Es un hecho recurrente en estos días. Se suman las denuncias de empresas que obligan a sus trabajadores a concurrir a sus lugares de trabajo aunque no cumplan tareas definidas como “esenciales”. Y otros a los que no se les entregan los elementos mínimos para preservar su salud ante la pandemia.
Escribe Claudio Funes
La escena del miércoles pasado, primer día “hábil” de la cuarentena, lo dice todo: kilómetros y kilómetros de cola en los accesos a la ciudad de Buenos Aires. ¿Se trataba acaso de “veraneantes” que volvían tras haber violado la cuarentena? Seguro que había alguno, pero la inmensa mayoría estaba concurriendo a sus lugares de trabajo. Lo mismo podía observarse en las estaciones de trenes del conurbano con miles de usuarios esperando para abordarlos. Esta escena, que por la cantidad de gente se visibilizaba más en la Capital y el conurbano bonaerense, también se repitió en el resto del país.
¿Qué estaba sucediendo? Muy simple, mientras la inmensa mayoría de los trabajadores cumple consciente y disciplinadamente la cuarentena, las patronales tratan de violarla por todos los medios posibles. Hay todo tipo de trampas que se sintetizan en considerar como actividad esencial cualquier cosa, obligar todos a concurrir y entregarles a cada uno el “papelito” para transitar. Los trabajadores de Bimbo llegaron a denunciar que los hacen concurrir para elaborar productos congelados de exportación. Incluso se da el caso de empresas como Ledesma, que se niegan a licenciar a los mayores de 60 años
El otro gran incumplimiento, esta vez criminal, por parte de las empresas, consiste en no entregar a sus trabajadores los elementos mínimos para evitar que se contagien, desde barbijos hasta alcohol en gel o lavandina. Esto se verificó hasta en los lugares críticos: clínicas y sanatorios donde los propios trabajadores de la salud tuvieron que reunirse y exigir la entrega de esos insumos. Los ferroviarios del Sarmiento tuvieron que llevar adelante toda una pelea para que esto primero se visibilizara y luego se resolviera.
Las patronales abusan con la complicidad de la burocracia sindical, que deja correr todo esto. Desde el sindicalismo combativo decimos que no hay que dejarlo pasar, hay que hacer asambleas, ruidazos o lo que sea necesario para que todo trabajador no efectivamente esencial permanezca en su casa, con su salario y su puesto de trabajo garantizado. Y que todo aquel que cumple una tarea efectivamente esencial lo haga con absolutamente todos los elementos y garantías de seguridad e higiene que la emergencia amerita.