas las vacunas que sean necesarias. Estamos en una situación de emergencia y se requieren medidas de emergencia para enfrentarla. Esta es la única forma de lograr vacunas para todas y todos.
Simultáneamente con esto, proponemos que haya más presupuesto para la salud; salarios para las trabajadoras y trabajadores sanitarios; más camas UCI; recursos tecnológicos para atender a los pacientes, respiradores y medicinas preventivas.
* Ver www.uit-ci.org
Escribe Miguel Angel Hernández, dirigente del PSL de Venezuela y de la UIT-CI
Mientras muchos países hacen malabares para conseguir vacunas y millones de personas en los países más pobres no han sido vacunados, las grandes transnacionales farmacéuticas ganan millones de dólares.
Las vacunas contra el Covid-19 se convirtieron en un gran negocio. Las ganancias de los laboratorios crecen a un ritmo vertiginoso que supera todas las expectativas, agregando nuevos milmillonarios a la lista. Pfizer, Astrazeneca y Johnson & Johnson pagaron, en mayo pasado, 26.000 millones de dólares de ganancias a sus accionistas.
Pfizer ganó en el primer semestre de 2021, 9 mil 234 millones de dólares, mientras que en el mismo período del 2020 sus ganancias fueron de 1.247 millones de dólares. La transnacional norteamericana creció 92% en tan sólo un año.
Moderna, con su primera vacuna en el mercado, es un ejemplo de lo tremendamente lucrativo que para estas grandes empresas ha resultado el Covid-19. Esta biotecnológica tuvo un ingreso en el segundo trimestre del presente año de 4.354 millones de dólares, frente a apenas 66 millones de dólares que obtuvo en el mismo periodo del pasado año. Esto representa un incremento de 6.300% en sus ganancias con respecto al mismo periodo del 2020. Del total de sus ingresos en el presente año, 4.197 millones de dólares corresponden a la vacuna contra el nuevo coronavirus, lo cual es casi el 100% de la facturación total.
Johnson & Johnson, ganó en el primer semestre de este año la bicoca de 23.300 millones de dólares, lo que representa un crecimiento de 27.1% respecto al segundo trimestre del 2020.
AstraZeneca, triplicó este año las ganancias de su vacuna desarrollada en conjunto con la Universidad de Oxford, en relación al segundo trimestre del 2020. Sus ingresos ascendieron a 890 millones de dólares.
Las proyecciones hechas por los analistas son muy halagüeñas para las farmacéuticas. Moderna podría facturar al cierre del 2021, 23 veces más de lo que facturó el año pasado. Pfizer podría terminar el año con ganancias por 33.500 millones de dólares, sólo por la vacuna del Covid-19, y con ingresos totales entre 78.000 y 80.000 millones de dólares. En Johnson & Johnson esperan cerrar el año con ganancias entre 93.800 y 94.600 millones de dólares. Mientras que las expectativas con AstraZeneca es que cierre el 2021 con un 45% más de ingresos que el pasado año.
Todos estos datos reflejan el gran potencial de ganancias que aún pueden dar las vacunas contra el Covid-19, si tomamos en cuenta que es muy probable que por el avance de las nuevas cepas, se deba colocar una tercera dosis de la vacuna o incluso refuerzos cada dos años, para lo que ya las farmacéuticas se están preparando. Aunque no lo digan públicamente, es evidente que a quienes más beneficiaría la persistencia de la pandemia es a los grandes laboratorios.
Pero el hecho de que sus ganancias crezcan no significa que los precios de las vacunas desciendan. Ya se han comenzado a producir incrementos en algunas vacunas. La de Pfizer costaba 17 dólares, ahora está costando 23 dólares, mientras que la de Moderna que estaba valorada en 22 dólares, ahora incrementó su valor hasta 30 dólares.
