Escribe Mercedes Trimarchi
Luego del debate parlamentario de estos meses, las movilizaciones masivas por el derecho al aborto, y con el resultado negativo en el Senado, muchas personas sacaron la conclusión de que la Iglesia tiene demasiada injerencia en los asuntos públicos. Por eso, en estos días empezaron a verse junto a los pañuelos verdes, los pañuelos naranjas con la consigna de la separación de la Iglesia del Estado.
En primer lugar, hay que reforzar la idea de que las creencias religiosas son privadas e individuales y que quienes toman decisiones políticas y públicas como los legisladores, no deben hacerlo en función de esas creencias. En el caso del derecho al aborto se vio con claridad que todos los partidos patronales votaron con la Iglesia a favor del aborto clandestino, negándoles a las mujeres el derecho a la salud y a decidir sobre su propio cuerpo.
Por otro lado, hay que dejar de beneficiar económicamente a las iglesias. Por ejemplo, este año el propio jefe de gabinete, Marcos Peña, fue quien confirmó que 130 millones de pesos del presupuesto son destinados para los sueldos de los obispos. Y eso está avalado por las leyes que vienen de la dictadura militar y que ninguno de los gobiernos que vinieron después las anuló. A eso hay que agregarle los subsidios que recibe la Iglesia para las escuelas confesionales y las exenciones impositivas. Este tipo de beneficios no son solamente para la Iglesia Católica sino también para las evangélicas y otros cultos.
La Iglesia Católica no solo hizo lobby ahora contra el derecho al aborto sino que históricamente es una institución ultraconservadora que se opuso a toda ley que se proponía ampliar algún derecho. Por ejemplo, así fue con la ley del divorcio en la década del ´80. Si bien el debate comenzó en 1984, la sanción definitiva fue en junio de 1987, cuando se logró derrotar la campaña “en defensa de la familia” que hizo la Iglesia durante años. En aquel entonces también se opuso a la patria potestad compartida. Con la ley de educación sexual integral (ESI) de 2006 ocurrió algo similar, la Iglesia hizo una gran campaña en contra y actualmente no la cumple en sus establecimientos. En 2010 se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario y nuevamente la Iglesia salió a la carga con consignas como “familia hay una sola” y se movilizó para que no se aprobara.
Esta iglesia que se opuso históricamente a los derechos de las mujeres, al igual que lo hace hoy, es una institución reaccionaria, que hasta fue cómplice de la dictadura militar que bendijo las armas con las que se torturaba y los vuelos de la muerte. A esto se suman los casos de pedofilia que fueron silenciados y encubiertos por la cúpula eclesiástica y que recientemente el papa Francisco reconoció en una carta. Por este prontuario es que miles y miles de fieles deciden desvincularse y realizar una apostasía colectiva y exigen que se deje de subsidiar a la iglesia. Por eso se popularizó en estos días una canción que dice “Iglesia y Estado, asuntos separados”
En la tradicional ronda de los jueves, la referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora dijo que estaba muy triste porque ella era católica pero iba a apostatar. Lo hace porque rechaza a la Iglesia Católica y su posición de meterse en la vida de las mujeres oponiéndose a que decidan sobre su cuerpo.
Lo de Nora es sintomático. Es el sentimiento que miles y miles de personas sintieron luego de la votación en el Senado y luego de ver la campaña que la Iglesia hizo durante estos meses para que no salga el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Con mentiras de todo tipo, con amenazas y sobre todo con mucha hipocresía, avalando al aborto clandestino.
Apostatar es renunciar a una religión, y en el caso de la Iglesia Católica es pedir que una persona que fue bautizada, sea borrada de los registros en los que figura. Si bien la apostasía es un trámite individual, en estos días cobró fuerza hacerlo colectivamente, por eso grupos enteros llevan juntos las cartas al episcopado o directamente a las parroquias en que fueron bautizados. Todo esto que se está viviendo es parte de la crisis de la Iglesia Católica que se aceleró al calor de las luchas del movimiento de mujeres.
