A pesar de las promesas de campaña de Macri, todavía seguimos esperando la apertura de las estaciones ya terminadas de la línea A, que a la vez estuvo dos meses cerrada para un cambio de coches que, apenas habilitados, ya volvieron a mostrar detenciones y demoras. Como decía días atrás un compañero: “estamos tan acostumbrados a viajar como sardinas, que terminamos alabando un coche recién pintado y con un poco de aire acondicionado”.
El aumento del boleto a $3,50 generará que muchísimos trabajadores ya no puedan pagarlo y “se pasen al colectivo” (aumentando el caos del transporte de superficie y empeorando más aún las condiciones en que viajamos). Esto es lo único que tenemos de “transporte de primer mundo”: pasamos a pagar un servicio malo y caro. Mientras que en otros países el “metro” (equivalente a nuestro subte) cubre muchísimos más kilómetros, puede combinarse con colectivos y trenes con el mismo boleto y suele tener tarifas diferenciadas para trabajadores, estudiantes y jubilados, nosotros terminaremos pagando un precio que, comparado con el salario promedio de cada país, es uno de los más caros del mundo. Así, un trabajador argentino deberá destinar más de su salario para viajar en subte que lo que lo hace un europeo, incluso un chileno o un brasileño.
Obviamente, la principal responsabilidad es de Macri, que opera como un verdadero abogado de los Roggio, dueños de Metrovías. Pero el gobierno nacional juega a las escondidas: ahora todos se rasgan las vestiduras porque Macri aumentó la tarifa antes de “terminar la auditoría de los costos de Metrovías” o porque la Audiencia Pública donde se discutió el aumento (y en la que muchos denunciamos todo esto) terminó siendo una fantochada, porque fue “no vinculante” y el aumento ya estaba decidido y anunciado de antemano. Pero fueron los legisladores kirchneristas los que dieron vía libre, cuando en diciembre pasado le votaron al macrismo todos los mecanismos para que realizara el aumento de esta forma.
Repudiamos el aumento del subte. Pero a la vez decimos que esto es sólo un emergente más de una crisis del transporte donde lo que se impone es terminar de una vez con el negociado de las privatizadas, que se siguen llenando los bolsillos con los subsidios que reciben de los gobiernos nacionales y municipales, mientras ahora van a facturar más por el incremento de la tarifa. La única salida pasa por sacarle la concesión a Metrovías y reestatizar el servicio, bajo la administración de sus trabajadores y usuarios, paso previo para tener un servicio de calidad, articulado con el resto del transporte público y con tarifas populares.