Tras veinte años de ocupación, los yankis se retiraron derrotados de Afganistán. Un nuevo fracaso del imperialismo en su papel de “gendarme mundial”. Deja un país en ruinas. El poder quedó en manos de los talibanes, un movimiento político religioso islámico ultrarreaccionario. Un monstruo originariamente creado por el propio imperialismo que en los años ´80 los financió para hacer una guerrilla contra la invasión de la ex URSS. Luego de derrotada la invasión y caída la URSS, los Estados Unidos y el Pentágono perdieron su control.
Cuando los talibanes gobernaron entre 1996 y 2001, impuso una dictadura burguesa islámica, un gobierno teocrático brutalmente represivo en primer lugar contra las mujeres. Ahora los talibanes pretenden terminar de liquidar las parciales libertades del pueblo y los derechos de las mujeres que serán resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por las mujeres y por las demás etnias que pueblan el país. Miles salieron a las calles, por ejemplo, el 19 de agosto a defender la bandera afgana en el día de la independencia nacional de los ingleses y fueron reprimidos por los talibanes.
Las imágenes de mujeres desesperadas junto a sus hijas intentando huir en el aeropuerto de Kabul no deja de conmover al movimiento de mujeres del mundo entero, quienes nos solidarizamos con la resistencia afgana al régimen talibán. Las que intentan huir lo hacen porque todavía está presente el recuerdo de cuando gobernaban los talibanes en la década del ‘90 aplicando una interpretación radical del Corán en la que se les prohibía salir a las mujeres a la calle sin acompañamiento de un varón y sin el burka (que las cubre de la cabeza a los pies) como así también, la imposibilidad de estudiar o trabajar fuera del hogar. Entre otras atrocidades.
En veinte años de ocupación imperialista, tanto Estados Unidos como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han bombardeado el territorio matando civiles y vulnerando sistemáticamente los derechos humanos. Una intervención que ha expulsado de sus casas a millones de personas afganas y ante las cuales la Unión Europea ha cerrado sus fronteras sistemáticamente, externalizando en otros países, como Turquía, el control migratorio y condenando a millones en campos de refugiados con condiciones de vida infrahumanas. Y a quienes han conseguido ingresar, les han negado sus derechos fundamentales para poder explotarlas todavía más. De hecho, portavoces del imperialismo como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, advirtió que su objetivo es frenar el evidente aumento del flujo migratorio hacia Europa.
Denunciamos y rechazamos esta política y defendemos la apertura de fronteras con plenos derechos. Por todo esto es evidente que la solución para las mujeres, en particular, y el pueblo afgano, en general, no viene por el lado del imperialismo yanki que invadió y destruyó el país. Pero tampoco por el lado de los talibanes y su movimiento fundamentalista y misógino.
Con el control militar en todo el país, el movimiento islamista talibán se propone establecer un Estado teocrático bajo su interpretación ultrarreaccionaria del Islam y la ley sharia, que denominaría el Emirato Islámico de Afganistán. Con el uso instrumental de una religión, impondría un retroceso en las libertades y derechos de las mujeres afganas, que reforzaría la opresión y la desigualdad propia de las relaciones sociales patriarcales del capitalismo. Con el impedimento del trabajo fuera de la casa, la prohibición de mostrar alguna parte de su cuerpo o usar maquillaje, hablar o reír en público, la no participación en actividades deportivas, entre otras que ya fueron implementadas cuando gobernaron anteriormente.
Apostamos a que la respuesta de las mujeres afganas no se haga esperar ante el control sobre sus vidas, trabajos y cuerpos. Valoramos la organización y la protesta con manifestaciones y marchas en rechazo a la pérdida de sus libertades y derechos que se enfrentan con una valentía admirable a la presencia armada de milicianos del régimen talibán que vigilan las calles y están encargados de imponer el nuevo orden ultrarreaccionario.
Llamamos a la solidaridad internacional con las mujeres y con todo el pueblo afgano en su lucha contra el nuevo gobierno para impedir que se vuelva a la represión de los años ´90 y para lograr su independencia, igualdad y libertad. Sabemos que solamente con un gobierno de la clase trabajadora que avance al socialismo con plenos derechos se podrá garantizar verdaderamente la libertad del pueblo afgano, para las mujeres y las disidencias.