Escribe Mercedes Trimarchi
Para muchas pibas la pelea por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito significó un gran cambio en sus vidas. Los relatos sobre la clandestinidad del aborto y el derecho a decidir sobre el propio cuerpo fueron los motivos fundamentales para empezar a usar colgado en la mochila el pañuelo verde. Quizás fueron por primera vez a una marcha, a un pañuelazo o empezaron a leer cosas sobre el patriarcado y el feminismo. Poder tener los mejores argumentos para convencer a sus familiares o amigos fue una tarea en sí misma y formó parte de su cotidianeidad. En ese camino, una reflexión fue clave: poder contar con otras amigas, hermanas y compañeras en esta lucha les dio fortaleza.
Desde la agrupación de mujeres Isadora e Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda también compartimos la misma reflexión y estamos convencidas de que debemos seguir movilizadas y organizadas para dar esta pelea por el derecho al aborto y por todas las que tenemos por delante como terminar con la violencia de género, desmantelar las redes de trata y por todos los derechos de las trabajadoras.
Las mujeres fuimos históricamente un sector al que nos negaron la voz, la posibilidad de decidir y elegir. Aunque nos parezca raro, no hace tanto tiempo que podemos votar, incluso en pleno siglo XXI ganamos menos salario que los varones y sufrimos todo tipo de abusos. Nunca fue fácil para nosotras, mas bien todo lo contrario. Siempre que conquistamos un derecho fue porque dimos enormes peleas y jamás ningún gobierno nos regaló nada. Por eso no confiamos en el parlamento, que vota leyes contra las mujeres, ni tampoco en el gobierno de Macri y sus cómplices. Y nos organizamos contra las instituciones reaccionarias y medievales como la Iglesia Católica que se opone a los derechos más elementales de las mujeres, como el derecho a la salud y a la vida.
Como vamos a tener que seguir batallando con fuerza por nuestros derechos, queremos que aquellas compañeras que fueron parte de las actividades que impulsamos como los pañuelazos, las radios abiertas y las charlas se sumen a dar esta pelea política con nosotras. Que vengan a Isadora y que hagan la experiencia de ser parte de una organización de mujeres que pelea diariamente contra las violencias que sufrimos en todos los ámbitos, familiar, laboral, institucional, etc. Estas violencias que buscan dominarnos, callarnos, que seamos sumisas y no nos rebelemos.
Nos sentimos parte de esta gran oleada internacional de mujeres que está revolucionándolo todo. Nuestra lucha no tiene fronteras y apoyamos la pelea que las mujeres están dando en todo el mundo. A su vez, desde Isadora impulsamos que la lucha antipatriarcal se una también a la lucha anticapitalista en una salida socialista. Porque en un mundo en el que la explotación y la desigualdad es lo que prima, fundamentalmente contra las mujeres, entendemos que debemos organizarnos y luchar por otro sistema que sea socialista, en el que no exista ningún sector oprimido, que podamos hacer realidad nuestros derechos para vivir una vida libre de violencias.
Sabemos que no es una tarea sencilla ni fácil, pero en este momento tenemos plena confianza en la fortaleza del movimiento de mujeres, que ya no es una ola, sino un tsunami que se lleva todo por delante. Compañeras, demos juntas esta pelea.
La senadora rompió el silencio y apoyó la media sanción de Diputados. Reivindicó a las mujeres y habló de feminismo. Arrancó diciendo: “Si quieren saber quiénes me hicieron cambiar de opinión, fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a las calles”. Esto demuestra la fuerza de la movilización, que la obligó a cambiar, igual que les pasó a otros políticos que se oponían.
Cristina poco dijo sobre el derecho al aborto. En su discurso llamó a no enfrentarse con la reaccionaria Iglesia Católica y a los curas. Y usó casi todo su tiempo en señalar que en su gobierno hubo “amplitud de derechos”. Sin embargo, no hizo referencia a por qué en los doce años de gobierno “nacional y popular” no se aprobó el aborto legal teniendo amplia mayoría el kirchnerismo para imponerlo en ambas Cámaras. Más cuando la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito presentó cinco veces el proyecto en el Congreso durante ese período. ¿Cuántas muertes se hubieran evitado en caso de haber existido el aborto legal? Cristina no contesta.
