En ocasión de su visita a la provincia de Corrientes, el ministro Bullrich respondió favorablemente al pedido del Presbítero de la Iglesia Católica, Juan Carlos Mendoza, para que instale la enseñanza de la religión católica en las escuelas. El ministro respondió que era un “apóstol” y creía que debían enseñarse todas las religiones en las escuelas públicas.
Con estas declaraciones, Bullrich confirma que su política no es sólo atacar nuestros derechos laborales docentes como parte de la política de ajuste que el gobierno nacional desata sobre toda la clase trabajadora argentina. El ministro también pretende meterse en nuestras clases y atacar el carácter público del conocimiento que construimos en ella. Es decir, un saber contrastable, criticable, cuestionable y comprobable. Las religiones son parte del mundo de las creencias y por tanto del ámbito privado. La escuela no debe imponer dogmas, esto sería autoritarismo y abuso de poder. La escuela es el ámbito del pensamiento científico, crítico y democrático.
¿En nombre de qué supuesto “derecho a elegir de los padres” habría de tolerarse que en el cuaderno de un niño o niña, a la vuelta de la sección de matemáticas, figure “el milagro de Cristo que camina sobre las aguas” o que “la Virgen tuvo un hijo sin tener relaciones sexuales que serían pecado”? ¿Acaso tendría la escuela que silenciar el robo de niños, el asesinato y la tortura durante la dictadura, tal como hizo la iglesia? ¿Acaso tendrá que tolerar la propaganda sionista de Israel, justificando el terrorismo de Estado contra el pueblo palestino? ¿Acaso deberemos aceptar que los pastores protestantes extiendan sus prédicas en los templos a nuestras escuelas a favor de la política exterior de Estados Unidos contra los pueblos árabes en nombre del combate al terrorismo islámico? ¿O se piensa que la religión es una cuestión de “valores” en abstracto?
La matriz fundante de nuestro sistema educativo fue de carácter liberal, en la etapa de auge del capitalismo. Quitó la religión del currículo y promovió el pensamiento científico. Así lo sostuvo la Revolución de Mayo cuando por iniciativa de Mariano Moreno publicaron el Contrato Social de Rousseau para educar en las escuelas del Cabildo. Así lo mostraron los debates de la Ley 1.420 que quitó la religión de los programas escolares. Así se fundó el Colegio de Concepción del Uruguay que en la segunda mitad del siglo XIX formó algunos de los primeros futuros científicos de nuestro país.
En esta etapa de decadencia del capitalismo, los partisanos de su sobrevivencia, a costa de la desposesión de los pueblos, necesitan reinstalar el oscurantismo de la religión para que el pueblo no piense y en cambio “crea”. Para que los dogmas oculten que la vida miserable a la que llevan a millones es producto de la avaricia de unos pocos y en cambio piensen que es producto de los pecados de cada uno.
Sepa el señor ministro que no lo vamos a permitir. La docencia de nuestro país ha transitado un largo camino de democratización del aula que ha formado una generación dispuesta a pensar por sí misma. Y va a derrotar este intento de retroceso medieval.
El kirchnerismo dejó la puerta abierta para la educación religiosa
El ministro Bullrich puede darse el lujo de tirar el globo de ensayo para intentar instaurar la educación religiosa en las escuelas públicas debido a que la actual ley de educación 26.206, promovida por el kirchnerismo, deja abierta explícitamente una “zona ambigua” que permite tal maniobra.
En el año 2006, cuando se discutía lo que luego sería la ley promovida por el entonces ministro Daniel Filmus, quedó claro que existía un acuerdo entre el gobierno de Néstor Kirchner y la jerarquía de la Iglesia Católica por la que se colocaría el término “formación integral”, escondiendo tras él la dimensión religiosa. En el primer borrador presentado para su discusión en las escuelas se mencionaba, explícitamente, la educación religiosa. Debido a la reacción en contra de la docencia, el texto definitivo quitó la palabra religión para hacerla invisible a los ojos desprevenidos bajo el concepto de “educación integral”, una clásica maniobra del doble discurso.
Esta victoria tramposa de la Iglesia y el kirchnerismo en el texto de la ley, sin embargo, no logró imponerse en la práctica en las escuelas públicas de nuestro país, excepto en algunas provincias como Salta y Catamarca. La tradición científica y no religiosa está vigente en la docencia y en las familias que asisten a las escuelas públicas. No siempre hecha la ley, se logra hacer la trampa. Pero el término “formación integral” sigue vigente y de él se tomarán seguramente los que querrán llevar adelante los dichos del ministro Bullrich.
Proponemos una ley de emergencia educativa que garantice un 25% del presupuesto para educación y elimine los subsidios a la escuela privada, a la vez que llame a un verdadero congreso pedagógico vinculante, que discuta una nueva educación para un proyecto de sociedad sin explotación ni opresión entre los seres humanos. En defensa de una educación científica, no dogmática, para el desarrollo del conocimiento público, al servicio de las necesidades de los trabajadores y sectores populares.
L.M.