Como feministas socialistas abrazamos toda forma de resistencia y de la organización de las mujeres afganas contra los talibanes. La lucha de las mujeres afganas también es nuestra lucha. Denunciamos que la ultraderecha y la derecha en distintos países de occidente mantienen un sólido apoyo a movimientos religiosos fundamentalistas evangélicos y católicos que desarrollan una política patriarcal ultrarreaccionaria en contra de las mujeres, que niega el carácter político de la violencia de género, cuestiona y anula la educación sexual y reproductiva, desestima la discriminación laboral por razones de género, rechaza la legalización del aborto, minimiza e incluso justifica los abusos sexuales, se opone al reconocimiento del trabajo reproductivo, ridiculiza la repartición igualitaria del trabajo de cuidado y el abandono paterno.
Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) llamamos al conjunto del movimiento internacional de mujeres a acompañar esta lucha y rodearla de solidaridad para que triunfe contra la dictadura teocrática y contra toda injerencia imperialista.
#TodasSomosAfganas
Mujeres de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
20/8/2021
El lunes 23 de agosto se llevó a cabo un acto frente a la Cancillería en solidaridad con el pueblo afgano y en especial con las mujeres y disidencias de ese país. El mismo fue convocado por la agrupación de Mujeres Isadora e Izquierda Socialista/FIT Unidad bajo la consigna “Ni régimen talibán ni injerencia imperialista”.
De la actividad participaron varias candidatas de Izquierda Socialista del Frente de Izquierda Unidad lista 1A Unidad de la Izquierda. La diputada nacional Mónica Schlotthauer, la legisladora porteña Mercedes de Mendieta y la candidata Mercedes Trimarchi fueron recibidas por el embajador Pablo Tettamanti a quien le entregaron una carta en la que se exige el no reconocimiento del gobierno talibán.
En el acto que se realizó en las puertas de la Cancillería se enfatizó que, tras veinte años de ocupación imperialista, los yankis se retiran derrotados y dejan un país en ruinas. Ahora el poder quedó en manos de los talibanes, un movimiento político religioso islámico ultrarreaccionario que se ensaña contra las mujeres y niñas y que cuando gobernaron durante la década de los ´90 prohibieron que ellas estudien o trabajen fuera del hogar, debido a una interpretación radical del Corán. Desde el feminismo socialista abrazamos toda forma de resistencia y organización de las mujeres afganas contra los talibanes y la injerencia imperialista.
Mujeres de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
Tras veinte años de ocupación, los yankis se retiraron derrotados de Afganistán. Un nuevo fracaso del imperialismo en su papel de “gendarme mundial”. Deja un país en ruinas. El poder quedó en manos de los talibanes, un movimiento político religioso islámico ultrarreaccionario. Un monstruo originariamente creado por el propio imperialismo que en los años 80 los financió para hacer una guerrilla contra la invasión de la ex URSS. Luego de derrotada la invasión y caída la URSS, los Estados Unidos y el Pentágono perdieron su control.
Cuando los talibanes gobernaron entre 1996 y 2001, impuso una dictadura burguesa islámica, un gobierno teocrático brutalmente represivo en primer lugar contra las mujeres. Ahora los talibanes pretenden terminar de liquidar las parciales libertades del pueblo y los derechos de las mujeres que serán resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por las mujeres y por las demás etnias que pueblan el país. Miles salieron a las calles, por ejemplo, el 19 de agosto a defender la bandera afgana en el día de la independencia nacional de los ingleses y fueron reprimidos por los talibanes.