¿A qué se debe que algunos senadores de un mismo partido hayan votado en contra y otros a favor? Por ejemplo, el 50% del peronismo de Argentina Federal votó en contra, sin embargo Pichetto, su jefe de bloque, lo hizo a favor con un encendido discurso. ¿A qué se debe que Pichetto, que coincidió con Patricia Bullrich en denominar al pueblo mapuche de terrorista, ahora se transformó en un defensor del aborto?
No es que en el tema aborto haya senadores progres u otros más cavernícolas. Todos responden a partidos patronales que en ningún caso tienen ese reclamo en sus plataformas políticas. La explicación de que voten distinto hay que buscarla en que tanto Pichetto como Cristina Fernández se reacomodaron ante millones de mujeres en las calles que los obligaron a cambiar, mientras que otros senadores peronistas de su mismo bloque, con menos muñeca política, se mantuvieron en el voto en contra. Otro tanto pasó con Macri. Mientras el presidente posa de “abierto” y “amplio”, la mayoría de los partidos que componen Cambiemos votaron en contra (el 73% de la UCR lo hizo de esa manera, igual que el 60% de los senadores de PRO).
Estos partidos, ante una gran lucha que los hace entrar en crisis (como la actual ola verde de millones de mujeres en las calles), muchas veces dejan en “libertad de acción” a sus parlamentarios para que “voten según sus convicciones”, tratando de evitar una crisis mayor en su interior. Pero lo cierto es que los partidos patronales no tienen escrito en sus puntos programáticos la consigna “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, como lo plantea el movimiento de mujeres y hace suya en un ciento por ciento el Frente de Izquierda.
Que esto es así lo confirmó la senadora kirchnerista Larraburu, cuando al cambiar su voto dijo que “el peronismo nunca fue abortista, en la doctrina peronista, si uno lee a Perón, lee a Eva, nunca tuvo una postura proaborto”.
Todos los gobiernos patronales, de la mano de la Iglesia, le dieron la espalda a este justo reclamo, siendo cómplices en todas estas décadas de la muerte de mujeres por abortos clandestinos. Por eso la postura del Frente de Izquierda contrasta con la de todos ellos. El FIT está orgulloso de que en su programa y en cada lucha haga valer las reivindicaciones históricas de las mujeres. Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda luchamos contra la opresión y explotación que sufren las mujeres bajo este capitalismo patriarcal, lo opuesto a lo que hacen las distintas variantes del peronismo y Cambiemos.
Para luchar consecuentemente por los derechos de las mujeres no hay que dejarse llevar por discursos altisonantes de tal o cual político patronal, sino que hay que sumarse a dar la pelea con quienes tenemos un programa de fondo para terminar con los males que sufren las mujeres bajo este repudiable sistema capitalista.
La Cámara de Senadores es la más antidemocrática que hay. Está compuesta por tres senadores por provincia, más allá de la cantidad de habitantes. Da lo mismo un distrito con casi 15 millones de habitantes, como Buenos Aires, que otro con menos de cien mil. Es por eso que provincias chicas decidieron la votación del aborto, como las del Norte y Cuyo, que cuentan con el 10% del electorado, frente a las cinco más grandes que concentran el 66% (Buenos Aires, CABA, Córdoba, Santa Fe y Mendoza).
Desde la izquierda siempre hemos propuesto la disolución del Senado como parte de la pelea contra esta democracia para los de arriba y que se conforme una cámara única, con diputados electos proporcionalmente, tomando el territorio nacional como distrito electoral único, que concentre las tareas legislativas y ejecutivas. De esa manera habría una menor representación de los partidos tradicionales con políticos reaccionarios y conservadores y una mayor representación de las alternativas políticas de izquierda que estamos por los reclamos de las mujeres.