Otra vez tenemos una misión del FMI en la Argentina. Vienen a controlar que Macri y los gobernadores estén cumpliendo con el ajuste. Pero también a plantear sus exigencias para el futuro próximo: bajar salarios, ir contra los convenios colectivos de trabajo, aumentar la edad jubilatoria y reducir los haberes de nuestros abuelos.
Escribe José Castillo
El jefe de la misión del FMI, Roberto Cardarelli, junto con el representante del Fondo en la Argentina, Trevor Alleyne (ya instalado en forma permanente en Buenos Aires), iniciaron una nueva “auditoría” de la economía de nuestro país. Lo hacen previamente a autorizar el nuevo giro de fondos, esta vez por 10.700 millones de dólares, que es parte del préstamo negociado por el gobierno de Macri en el acuerdo del año pasado. Como Macri y los gobernadores (y diputados y senadores que votaron el presupuesto 2019 que contiene el megaajuste de este año) fueron “buenos alumnos del Fondo” y cumplieron a rajatabla sus exigencias, lo más probable es que los funcionarios del organismo internacional le pongan un “aprobado” y permitan que se gire la nueva cuota.
Varias reflexiones nos debemos de esta visita: la primera es que los dólares que nos enviará el Fondo en marzo no serán dinero fresco que se podrá utilizar para salud, educación o trabajo. Estarán, tal como la totalidad de los 57.100 millones del acuerdo, destinados exclusivamente a garantizar el pago a los acreedores externos.
Además, la visita deja claro, otra vez, quién es el verdadero “ministro de Economía” de la Argentina. Hemos entregado el poder de decisión a ese organismo, que funciona, nunca lo olvidemos, a partir de las directivas políticas explícitas de las grandes potencias imperialistas, en particular los Estados Unidos. Sus economistas vienen, les “toman prueba” a los funcionarios del gobierno y les dicen qué hay hacer no solo a ellos, sino a los propios dirigentes de la oposición peronista que aceptan reunirse y rendirles pleitesía (ver pág. 5).
Pero el Fondo no solo quiere que se cumpla con el ajuste de déficit cero votado en el presupuesto, con sus secuelas de reducción casi total de la obra pública, desfinanciamiento de la educación y la salud, salarios que queden por debajo de la inflación y aumento de la recesión y el desempleo. Vienen por más. Por las llamadas “reformas estructurales”: monetaria y fiscal, laboral y previsional.
La primera consiste en reducir más aún los impuestos a las grandes empresas y a los ricos y, a la vez, establecer una nueva carta orgánica para el Banco Central para que ya no pueda financiar al Estado. En concreto, quitar recursos al Estado nacional (y a los provinciales) para que tengan así que reducir más aún los presupuestos de salud, educación, obra pública o los planes sociales.
La segunda es la llamada “reforma laboral”. Se trata, lisa y llanamente, de liquidar las conquistas históricas que los trabajadores consiguieron con décadas de luchas, ir a un sistema “flexible” donde sea más barato o directamente gratis despedir, y los trabajadores ya no tengan ningún derecho (algunos sueñan con la generalización de los sistemas de superexplotación tipo Rappi o Glovo).
Y la tercera es la reforma previsional, que consiste en aumentar la edad jubilatoria, liquidar los regímenes especiales (como el docente), bajar el monto con que se jubila una persona en comparación con el salario en actividad y no reajustar los haberes por la inflación. Todo con el objetivo a mediano plazo de volver a crear un sistema de jubilación privada como el que nos estafó durante la década del ´90.
Si el “presente” del acuerdo con el FMI es de ajuste, el futuro, como vemos, será peor aún. No hay salida para el pueblo trabajador si no rompemos con el Fondo y su plan de hambre. Aquellos que dicen que la salida es “reunirse el año que viene con el FMI y renegociar el acuerdo” saben perfectamente que nunca el Fondo va a aceptar otra cosa que planes de hambre y ajuste: ¡hay 60 años de experiencia al respecto en la Argentina y en el mundo! Ahí nomás, cerca en el tiempo, tenemos las consecuencias de diez años de planes del FMI sobre la economía griega, hoy sumida en el desastre, el desempleo y la miseria creciente. Por eso desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda insistimos: el único “recibimiento” que se merece el FMI es el repudio del pueblo argentino. Hay que repudiar este plan de ajuste, producto del pacto FMI-Macri-gobernadores, y oponerle otro programa económico, obrero y popular, que empiece por dejar de pagar inmediatamente la usuraria deuda externa y ponga todos esos recursos al servicio de resolver las urgentes necesidades de salario, trabajo, educación, salud y vivienda.