El 30 de marzo de 1982 una movilización convocada por la CGT bajo la consigna “Paz, pan y trabajo¨ era salvajemente reprimida en Plaza de Mayo. El gobierno llevaba seis años en el poder aplicando con Martínez de Hoz las recetas del FMI a sangre y fuego, con miles de asesinados y desaparecidos. Bajo el nombre de “Operación Rosario”, el gobierno del general Galtieri sorprendió al mundo el 2 de abril desembarcando tropas militares en Malvinas y recuperando una porción del territorio arrebatado por la corona británica en 1833. Su objetivo era darle aire a la dictadura tras el ascenso de la lucha antidictatorial. Rápidamente las masas salieron a las calles a apoyar la recuperación de las islas, despertando el fervor patriótico y antiimperialista en una causa tan sensible a todos los argentinos, nuestras islas Malvinas. Se organizaron comités de apoyo en fábricas, universidades y barrios. Se abrieron registros de voluntarios. Miles donaron dinero, ropa y alimentos para las tropas, organizándose festivales y peñas para recaudar fondos. Era palpable en el ánimo de la población la necesidad de repudiar y repeler al pirata inglés, pero sin depositar ninguna confianza en la dictadura. Mientras toda esta efervescencia popular iba en aumento, la Junta mostraría que lo que buscaba era negociar un acuerdo, con el gobierno “amigo” norteamericano como mediador. Pero nada de eso sucedió. Rápidamente Estados Unidos se posicionó como aliado principal de los ingleses, operando abiertamente contra la Argentina, sentenciada al bloqueo económico y militar. Millones que seguían el conflicto comprendieron que las organizaciones como la ONU eran simplemente un sello al servicio de los imperialistas y que los acuerdos pendían de los intereses de las potencias. El gobierno de Galtieri quedó entrampado, entre retroceder, en coherencia con la posición pro-imperialista que había sostenido todos esos años la dictadura, y una movilización antiimperialista de masas impresionante, que crecía día a día.
El 2 de mayo, el crucero ARA General Belgrano era hundido por el submarino Conqueror fuera de la zona de exclusión, un crimen de guerra con 323 muertos. Thatcher enviaba 100 navíos y 17.000 hombres a la zona de combate, lanzando la campaña bélica más grande desde la segunda guerra mundial. Sin preparación, jóvenes soldados y algunos oficiales se convertían en héroes y mártires enfrentando al imperialismo en las islas. Una de las flotas más modernas sería duramente golpeada por la aviación argentina, hundiendo al destructor Sheffield primero y las fragatas Ardent, Antelope y otros buques después. Años más adelante, especialistas militares británicos reconocieron que, a pesar de la falta de profesionalidad del estado mayor de la dictadura, los ingleses estuvieron a punto de perder la guerra. Pero para esto era necesario que la propia dictadura estuviera dispuesta a ir hasta el final. Que aceptara el apoyo político y militar que crecía en todo Latinoamérica.
Pero esa no va a ser la política que desarrolló Galtieri y los generales de la dictadura. Apretado por los yanquis y por la movilización, Galtieri buscó desesperadamente un acuerdo, que a esa altura, ya era imposible. A ningún país tercermundista como la Argentina se le podía permitir osar desafiar a las potencias que ordenaban y dictaban la política mundial.
La guerra iría volcándose a favor de Inglaterra, por sobre todas las cosas, porque se enfrentaba a un alto mando argentino que no quería ganar la guerra. Ningún interés económico británico en nuestro país fue tocado o apenas molestado durante el conflicto: las multinacionales inglesas siguieron remitiendo sus ganancias como si nada sucediera. Ni siquiera se dejó de pagar la deuda externa a los británicos. Finalmente, el 11 de Junio el Papa Juan Pablo II llega al país para “preparar” la rendición incondicional argentina. Esa misma noche se produce la más encarnizada batalla, en Monte Longdon y Tumbledown donde se combatió a bayoneta calada y en combates cuerpo a cuerpo. El brigadier Thompson, jefe de las tropas británicas en las islas decía “no puedo creer que estos adolescentes disfrazados de soldados nos generen tantas bajas”, pero Galtieri ya había elegido la entrega y la derrota.
