El pasado sábado fue el número 23 en que miles de chalecos amarillos protestaron en Francia contra la política económica del presidente Macron. Aunque no tienen voceros oficiales, todos los diarios destacan sus carteles: “Macrón lárgate”, “harto de pagar impuestos”. Como en sábados anteriores, la policía reprimió brutalmente con granadas mutilantes (cortan pies o manos) y detuvo a cientos de manifestantes.
Miles de trabajadores y la clase media, por la carestía de la vida, se vieron obligados a vivir en el interior, sin servicios esenciales y sufriendo el aumento de los combustibles, por eso repudian los aumentazos en la gasolina.
Macron se vio obligado a anular la suba, sin embargo no logró frenar las protestas. El 5 de febrero hubo un paro general convocado por las centrales sindicales. Macron promete nuevas medidas. Pero la movilización continúa.
Escribe Miguel Lamas
La semana pasada Abdelaziz Bouteflika, el presidente dictador de Argelia, renunció bajo la presión directa del jefe del ejército Ahmed Gaidalah, quien durante quince años fue su fiel perro guardián. El motivo de este brusco cambio es la enorme movilización que desde el 22 de febrero sacó a millones de argelinos a las calles, viernes tras viernes, contra la quinta reelección de Bouteflika y reclamando que se vaya su régimen.
Bouteflika gobernaba desde 1999. Y desde hace cinco años, cuando sufrió una parálisis cerebral, no aparecía ni hablaba en público. El martes 2 de abril estuvo en TV en su silla de ruedas, para entregar, tembloroso y sin una palabra, su renuncia escrita.
En Argelia nace una revolución. Las movilizaciones de seis semanas fueron creciendo en número y combatividad. Primero juveniles y casi sin organización, y las últimas ya incluyeron a sindicatos que pasaron por arriba de la dirección sindical de la UGTA, que apoyaba al gobierno.
Primavera árabe en Argelia
Se repite lo que vimos en 2011 en otros países árabes, Túnez, Egipto, Libia, Siria, Yemen, con los viejos regímenes de los movimientos que dirigieron la lucha por la independencia. Manteniendo el sistema capitalista, se transformaron en servidores de las transnacionales mediante una enorme corrupción de su capa dirigente y represión al pueblo.
El Frente de Liberación Nacional (FLN) es el partido dominante que dirigió la guerra de la independencia argelina. Hoy es la cabeza de una burguesía parasitaria rentista, aliada a las multinacionales que depredan la riqueza gasífera y petrolera. El pueblo los llama “la oligarquía financiera”. Esta oligarquía incluye a los altos mandos militares y es la que sostuvo a Bouteflika. El presidente francés Macron hoy apoya al régimen.
La otra cara de esta depredación es una juventud sin futuro, con una desocupación que supera al 30% y que trata de salir del país en las “pateras”, los peligrosos barquitos que cruzan el Mediterráneo hacia España.
Asumirá como presidente interino el presidente de la Cámara alta del Parlamento Abdelkader Bensalah. Estaría al mando durante un período de 90 días mientras se convoca a elecciones.
Pero la renuncia de Bouteflika no calmó las manifestaciones. Cientos de miles de argelinos han vuelto a salir a las calles por séptimo viernes consecutivo.
Los manifestantes expresan su rechazo al régimen, a su corrupción y sometimiento al imperialismo, exigen justicia social, democracia, libertad e igualdad.
¡Viva la rebelión del pueblo argelino!
Desde la Unidad Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores (Cuarta Internacional) (UIT-CI) saludamos la lucha y el primer triunfo del pueblo argelino al lograr la renuncia de Bouteflika. Pero la lucha no ha terminado, porque siguen gobernando los generales corruptos. Damos todo nuestro apoyo a su lucha y reivindicaciones democráticas y sociales. Llamamos a la solidaridad internacional para que triunfe la movilización popular. Es necesario organizar la huelga general por plenas libertades, por elecciones libres y democráticas con plena libertad para formar partidos y nuevos sindicatos de trabajadores para seguir la lucha para terminar con el régimen de la oligarquía corrupta y el dominio de las multinacionales, para que las enormes riquezas naturales del país estén al servicio de la clase trabajadora y el pueblo.
