Sep 03, 2024 Last Updated 11:24 PM, Sep 2, 2024

Escribe Gabriel Massa

La llegada a la presidencia mexicana de Andrés Manuel López Obrador (conocido por sus iniciales, AMLO) ha sido presentada por la prensa mundial como un “giro a la izquierda” en la política de ese país. Los medios denominados “progresistas” escriben largas editoriales, o lo muestran en su ceremonia de asunción con los pueblos originarios.

Buscan de esa manera revitalizar a la ya muy golpeada ola “chavista” del “socialismo del siglo XXI”, “nacional y popular” o de los llamados gobiernos progresistas, varios de los cuales ya no gobiernan, repudiados por votos castigo a sus políticas antipopulares, o aplican el ajuste en sus propios países en medio de la más feroz represión, como los casos de Ortega en Nicaragua, o Maduro en Venezuela. El propio AMLO invitó a su asunción al mismísimo dictador Nicolás Maduro, que tuvo que escuchar fuertes repudios a su presencia.
¿Se trata de un nuevo gobierno que, así sea tímidamente, va a iniciar una política independiente del imperialismo yanqui y a favor de las clases populares? La realidad es otra.

Así lo expresa el artículo “AMLO impone continuidad e impunidad”, publicado en la edición 410, noviembre-diciembre de 2018, de El Socialista, periódico de nuestra organización hermana mexicana, el Movimiento al Socialismo (MAS), miembro de la Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI), algunos de cuyos párrafos reproducimos a continuación:

“A pocos días de asumir la presidencia de México, López Obrador (AMLO) ha dado una muestra más de continuidad a las medidas y políticas neoliberales que más afectan a nuestra nación, pues además de no modificar las contrarreformas impuestas por Peña Nieto a favor de los grandes capitales, salvo la educativa, decidió frenar los cambios […]

Nuestra soberanía nacional fue tremendamente lesionada con la reforma energética, al ser un país productor de petróleo, permitiendo la apropiación de su explotación a las grandes transnacionales. Además ha decidido aceptar alegremente a un grupo de “consejeros” de la oligarquía mexicana, encabezados por Salinas Pliego. […]

Y en forma aparentemente contradictoria, decidió cancelar el nuevo aeropuerto internacional en Texcoco, apoyándose en una consulta nacional sumamente cuestionada por sus enormes limitaciones. Pero en realidad lo fundamental fue la negociación alcanzada con el multimillonario Carlos Slim, quien declaró que no veía problema en invertir en el aeropuerto en Santa Lucía, como propuso López Obrador. […] Al tomar esa decisión, prometió no afectar a ninguna de las empresas que venían construyendo en Texcoco y negociar con ellas para extender sus contratos en Santa Lucía. Es la misma fórmula: tranquilizar a las grandes empresas capitalistas, nacionales y transnacionales, garantizándoles continuar con los grandes negocios. Y ya está por arrancar otro jugoso negocio para las constructoras y transnacionales: el Tren Maya, donde repetirá en pocos días una nueva “consulta” con ese y otros temas. […]

Mientras tanto la clase trabajadora tendramos que seguir sobreviviendo con salarios de miseria, controlados por sindicatos charros (burocráticos) o directamente por Contratos de Protección Patronal, pues el gobierno de AMLO no eliminará la contrarreforma laboral del 2012. […]

Como bien señalan nuestros compañeros del MAS, ante la nueva presidencia de AMLO, lo que se requiere es reorganizar a la clase trabajadora, sobre nuevas bases, realmente democráticas, clasistas, independientes del gobierno y combativas. Para ello, dicen correctamente nuestros compañeros, “es urgente la construcción de una verdadera alternativa política de izquierda, socialista y revolucionaria, en la que estamos empeñados, para que se proponga cambiar de raíz este país para terminar realmente con la enorme desigualdad y la explotación capitalista”.

“Arde París” ha sido el titular de diferentes medios periodísticos que reflejaron así las consecuencias de la manifestación popular de los llamados “chalecos amarillos” del sábado 1° de diciembre en la capital de Francia. Miles en las calles de París y de todo el país enfrentaron y desbordaron la represión policial del gobierno conservador de Macron.
Hubo centenares de detenidos y cerca de cien heridos. Fue el punto más alto de una protesta que se inició días atrás contra el intento del gobierno de Macron de aumentar el combustible, que pasaría de 0,80 a 1,30 euros, lo cual llevaría a un aumento general de precios. Durante toda la semana se mantuvieron barricadas en los peajes y bloqueos a depósitos de combustible.
Los rebeldes, sin dirección ni organización sindical o política reconocida, se identifican con chalecos amarillos, que son de uso obligatorio en las rutas francesas. La mayoría de ellos son sectores populares de los pueblos y las ciudades que utilizan sus autos y motos para ir a trabajar.