Se buscaba evitar que la movilización antimperialista no sólo desbordara a la dictadura sino que se esparciera como reguero por toda Latinoamérica. Cómo lo decía el Partido Socialista de los Trabajadores (PST, antecesor de Izquierda Socialista), los militares argentinos no quisieron ganar la guerra. El 14 de junio, con la venia de la Iglesia, la UCR y el PJ, en Puerto Argentino se procedía a la capitulación. Una inmensa movilización, al grito de “los pibes murieron, los jefes los vendieron”, terminó en violentos choques con la policía en el mismo momento que un Galtieri, visiblemente borracho, hablaba por cadena nacional para anunciar la rendición. Era el final de la dictadura y el comienzo del proceso de desmalvinización que fue continuado por todos los gobiernos que se alternaron en el poder hasta hoy. Desde Izquierda Socialista hacemos nuestro sentido homenaje y recuerdo a todos aquellos que empuñaron las armas para enfrentar al imperialismo, los verdaderos héroes y mártires de la guerra. Y seguimos reivindicando Malvinas como una de las grandes gestas antiimperialistas del pueblo argentino.
La posición de León Trotsky
Los revolucionarios, las dictaduras y el imperialismo
Muchos jóvenes se preguntarán si era correcto en la guerra de Malvinas, con un gobierno genocida en el poder, tomar posición a favor de la recuperación de las Islas. La propaganda imperialista, le agregaba: “y encima enfrentado a un gobierno “democrático” como el inglés. Se obviaba, por supuesto, el lugar de potencia imperialista de Gran Bretaña. Los socialistas no dudamos un segundo. Seguimos en esto lo que el propio León Trotsky respondiera ante una pregunta similar: “En Brasil reina ahora un régimen semifascista (1938) que todo revolucionario no puede ver más que con odio. Supongamos que mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. En ese caso estaré del lado del Brasil “fascista” contra la Inglaterra “democrática”. ¿Por qué? Porque el conflicto entre ellos no será una cuestión de democracia o fascismo. Porque si Inglaterra saliera victoriosa pondría a otro fascista en Río de Janeiro y colocaría doble cadenas a Brasil. Si Brasil fuera victorioso, daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y conduciría al derrocamiento de la dictadura…La derrota de Inglaterra daría un golpe al imperialismo británico y un impulso al movimiento revolucionario del proletariado británico….Bajo todas las máscaras uno debe saber cómo distinguir a los explotadores, lo esclavistas y saqueadores”. (León Trotsky, Escritos. entrevista con Mateo Fossa, 1938)
Nuestra posición frente a la guerra
“El imperialismo es nuestro principal enemigo”
El Partido Socialista de los Trabajadores (PST, antecesor de Izquierda Socialista) se colocó en el campo militar contra la ofensiva imperialista sin depositar ninguna confianza ni apoyo político con la dictadura que lo tenía proscripto y con un centenar de compañeros asesinados o desaparecidos. Era tomar posición a favor del estado oprimido contra el estado opresor. Decíamos en 1982 que era necesario reestablecer las libertades democráticas para lograr comités de apoyo en las fábricas, barrios y escuelas. ( ) “No puede quedar una sola fábrica, barrio, universidad o colegio que no se organice para enfrentar al agresor. Y exijamos a la CGT que se ponga a la cabeza de ellos, que los coordinen y centralicen reclamando el apoyo de todos los partidos políticos, de las organizaciones estudiantiles y populares” (Palabra Socialista, 1/5/82). Decíamos que había que aceptar la solidaridad y ayuda militar que nos ofrecía Cuba, Venezuela, Perú y Libia, extendiendo el enfrentamiento contra el imperialismo como una causa de toda Latinoamérica. Planteábamos abrir registros de voluntarios para la guerra, en donde el partido dio el ejemplo aportando muchos militantes, destacándose el Pelado Matosas y el Petiso Páez que habían recuperado la libertad apenas unos meses antes y rápidamente se inscribieron como voluntarios para ir a combatir.
Sosteníamos que para ganar había que pegarle no sólo al interés inglés sino de todo el imperialismo de conjunto, por eso le exigíamos a la Junta que expropie todos los bienes de los piratas y sus aliados, dejando de pagar la deuda externa, metiéndose con el bien más preciado del imperialismo, sus intereses económicos en el país: el Lloyds Bank, Shell, las estancias inglesas de la Patagonia y todas las empresas de capital yanqui como Ford debían ser expropiadas. Denunciábamos que con la dictadura “la Argentina ha seguido pagando las deudas al enemigo, financiando con dinero argentino la agresión a nuestro país” (Palabra Socialista, 1/5/82).