Por primera vez en los dieciséis años que lleva en el poder, el partido del presidente Recep Erdogan fue derrotado en elecciones municipales en Estambul, Izmir y Ankara, la capital y grandes ciudades del país, por el Partido Republicano Democrático (CHP, sigla en turco del partido patronal seguidor del fallecido fundador de la República Turca Kemal Ataturk). Erdogan fue derrotado en medio de una crisis económica con altos niveles de desempleo, inflación y devaluación de la lira. Aunque su fuerza política fue la más votada a nivel nacional, por el dominio que sigue manteniendo en zonas rurales y ciudades chicas.
Este resultado electoral revela que crece un profundo descontento popular. Erdogan aplicó una política de ajuste basada en privatizaciones, precarización laboral y tercerización en la industria. Los aproximadamente 60.000 millones de dólares obtenidos de este saqueo, sumado a un enorme endeudamiento, fueron en su mayor parte a beneficiar a una oligarquía de inversores de construcción de megaobras alrededor de Erdogan y su familia. Esto vació las arcas públicas y arrastró al país a una deuda insuperable.
Turquía “globalizada” se transformó en un paraíso de inversión y especulación para el capital imperialista. Como ocurre en otros países, eso preparó la actual crisis económica que pretenden que paguen los trabajadores.
Esta política se acompañó de un ataque a las libertades democráticas y sobre la clase obrera. Miles de presos políticos y decenas de miles de despedidos en el poder judicial, universidades, magisterio… El gobierno hizo casi imposible la sindicalización de los trabajadores y las pocas huelgas convocadas fueron prohibidas por “seguridad nacional”. Mientras el salario mínimo ronda los 266 dólares, la inflación del último año se comió casi 18% de los salarios. El 10% de la población tiene más ingresos que todo el resto.
Como plantea el Partido de la Democracia Obrera (IDP, sección en Turquía de la UIT-CI), para enfrentar los planes de ajuste antiobrero y antipopular del gobierno, hace falta más que nunca luchar por las libertades democráticas y sindicales y unir a la izquierda y los sindicatos en un frente de movilización y lucha contra el pago de la deuda externa, nacionalizar la industria pesada y las empresas en quiebra bajo control obrero y establecer un plan central económico a favor de las clases populares.
Escribe Malena Zetnik
Todo el equipo de redactoras de la revista “Mujer, Iglesia y Mundo” (Donne Chiesa Mondo) un suplemento mensual del diario L’Osservatore del Vaticano, renunció a sus cargos en rechazo al cambio de la dirección del periódico. Lucetta Scaraffia, ex directora del suplemento, le escribió una carta al papa Francisco explicando el porqué de su renuncia junto a otras diez periodistas. En la misma se detalla que el motivo por el cual dejan el puesto se debe a la falta de confianza y a la deslegitimación que vienen sufriendo desde diciembre pasado, cuando se designó al nuevo director del diario.
La revista publicó en febrero un informe sobre las monjas que fueron abusadas por miembros del clero, algunas de ellas obligadas a abortar o a parir un hijo no reconocido. A su vez, el año pasado había denunciado la explotación que sufren algunas religiosas que trabajan para obispos y cardenales, quienes reciben un trato servil. Sobre los abusos denunciados, Scaraffia señaló que “no fuimos nosotras quienes hablamos primero, como tal vez hubiéramos debido. No quisimos callarnos más: hubiera sido herida de modo grave la confianza que tantas mujeres habían depositado en nosotras”, disculpándose sobre por qué no habían denunciado antes los casos de abusos.
Esta renuncia masiva es sintomática y parte de la crisis de la Iglesia Católica y del Vaticano. Una institución reaccionaria, misógina y pilar fundamental del capitalismo patriarcal que está perdiendo fieles, prestigio y poder en todo el mundo. Por eso, desde Isadora e Izquierda Socialista seguimos exigiendo la separación inmediata de la Iglesia del Estado.
Entrevistamos a Miguel Angel Hernández, dirigente del Partido Socialismo y Libertad (PSL) y profesor de la Escuela de Sociología de la UCV (Caracas)
- ¿Qué posición asume el PSL ante la actual crisis política y social?
- Estamos de acuerdo con la mayoría de los trabajadores, de sectores populares y la juventud en que el gobierno de Maduro tiene que irse, ya que está destruyendo al país.