Este aumento del combustible es parte del ajuste capitalista que viene aplicando Macron. Los trabajadores y el pueblo de Francia han sufrido un deterioro de sus condiciones de vida. Los aumentos no sólo se encuentran en el sector energético, sino también en la canasta básica donde por ejemplo, legumbres, mantecas y papas han aumentado entre 9% y 11,2%. Antes Macron buscó una reforma laboral contra los ferroviarios y trabajadores públicos.
Esta rebelión popular se dio justo cuando se reunía en Buenos Aires, Argentina, el G20 con la presencia de los Trump, Merkel, Macron, May, Erdogan, Xi Jinping, Putin, Macri o Temer. Son el imperialismo, el FMI y sus gobiernos capitalistas que en nombre de las multinacionales y el capital financiero pactan nuevos ajustes contra la clase trabajadora y los pueblos del mundo.

La rebelión de los “chalecos amarillos” es parte de la misma lucha que llevan adelante los pueblos del mundo contra el FMI, la deuda externa o el ataque al salario y las jubilaciones. Por eso los socialistas revolucionarios de la UIT-CI nos solidarizamos con esta lucha por derrotar este aumento de combustible.
Los manifestantes también expresaron el odio al gobierno capitalista de Macron y muchos reclamaron “Macron dimisión”. La gravedad del ajuste como de la represión hacen necesario que los “chalecos amarillos” se unan a los trabajadores, a las mujeres y a la juventud francesa para exigir a las centrales sindicales que se convoque a una huelga general contra el ajuste y el gobierno de Macron.
Llamamos a la más amplia solidaridad internacional en apoyo a la movilización popular de Francia contra el aumento del combustible, por la libertad de los manifestantes y contra la represión.

Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)
1° de diciembre de 2018

Escribe José Castillo

Alguien podrá preguntarse si, en la disputa con Trump, los chinos representan algún polo “progresista”. Nada de eso. El gobierno de Xi Jinping es una dictadura, comandada por un partido que sólo de nombre continúa denominándose “Partido Comunista Chino”, que ha restaurado totalmente el capitalismo en ese país. China se ha transformado hace varias décadas en una semicolonia al servicio de las ganancias de las grandes transnacionales. Así están presentes allí las más importantes empresas yanquis y europeas. Asociadas a ellas, ha crecido también una capa de grandes capitalistas chinos, varios de los cuales integran las listas de “los multimillonarios del planeta”. La revista Forbes registra, a este año, la presencia de 259 multimillonarios de origen chino. Uno de los más renombrados, Jack Ma, el dueño de Alibaba, poseedor de una fortuna de 38.000 millones de dólares, acaba de anunciar su afiliación al Partido Comunista chino. No es algo novedoso, ya hace una década que dicho partido cambió su estatuto, para denominarse el partido “de los obreros, campesinos y los compañeros capitalistas”.

El capitalismo chino ha permitido enriquecerse a esos millonarios locales y a innumerables empresas transnacionales gracias a favorecer la superexplotación de los trabajadores, a los que se obliga a jornadas extenuantes, por salarios de hambre y reprimiendo cualquier protesta u organización sindical independiente. No es casual que recién en los últimos años, cuando el crecimiento de las luchas obreras obligó a aumentar los salarios desde ese piso de hambre y superexplotación, muchas empresas comenzaron a trasladarse a otros países del sudeste asiático. Y el crecimiento de la economía china se redujo de los dos dígitos de las dos décadas pasadas al actual 6% e incluso menos. La actual pelea entre Trump y el gobierno chino expresa, entonces, una disputa en el marco de una crisis de la economía mundial donde se achican los negocios para ambos.
Los acuerdos que se han firmado entre Xi Jinping y Macri, en el marco de la reunión del G20, por su parte, nada bueno dejarán para nuestro país: no son más que una oportunidad de negocios “compartida” entre esos mismos capitalistas chinos y los grandes pulpos locales al servicio del saqueo de nuestros recursos.

Escribe José Castillo

El G20 es una organización creada para realizar reuniones “de consulta” entre jefes de Estado de los países miembros. Este tipo de encuentros nacieron cuando el capitalismo imperialista empezó a sufrir las consecuencias de la crisis económica global hace ya cuarenta años. Así fue que en 1973 se realizó la primera reunión entre las seis más importantes economías imperialistas de entonces: Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido. En 1976, con la incorporación de Canadá, se popularizó como Grupo de los 7 (G7). Buscaban mecanismos de coordinación para tratar de evitar las consecuencias más agudas de la crisis y, a la vez, descargar sus consecuencias sobre los países dependientes y semicoloniales. El G7 mantuvo sus reuniones desde entonces, con la incorporación formal de la Unión Europea a partir de 1992. Desde 1997 se comenzó a invitar a esas reuniones a Rusia, pasando definitivamente a denominarse G8 desde 2002.

