La reunión secreta del Tercer Pleno del 18º Comité Central del PCCh encabezado por el presidente, Xi Jinping, es la que discute las reformas que, adelantaron, serán muy importantes.
El marco económico es la crisis mundial que afectó al crecimiento de la economía capitalista china, sostenido con enormes exportaciones (es el primer exportador del mundo) y miserables salarios. Y la posibilidad de luchas sociales que aterrorizan a la dictadura china, después de las grandes olas de huelgas de 2010 y 2011.
Para tratar de endulzar el oído popular, las medidas que vendrán, dicen, serán para lograr una “sociedad más armoniosa” y para “aumentar la riqueza”. Sin embargo, todos los anuncios previos indican que las reformas profundizarán medidas que afectarán en forma negativa a grandes sectores populares.
Desigualdad social
El crecimiento económico chino, elogiado por todos los economistas capitalistas e incluso “izquierdistas” castristas y chavistas, se da en el marco de la restauración del capitalismo y la semicolonización del país por el imperialismo. Fue acompañado por un enorme crecimiento de la desigualdad social, liquidación de conquistas que venían de la revolución de 1949. El 80% de los 800 millones de campesinos chinos carece de cualquier cobertura médica, lo mismo que el 45% de la población urbana. Esta situación se agrava porque las transnacionales imperialistas van a China seducidas por la mano de obra barata de 150 dólares al mes, y la falta de regulación ambiental. Es decir, sus costos son bajísimos. La consecuencia es la pavorosa contaminación ambiental de los ríos y la lluvia ácida que afecta a más de la mitad de las ciudades. “Materiales químicos venenosos y dañinos han producido muchas emergencias relacionadas con el agua y el aire […]. En algunos lugares, algunos pueblos son conocidos incluso como ‘pueblos del cáncer”, señala el plan quinquenal oficial chino 2011-2015 de lucha contra la polución química” (France Presse). El mismo informe reconoce que China utiliza “productos químicos venenosos y dañinos” que están prohibidos en los países más desarrollados y “suponen un daño a largo plazo o potencial para la salud humana y la ecología”.
Apoyemos las luchas obreras y populares
En los últimos años hubo varias olas de grandes huelgas obreras y protestas populares, que lograron imponer aumentos de salarios en muchas empresas e incluso aumentos generales de salarios en muchas provincias, protagonizadas por jóvenes trabajadores y trabajadoras, organizados al margen de los sindicatos oficiales (que jamás organizan ninguna huelga y que están subordinados totalmente al estado y a las patronales).
Recientemente, en el Congreso de Sindicatos Oficiales, que tienen formalmente 280 millones de afiliados (de ellos, 109 millones migrantes en las ciudades de áreas rurales), el dirigente del PC gobernante, Liu Yunshan, urgió a los sindicatos a que «asuman una postura clara y la iniciativa» de salvaguardar los derechos de los trabajadores al empleo, seguro, salud y vacaciones […] al mismo tiempo que eliminen cuatro estilos de trabajo indeseables: formalismo, burocracia, hedonismo y despilfarro”. Liu pidió a la clase trabajadora que “proteja la estabilidad social y la unidad” (agencia noticiosa oficial en español, http://spanish.people.com.cn). Evidentemente, está reclamando a los burócratas sindicales oficiales que recuperen el control de los trabajadores de base que hacen las huelgas sin consultarlos […]
¡Abajo las reformas capitalistas!
Estas reformas fueron precedidas por una crisis política. El nuevo presidente Xi Jinping, ascendió al poder en el 18º Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) en noviembre de 2012. Desde entonces, ha tenido que resolver problemas heredados de su predecesor, Hu Jintao, como el escándalo del ex líder del PCCh en la municipalidad de Chongqing y potencial rival Bo Xilai, que cuestionaba la política oficial. Bo fue condenado a cadena perpetua en septiembre por “soborno, malversación y abuso de poder”.
Entre las reformas previstas está la liquidación de la propiedad estatal de la tierra, de tal forma que los campesinos puedan vender sus tierras y así favorecer su migración a las ciudades, para aumentar la oferta de mano de obra barata (y así dificultar las huelgas), y al mismo tiempo permitir la expansión de los negocios inmobiliarios. Otra medida para facilitar el éxodo rural a las ciudades es facilitar los sistemas de permisos de residencia y los derechos para los migrantes. Por otro lado se prevé la “apertura de la economía a sectores protegidos de la competencia extranjera” (diario El País, Madrid), como en los ferrocarriles y el petróleo, facilitando la privatización e inversión privada en casi todas las áreas y la asociación de empresas estatales con capitales privados (mayoritariamente extranjeros).
Pese a los slogans de propaganda, las anunciadas reformas traerán más desigualdad social. El capitalismo chino sólo se puede sostener con obreros superexplotados y cada vez más concesiones al imperialismo de las transnacionales extranjeras. Por eso no hay perspectivas de mejoras sociales. Por el contrario, lo más probable es que la clase obrera continúe recuperando su organización para luchar por sus derechos. Derribar a la dictadura capitalista y hacer una nueva revolución socialista, es la única forma que la clase obrera y el campesinado chino se liberen de la nueva esclavitud y la degradación social.