Pero no creemos que la solución para el pueblo trabajador sea la intervención imperialista que Trump viene impulsando desde enero, cuando Juan Guaidó se proclamó presidente. Es la derecha patronal que busca una ruptura de las fuerzas armadas para dar un golpe o incluso amenazando con una intervención militar.
Hemos sido categóricos en repudiar la intervención yanqui. Pero también repudiamos la intervención rusa que está enviando militares “asesores”.
Guaidó no es alternativa. El “Plan País”, que propuso, lo refleja. Plantea despidos, privatización de servicios, seguir pagando deuda, incluso a Rusia y China.
Por eso decimos que la salida solo puede venir de la mano de los trabajadores y el pueblo. Que se masifiquen y extiendan las movilizaciones como las realizadas los últimos días por los apagones, o las movilizaciones del 21 y el 23 de enero, o la reacción de los indígenas pemones que enfrentaron a la Guardia Nacional. Todas estas movilizaciones fueron independientes de Guaidó y los partidos que lo apoyan. Muestran que es posible que el pueblo venezolano con su movilización decida el destino del país y logre echar a Maduro e imponer un nuevo gobierno de los trabajadores y el pueblo que reorganice el país.
-¿Cuál es la situación de la clase trabajadora?
- Catastrófica. Lo más conocido es la destrucción del salario, el 70% de la población gana entre uno y dos salarios mínimos, esto es entre 18.000 y 36.000 bolívares soberanos (entre 6 y 12 dólares). Esto en un marco de hiperinflación, donde los precios se duplican cada quince o veinte días. Lo fundamental hoy no es la escasez. Hay productos, pero los trabajadores no pueden comprarlos. El salario mínimo mensual equivalía hace dos semanas a un kilo de queso. Además, se anularon de hecho los contratos colectivos. Esto lo sufre toda la clase trabajadora, incluso los que antes estaban mejor pagos, como técnicos petroleros o de electricidad o empresas siderúrgicas que ganan esos salarios. ¡En ningún país del mundo un petrolero gana 7 dólares!
- ¿Entonces cómo sobreviven los trabajadores?
- Al mísero salario se suman bonos que el gobierno otorga a través del “carné de la patria” y las cajas CLAP de comida que no llegan a la mayoría de las familias, pero sí a sectores muy grandes, teóricamente una vez al mes, tampoco con regularidad. La caja tiene harina de trigo, de maíz, aceite, las pocas proteínas que trae son lentejas y porotos negros, leche en polvo, tres latas de atún al mes. Además, muchos reciben algo de dinero que mandan los 4 millones de personas (de 30 millones de habitantes) que emigraron.
Pero todo esto no alcanza para mantener una nutrición básica. Hace unos tres años se hizo un estudio de universidades que indicaba que la población en promedio bajó de peso 8 kilos en un año. Y hay casos graves de desnutrición en varias partes del país.
- Maduro dice que es culpa de la guerra económica y del bloqueo imperialista
-Eso no es real. El gobierno acuerda precios con los empresarios desde hace años. En el sector petrolero, desde cuando gobernaba Hugo Chávez, hace negocios con empresas transnacionales. Por ejemplo con la Chevron, que anunció incluso después de las recientes sanciones de Trump que seguía operando en Venezuela, además de empresas chinas, rusas, bielorrusas, etcétera. Y recientemente firmó un acuerdo con otra empresa norteamericana.
- ¿Pero hubo sanciones imperialistas?
- Hasta febrero fueron casi simbólicas, sanciones individuales a algunos funcionarios que no afectaban a la economía. Recién ahora, desde febrero, Trump comenzó a aplicar sanciones y congeló fondos petroleros de Citigo, la empresa petrolera del Estado venezolano en Estados Unidos, por unos 10.000 millones de dólares. Estas sanciones sí afectan, pero no pueden explicar la crisis que se viene profundizando desde hace años.
- ¿Cuál fue la reacción del gobierno de Maduro ante las sanciones?
- Ni siquiera después de este bloqueo de fondos ordenado por Trump, que nosotros repudiamos, Maduro toma ninguna medida antiimperialista. ¡Dijo que iba a juntar firmas para llevar a Estados Unidos pidiendo que anule la medida! Pero ni juntaron las firmas, ni tomó ninguna medida real de represalia contra las empresas norteamericanas en Venezuela, que siguen llevándose sus ganancias normalmente, y tampoco suspendió los pagos de la deuda externa.