En el marco de las fuertes crisis económicas de los años ´90 (el efecto Tequila mexicano en 1994, el Sudeste Asiático en 1997 o la rusa en 1998) y del nacimiento del movimiento antiglobalización en las movilizaciones de Seattle de 1999 contra la OMC, se decidió crear un nuevo organismo: el G20. Formalmente, los ministros de Finanzas de las potencias del G8 “invitaron” a sus pares de otros países (llamados “emergentes”, en la práctica los países semicoloniales y dependientes más grandes) a discutir políticas económicas comunes. En concreto, se trataba de una suerte de apriete sobre esos países para que aceptaran las políticas de ajuste, privatización, libre comercio y saqueo que definían las potencias imperialistas.

En 2008, en medio de la nueva crisis mundial, esta vez con epicentro en los Estados Unidos, el gobierno yanqui, con acuerdo de europeos y japoneses, decidió comprometer con más fuerza a los demás gobiernos en sus políticas de salvataje a los bancos (billones de dólares fueron direccionados para evitar sus quiebras, a costa de feroces ajustes sobre los trabajadores de todos los países). Así nació formalmente el G20 con reuniones anuales, llamadas cumbres de presidentes. A los países del antiguo G8 más la Unión Europea se les sumaron once: Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía. La primera reunión del G20 se realizó en 2008 y desde ahí las cumbres se celebraron sucesivamente todos los años, siendo esta la 13°.
En los hechos, las reuniones sólo aprueban los consensos que surgen desde las potencias imperialistas. Los demás países no deciden nada, jugando un rol para que los eventos parezcan “más representativos”. Aun así, las verdaderas decisiones internacionales sean políticas o económicas nunca se tomaron en un G20. Como muestra digamos que en solo dos de las últimas cinco reuniones se alcanzaron consensos mínimos.

Y las declaraciones que surgen, muchas veces unilateralmente de parte de algún país imperialista, nunca son a favor de las clases trabajadoras y los pueblos. Así, en la última reunión de 2017 en Hamburgo, el gobierno de Trump informó que los Estados Unidos se retiraban del acuerdo de París sobre reducción de gases para evitar el calentamiento del planeta. Por todo esto, lo más probable es que no se den grandes definiciones en la Cumbre de Buenos Aires, más allá de alguna declaración final formal de compromiso. Claro que, como tanto la economía como el propio dominio imperialista del planeta por parte de los Estados Unidos está en crisis, es posible que observemos nuevos capítulos de la llamada “guerra comercial” con China (se habla de una reunión bilateral Trump-Xi Jinping), de las disputas con Rusia en relación con el debate sobre el desarme nuclear, el reparto de influencias en Irán y Siria.
Como vemos, esta cumbre, como todas las anteriores, será un foro más donde los poderes imperialistas discutirán y alcanzarán acuerdos (o no) acerca del reparto en el saqueo de los pueblos y las riquezas del planeta.


Escribe Mariana Morena

El 27 de noviembre de 2008 un sicario asesinó a balazos a Richard Gallardo, Luis Hernández y Carlos Requena, dirigentes obreros del sindicalismo combativo y el socialismo revolucionario opositores de la dirigencia sindical chavista. Diez años después el crimen no fue resuelto y los culpables siguen amparados por el gobierno.

El asesinato de Richard Gallardo, Luis Hernández y Carlos Requena fue un golpe durísimo para el movimiento de trabajadores y el clasismo en Venezuela. Los tres eran dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) de Aragua, de la Corriente Clasista Unitaria Revolucionaria y Autónoma (C-cura) y de la Unidad Socialista de Izquierda (USI), corriente política que hoy constituye el Partido Socialismo y Libertad (PSL, sección venezolana de la UIT-CI). Gallardo era el presidente de la UNT-Aragua; Hernández, secretario general del sindicato de Pepsi Cola y reconocido líder comunitario, y Requena era un joven delegado de la empresa Produvisa. Su perfil como sindicalistas combativos, democráticos y revolucionarios les fue ganando el odio de empresarios y mafias sindicales y policiales vinculadas al PSUV y a la elite boliburguesa regional.