Las imágenes de mujeres desesperadas junto a sus hijas intentando huir en el aeropuerto de Kabul no deja de conmover al movimiento de mujeres del mundo entero, quienes nos solidarizamos con la resistencia afgana al régimen talibán. Las que intentan huir lo hacen porque todavía está presente el recuerdo de cuando gobernaron los talibanes en la década del ‘90 aplicando una interpretación radical del Corán en la que se les prohibía salir a las mujeres a la calle sin acompañamiento de un varón y sin el burka (que las cubre de la cabeza a los pies) como así también, la imposibilidad de estudiar o trabajar fuera del hogar. Entre otras atrocidades.
En veinte años de ocupación imperialista, tanto Estados Unidos como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han bombardeado el territorio matando civiles y vulnerando sistemáticamente los derechos humanos. Una intervención que ha expulsado de sus casas a millones de personas afganas y ante las cuales la Unión Europea ha cerrado sus fronteras sistemáticamente, externalizando en otros países, como Turquía, el control migratorio y condenando a millones en campos de refugiados con condiciones de vida infrahumanas. Y a quienes han conseguido ingresar, les han negado sus derechos fundamentales para poder explotarlas todavía más. De hecho, portavoces del imperialismo como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, advirtió que su objetivo es frenar el evidente aumento del flujo migratorio hacia Europa.
Denunciamos y rechazamos esta política y defendemos la apertura de fronteras con plenos derechos. Por todo esto es evidente que la solución para las mujeres, en particular, y el pueblo afgano, en general, no viene por el lado del imperialismo yanki que invadió y destruyó el país. Pero tampoco por el lado de los talibanes y su movimiento fundamentalista y misógino.
Con el control militar en todo el país, el movimiento islamista talibán se propone establecer un Estado teocrático bajo su interpretación ultrarreaccionaria del Islam y la ley sharia, que denominaría el Emirato Islámico de Afganistán. Con el uso instrumental de una religión, impondría un retroceso en las libertades y derechos de las mujeres afganas, que reforzaría la opresión y la desigualdad propia de las relaciones sociales patriarcales del capitalismo. Con el impedimento del trabajo fuera de la casa, la prohibición de mostrar alguna parte de su cuerpo o usar maquillaje, hablar o reír en público, la no participación en actividades deportivas, entre otras que ya fueron implementadas cuando gobernaron anteriormente.
Apostamos a que la respuesta de las mujeres afganas no se haga esperar ante el control sobre sus vidas, trabajos y cuerpos. Valoramos la organización y la protesta con manifestaciones y marchas en rechazo a la pérdida de sus libertades y derechos que se enfrentan con una valentía admirable a la presencia armada de milicianos del régimen talibán que vigilan las calles y están encargados de imponer el nuevo orden ultrarreaccionario.
Llamamos a la solidaridad internacional con las mujeres y con todo el pueblo afgano en su lucha contra el nuevo gobierno para impedir que se vuelva a la represión de los años 90 y para lograr su independencia, igualdad y libertad. Sabemos que solamente con un gobierno de la clase trabajadora que avance al socialismo con plenos derechos se podrá garantizar verdaderamente la libertad del pueblo afgano, para las mujeres y las disidencias.
Como feministas socialistas abrazamos toda forma de resistencia y de la organización de las mujeres afganas contra los talibanes. La lucha de las mujeres afganas también es nuestra lucha. Denunciamos que la ultraderecha y la derecha en distintos países de occidente mantienen un sólido apoyo a movimientos religiosos fundamentalistas evangélicos y católicos que desarrollan una política patriarcal ultrarreaccionaria en contra de las mujeres, que niega el carácter político de la violencia de género, cuestiona y anula la educación sexual y reproductiva, desestima la discriminación laboral por razones de género, rechaza la legalización del aborto, minimiza e incluso justifica los abusos sexuales, se opone al reconocimiento del trabajo reproductivo, ridiculiza la repartición igualitaria del trabajo de cuidado y el abandono paterno.
Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) llamamos al conjunto del movimiento internacional de mujeres a acompañar esta lucha y rodearla de solidaridad para que triunfe contra la dictadura teocrática y contra toda injerencia imperialista.
#TodasSomosAfganas