Escribe Mercedes Trimarchi, legisladora CABA por Izquierda Socialista/FIT Unidad
Más de cien escritoras y escritores se reunieron en el teatro Picadero el sábado 23 para leer de manera colectiva y pública la novela de Dolores Reyes Cometierra. Fue una manifestación cultural y política frente a los ataques difamatorios por parte del gobierno, funcionarios y varios medios de comunicación contra cuatro libros escritos por mujeres, tres de ficción (Cometierra, Las aventuras de la china Iron y La primas) y un ensayo autobiográfico (Si no fueras tan niña).
La vicepresidenta, pese a que no leyó ninguno de ellos, publicó en su cuenta de X (ex Twitter) que se trataba de libros pornográficos “que exaltan la pedolia y sexualizan a los niños”. Nada más alejado de la realidad y mentiroso que esas afirmaciones de Victoria Villarruel, a la que se sumaron organizaciones ultraconservadoras y militantes contra la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas que aprovecharon el aval del gobierno para exigir que esos libros fueran retirados de las bibliotecas escolares.
Estas obras literarias forman parte de la colección Identidades Bonaerenses, una serie que fue editada por el Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires y los textos mencionados, destinados a estudiantes del último ciclo de la secundaria (quinto y sexto año) y de los profesorados del nivel terciario. Estos pueden ser elegidos (o no) y trabajados con la mediación de una persona adulta responsable, docentes que están formadas y especializadas para abordar literatura de ficción. Literatura que en la historia de nuestro país está atravesada por escenas de violencia explícita desde El Matadero de Esteban de Echeverría hasta Emma Zunz de Jorge Luis Borges. Sin embargo, no hemos visto una campaña similar para que se dejen de leer estos últimos autores mencionados.
Paradoja: prohíben en nombre de la libertad
La censura es un arma que utilizan los gobiernos de ultraderecha para acallar voces que ellos consideran peligrosas. En este caso, la peligrosidad estaría dada por la utilización de palabras como “pija”, “concha” o “sexo” para describir una escena de sexo explícito. Estamos hablando de dos páginas de las más de ciento setenta que tiene Cometierra. Una ficción cuya protagonista tiene un don, el de saber dónde están las chicas desaparecidas, luego de comer la tierra que pisó por última vez esa mujer que se busca. A ella recurren las familias del conurbano que se encuentran desesperadas frente a la inacción de la policía o la justicia en la búsqueda.
No hay pornografía en la novela de Reyes como no lo hay en los libros de Gabriela Cabezón Cámara, ni en el de Sol Fantín ni en el de Aurora Venturini, quien falleció en 2015. Son obras literarias incluso reconocidas mundialmente.
Cometierra fue traducida a catorce idiomas y en 2019 elegida por el diario The New York Times como uno de los libros del año. Finalista de los premios de la Fundación Medifé-Filba, del Memorial Silverio Cañada, del Mario Vargas Llosa y del Sara Gallardo.
De las cuatro autoras, Reyes fue víctima de una violenta campaña de persecución y hostigamiento recibiendo todo tipo de amenazas. En las redes sociales publicaron el domicilio donde ella trabaja pidiendo “bala” y hasta subieron fotos de sus hijos. Hechos que repudiamos desde Isadora e Izquierda Socialista y exigimos que no queden impunes.
El intento de censura y prohibición de libros es un hecho gravísimo. La respuesta de las y los escritores en el Picadero fue extraordinaria, no solo novedosa.
Debemos seguir defendiendo en unidad nuestra cultura de los ataques del gobierno ultraderechista de Milei como así también cada uno de nuestros derechos conquistados con la movilización.