Escribe José Castillo
La crisis del Covid-19 todavía no llegó a su pico. Los riesgos de que tanto la infraestructura existente como el propio personal de salud se vean desbordados son un peligro real. Al mismo tiempo, vemos cómo la miseria, el hambre y la desocupación siguen creciendo día a día.
¿Qué hacer? La respuesta es simple. Hay que reforzar una auténtica cuarentena que todo el pueblo trabajador pueda cumplir, sin hambre, sin tener que salir a romperla para “changuear y conseguir un peso”. Hay que poner más plata en recursos para salud. Para todo esto hace falta una sola cosa, poner en juego más dinero. Con lo volcado actualmente por el gobierno claramente no alcanza.
No cabe ninguna duda, esos recursos tienen que salir de los que los tienen, y en abundancia. Para eso hay que imponer de una vez por todas el impuesto a las grandes riquezas.
Miremos a nuestro alrededor. En los últimos tres meses, ya en plena pandemia, Mercado Libre pasó a valer tres veces más, aumentando su valor en 18.000 millones de dólares. ¡Creció más que Amazon! No llama entonces la atención que su dueño, Marcos Galperín, figure como uno de los grandes multimillonarios argentinos.
Observemos a los bancos, los grandes ganadores de los dos últimos años, mientras la economía argentina se hundía, caían los salarios y crecía el desempleo. ¡Hasta siguieron ganando en estos meses de cuarentena! Los cuatro que cotizan en la Bolsa de Buenos Aires, y por lo tanto tienen que “mostrar” sus balances (Galicia, Macro, Supervielle y Patagonia) registraron ganancias en 2019 que más que duplicaron las del año anterior. Los bancos extranjeros que actúan en nuestro país –HSBC, ICBC, Santander y Citi– también tuvieron superganancias y encima se dieron el lujo de “fugarlas” legalmente, repatriándolas hacia sus casas matrices.
Miremos a las grandes empresas de otros sectores, ahí tenemos al Grupo Techint. Acá no hay excusa, Tenaris, la firma insignia del conglomerado, junto con Ternium, son dos de las que más facturan en nuestro país. La fortuna personal de su dueño, Paolo Rocca, figura al tope de los multimillonarios argentinos registrados por la revista Forbes.
Pasemos ahora a uno de los empresarios y gran amigo del peronismo, Marcelo Mindlin, el dueño de Pampa Energía, que la semana pasada recibió todos los elogios de parte del presidente Alberto Fernández. Además de estar seriamente sospechado en un montón de causas de corrupción que vienen de la anterior época kirchnerista, Mindlin siempre siguió facturando, acumulando propiedades y obteniendo superganancias con todos los gobiernos. Es el dueño de Central Puerto, la empresa que tuvo más ganancias de todas las que cotizan en la Bolsa porteña, pero también de Edenor, una de las que históricamente más estafa a los usuarios de electricidad, por citar solo dos firmas.
Sigamos repasando la lista de las que más facturaron y ganaron en 2019: Telecom, vinculada al Grupo Clarín; Toyota, la transnacional japonesa que, junto con la alemana Volkswagen, son las dos automotrices que más venden en nuestro país; Panamerican Energy, propiedad de otro de los multimillonarios locales, Alberto Bulgheroni; Shell, que hasta hace poco se dio el lujo de colocar a su ex Ceo Juan José Aranguren como ministro de Energía y que recibió todo tipo de beneficios durante la gestión macrista; Arcor, el gran grupo alimentario local.
Y, por supuesto, a los grandes monopolios del complejo agroexportador: las yanquis ADM, Bunge, Cargill, la europea Dreyfuss, la china Cofco y las locales Molinos (de Perez Companc, otro que figura en la lista de multimillonarios) y Aceitera General Deheza.
A esta lista le podemos agregar laboratorios, también con millonarios locales a la cabeza, como Roemmers y Bagó. O las cadenas de hipermercados, con Coto, Walmart o Carrefour a la cabeza.
Este grupo concentrado de grandes empresas (y de multimillonarios) es al que hay que obligar para que ponga una porción de sus ganancias y riquezas para atender la pandemia. De esto se trata, imponer un impuesto a las grandes riquezas.
Hace más de tres meses Alberto Fernández, en un alarde más de su doble discurso, habló de un impuesto que, si bien no iba a fondo contra todos estos sectores, planteaba algún tipo de imposición a la gran riqueza. Desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad insistimos en que hacía falta un tributo mucho más completo y con alícuotas mucho más altas. Pero sostuvimos, sin embargo, que lo importante era que el proyecto se pusiera en marcha y exigimos que el gobierno lo presentara de una vez por todas.
Vergonzosamente, el Frente de Todos le empezó a dar vueltas al tema sumando excusa tras excusa. Primero que no podía salir por DNU y que requería que se reuniera el Congreso (cuando aún no se había acordado el funcionamiento virtual), luego que se estaba “consensuando” entre diferentes proyectos redactados por varios diputados del oficialismo. Lo concreto es que pasaron las semanas, los meses, y el proyecto nunca apareció. El único presentado es el del Frente de Izquierda Unidad, que plantea la posibilidad de recaudar rápidamente 20.000 millones de dólares. Pasó algo peor aún, en una sesión en Diputados, cuando planteamos que se tratara el tema, votaron en contra conjuntamente el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Cada vez empieza a quedar más claro que el planteo del presidente Fernández fue solo un “amague” y que en realidad no piensa presentar proyecto alguno.
Mientras tanto, la crisis del coronavirus arrecia y sume en la desesperación y el miedo al contagio a cada vez más sectores del pueblo trabajador.
¡No podemos seguir esperando! El dinero para resolver las necesidades de la pandemia existe. Hay que implementar ya mismo el impuesto a las grandes riquezas. De esa manera, juntamente con la suspensión inmediata de los pagos de deuda externa, tendremos los recursos necesarios para conformar un fondo de emergencia que atienda las necesidades sanitarias más urgentes en términos de salud, comida para los barrios populares y soluciones para una crisis social que se sigue profundizando día a día.