muchas mujeres habían estado pocos años atrás trabajando en las fábricas, sosteniendo solas a sus familias y siendo parte de la vida política local, mientras los varones luchaban en la Segunda Guerra Mundial. Pero en la posguerra, la gran mayoría de ellas fueron devueltas a sus casas a cumplir la función subordinada de “amas de casa”. Sin embargo, la calma duró poco tiempo y ya, a comienzo de los años 60, muchas de esas mujeres y sus hijas volvieron a tomar las calles, coincidiendo con la movilización de otros sectores que se proclamaban contra el racismo, el colonialismo, la opresión a la juventud y la guerra de Vietnam.
La segunda ola del feminismo fue entonces un importante proceso político y social que se hizo visible con miles de mujeres reclamando en las calles por sus derechos, contra la discriminación sexual y los estereotipos imperantes que buscaban reducir a las mujeres al rol materno encerrado en la familia, por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo como el derecho al aborto, junto con otros planteos. Fue en ese contexto histórico que Kate Millet emergió como una de las referentes de las mujeres movilizadas en las calles no solo para reivindicar la igualdad de derechos con los varones, sino también para inaugurar un feminismo radical que señalaba que la raíz de todas las formas de dominación en todas las sociedades emanaba de la dominación masculina instaurada en el orden patriarcal.
El feminismo radical
y los debates
En 1966, Millet fue parte de la conducción de la National Organization Women (NOW), una gran organización de mujeres dirigida por el Partido Demócrata que terminó reduciendo muchos de los planteos feministas en peleas parlamentarias.
Pocos años después, ya fuera de ese movimiento y como referente de otra organización feminista (New York Radical Women), Kate Millet fue la primera persona en elaborar una tesis de doctorado sobre la cuestión de género con la que se graduó en la Universidad de Oxford. En 1970 esa tesis se transformaría en el libro “Política sexual”, que marcó un hito en la historia del feminismo radical junto con el trabajo realizado por Soulamith Firestone, “Dialéctica del sexo”. En “Política sexual”, Millet afirma que “el sexo es una categoría social impregnada de política” y que “aun cuando hoy día resulte casi imperceptible, el dominio sexual es tal vez la ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder. Ello se debe al carácter patriarcal de nuestra sociedad y de todas las civilizaciones históricas”.
En su obra, Millet afirmaba que las mujeres debían ser consideradas como una clase social. En ese entonces, esa posición fue debatida fuertemente por Evelyn Reed, antropóloga, miembra del Socialist Worker Party (SWP) y referente de un enfoque marxista del feminismo que sostenía la importancia de hacer un análisis histórico de la opresión de las mujeres. Frente al análisis ahistórico de Millet, Reed afirmaba que el origen de la opresión de las mujeres coincide con la emergencia de las primeras sociedades donde existió la propiedad privada de los medios de producción (esclavismo), con la consecuente constitución de las clases sociales y el matrimonio monogámico como dispositivo de control de los cuerpos de las mujeres.
Hoy, en un momento histórico en donde las mujeres volvemos a salir a las calles en todo el mundo reclamando por #NiUnaMenos, por el derecho al aborto, contra las redes de trata y por igual trabajo, igual salario, recuperamos la historia del movimiento de mujeres a nivel mundial para seguir dando nuestras peleas. Como señalara con claridad Kate Millet en aquellos años, seguimos reivindicando que “lo personal es político” pero como feministas marxistas peleamos contra el sistema que es capitalista y patriarcal y que se aprovecha de nuestra condición de oprimidas para superexplotarnos como mujeres trabajadoras.
Escribe Malena Zetnik