- ¿Cómo se llegó a esta situación, la mayor catástrofe económico-social en Latinoamérica en más de un siglo, siendo Venezuela un país con las mayores reservas petroleras del mundo?
- El país y sus trabajadores generaron una inmensa riqueza en estos años. Especialmente petróleo. Pero gran parte de esta riqueza se fue del país, y a las multinacionales. El gobierno de Maduro no es socialista ni antiimperialista. El llamado “socialismo del siglo XXI” fue una mentira. El chavismo desde el principio pactó con las petroleras multinacionales y con la propia burguesía tradicional venezolana, como el grupo Cisneros. Se dijo que había nacionalización, pero lo que hubo fueron empresas mixtas con petroleras que se llevaron inmensas ganancias como socios de Pdvsa (la petrolera estatal).
Además, se sigue pagando la deuda externa, dinero que no se usó para beneficio del pueblo sino para alimentar la fuga de capitales, a bancos tradicionales. Se pagaron más de 80.000 millones de dólares en los últimos cuatro años, ya en plena crisis. Los bancos tradicionales, Citibank, Santander, Bilbao Vizcaya, y telecomunicaciones son los sectores que más beneficios obtuvieron en todo el período chavista.
Y además en todos los negocios con las importaciones sobrefacturadas el Estado regalaba los dólares que ingresaban por petróleo, a un décimo de su valor o menos, a los “boliburgueses” y otros importadores y a las mismas multinacionales que lograron fabulosas ganancias y se las llevaron a Estados Unidos o a paraísos fiscales.
Esto generó una fuga de capitales gigantesca, más de 300.000 millones de dólares en el período chavista. Esto produjo además de la miseria, una total desinversión que está paralizando las empresas básicas, como la siderúrgica Sidor, de electricidad (lo que produce los apagones) y, lo más grave, la propia petrolera que pasó de producir 3 millones de barriles diarios a menos de un millón en la actualidad. El 94% de las exportaciones son de petróleo.
- Ante este desastre, ¿qué propone el PSL?
- Reitero que la solución no vendrá de Trump y sus aliados Guaidó y la derecha proyanqui. Como rechazamos cualquier intento de golpe o intervención imperialista decimos que el gobierno cívico-militar de Maduro se tiene que ir. Lo tiene que sacar el pueblo movilizado para que tome en sus manos su destino. Desde el PSL proponemos un gobierno de trabajadores que implemente un plan económico popular con salario de acuerdo a la canasta básica, que el petróleo sea 100% estatal, sin empresas mixtas, no pago de la deuda, un plan de importación masiva de alimentos y medidas de emergencia para reactivar la producción petrolera, electricidad y otras. Con sectores políticos y sindicales de izquierda estamos impulsando un agrupamiento amplio para impulsar la movilización obrera y popular contra el gobierno y las amenazas imperialistas y dar pelea por construir una alternativa política independiente de los trabajadores y el pueblo venezolano, distinta de Maduro, Guaidó, los militares y el imperialismo. Esta es la propuesta que venimos levantando desde el PSL y C-Cura, nuestra corriente sindical combativa.
- ¿Por qué los apagones?
- Agravando el desastre económico social hubo cinco apagones, cortes generalizados de electricidad en gran parte del país en marzo. Los cortes de electricidad provocan además que se corte el agua. Esto no tiene nada que ver con un “sabotaje” o “ataque cibernético” de Estados Unidos, como dijo Maduro. Sabemos de la crueldad imperialista, pero todo indica que esto fue por la falta de mantenimiento durante años. Esto lo dijo incluso un dirigente partidario del gobierno, Alí Briceño, secretario ejecutivo de la Federación de Trabajadores de Electricidad. Briceño, además de la falta de mantenimiento, denunció que 24.000 trabajadores (de 50.000 en total), y entre ellos 14.700 ingenieros y técnicos, se fueron de Corpoelec, la empresa estatal de electricidad, y de Venezuela. Por otra parte, el sistema no es digital, por lo cual no puede ser víctima de un “ataque cibernético”.
Exitosa charla en Haedo junto a trabajadores, mujeres y jóvenes |