En la mira de la patronal
El 27 de noviembre de 2008 los tres dirigentes obreros sumaron su solidaridad a la lucha de los 400 trabajadores de Alpina, una multinacional colombiana productora de lácteos. Los obreros habían ocupado las instalaciones de la fábrica en Villa de Cura, en el estado de Aragua, amenazando con ir por la expropiación y el control obrero de la fábrica. Pasado el mediodía, la policía estatal irrumpió en la planta y arremetió brutalmente contra los trabajadores, hiriendo a cuatro de ellos. Pese al intento de desalojo, los obreros la recuperaron con apoyo de la población convocada por Hernández. Esa misma noche, los tres dirigentes fueron asesinados por un sicario en el restaurante de La Encrucijada, de la localidad de Cagua.
Al día siguiente una inmensa protesta social paralizó Aragua con una huelga regional, asambleas generales en todas las empresas y barrios populares, cierre de comercios, cortes de rutas y numerosas concentraciones con grandes retratos de los compañeros asesinados. Se impuso un reclamo unánime por una investigación transparente y rápida y por el castigo ejemplar de los responsables del crimen. El sábado 29, centenares de trabajadores y pobladores humildes se congregaron en tres entierros casi simultáneos para expresar su indignación y dolor, rendir homenaje y dar el último saludo a los dirigentes obreros asesinados.
En Villa de Cura hubo dos cuadras de gente esperando para ingresar en la sala donde se veló a Hernández. El cortejo fúnebre se transformó en una marcha hacia el cementerio municipal. Requena y Gallardo fueron enterrados en Maracay. Los trabajadores llevaron a hombros el ataúd de Richard y marcharon por las calles con música de Ali Primera, el cantante popular de Venezuela, coreando: “¡Richard vive! ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Unete! ¡Unete!”. Frente a la Casa de Gobierno se hizo un acto homenaje en el que hablaron, entre otros, dirigentes de la UNT-Aragua, Orlando Chirino y José Bodas por los petroleros de Anzoátegui, y Miguel Sorans por la Unidad Internacional de Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) e Izquierda Socialista de Argentina. La solidaridad internacionalista se expresó en el saludo de numerosos dirigentes y organizaciones sindicales y políticas de Latinoamérica, Asia y Europa.

La intervención política y sindical antiobrera del chavismo
Inmediatamente, el gobernador electo de Aragua, Rafael Isea, advirtió que no permitiría más protestas por la presencia de “infiltrados” que intentaban “generar caos”. En esos días el presidente Hugo Chávez, que viajó a Maracay intentando debilitar la huelga regional convocada para el 2 de diciembre por la UNT-Aragua, aseguró en un discurso que el crimen sería investigado hasta las últimas consecuencias y que la policía local sería depurada. Promesas que no cumplió. Después, el mismo día de la exitosa huelga que impuso la conformación de una comisión investigadora con familiares de las víctimas y organizaciones sindicales, el ministro del Interior Tareck El Aissami (gobernador de Aragua en 2012 y vicepresidente de Maduro desde 2017) se encargó de instalar la hipótesis oficial de que el móvil del asesinato de los tres dirigentes era un “ajuste de cuentas”. Acusó a un trabajador de Pepsi Cola que se encontraba en la fábrica en la noche del crimen.
En realidad, las principales sospechas recayeron pronto en el mismo gobierno. El 23 de noviembre, por ejemplo, un grupo armado ligado a Aldo Lovera, el alcalde electo de Villa de Cura, efectuó amenazas y disparos frente a la planta de Pepsi Cola donde trabajaba Hernández. Tomás Pérez, líder de una mafia sindical “bolivariana” de la construcción y principal sospechoso de la autoría intelectual del crimen, nunca fue investigado, pero apareció el 23 de mayo de 2010 en el programa de televisión Aló Presidente, donde el mismo Chávez lo llamó “dirigente obrero bolivariano”. Más adelante, el 1° de agosto de 2010, el presidente aseguró en su columna de opinión “Las líneas de Chávez” que “en la Venezuela bolivariana no tenemos sindicalistas asesinados”.

No hay socialismo con “sicariato bolivariano”
Detrás de los discursos “anticapitalistas y antiimperialistas” de Chávez, Maduro y otros líderes del PSUV, su política de pactar con los grandes empresarios, las multinacionales del petróleo y los bancos los llevó a atacar el nivel de vida de los trabajadores y sectores populares, y a la represión de las protestas y la organización autónoma, democrática y combativa. Hay en total ocho dirigentes asesinados de C-cura y otros dirigentes combativos víctimas del sicariato “bolivariano”.
El chavismo lleva en su haber el asesinato selectivo de más de 200 dirigentes obreros, campesinos, indígenas, comunales y de diferentes movimientos sociales. Por todos ellos seguiremos luchando contra la impunidad con que el gobierno protege a los asesinos, y reclamando justicia en el camino de construir una corriente sindical autónoma y combativa y un partido revolucionario de los trabajadores y el pueblo oprimido. ¡Richard, Luis y Carlos, presentes en todas las luchas obreras, hasta el socialismo siempre!

 

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