Escribe Guido Poletti
Que el gobierno peronista del Frente de Todos está sumido en una crisis muy profunda no es ninguna novedad. La interna entre Alberto Fernández y el kirchnerismo ya es un secreto a voces, que los propios protagonistas ni siquiera se encargan de disimular.
Es que la gestión del ajuste durante estos dos años y medio de gobierno no resultó gratis para el oficialismo. Las promesas de “terminar con el neoliberalismo de Macri”, “llenar la heladera” o “ponerle plata en los bolsillos a los trabajadores y jubilados” quedaron en la nada. Porque se priorizó, una y otra vez, los pagos y las negociaciones con los pulpos de la deuda externa. Primero con los acreedores privados y luego con el FMI.
Por todo eso, sencilla y simplemente, el Frente de Todos perdió las elecciones de noviembre pasado. Y lo peor, como lo saben los propios protagonistas, es que el acuerdo recientemente firmado con el FMI no permitirá revertir en absoluto nada de todo esto: es más ajuste, saqueo de nuestros recursos y entrega de las decisiones más importantes a la aprobación o no del staff del propio Fondo.
Como ya explicamos reiteradas veces, y lo volvemos a hacer en otras notas de este mismo periódico, el kirchnerismo, sea en la voz de Cristina, o de cualquiera de sus seguidores, no ofrece ninguna salida para el pueblo trabajador. Simplemente hace fuegos artificiales retóricos para tratar de salvarse del repudio popular a las consecuencias más salvajes del ajuste.
El peronismo de conjunto, esa fuerza política patronal que incluye además de Alberto Fernández, al núcleo gobernante y al kirchnerismo, al Frente Renovador de Massa, al conjunto de la burocracia sindical de la CGT y las CTA y a la mayoría de los gobernadores de las provincias, observa preocupado la crisis, con los ojos puestos en las elecciones de 2023.
La semana pasada se reunieron en la sede del Consejo Federal de Inversiones (CFI) los gobernadores de las provincias que, de una manera u otra, responden al peronismo o al Frente de Todos. Allí estuvieron los más cercanos a Alberto Fernández, kirchneristas como Axel Kicillof y Alicia Kirchner, e incluso el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Fue como una revitalización de lo que allá lejos, en los tiempos del Argentinazo de 2001, se llamó “la liga de los gobernadores”. En ese entonces liderados por Eduardo Duhalde, fueron quiénes, preocupados por el levantamiento popular de ese entonces, salieron de hecho a gobernar y “reconstruir” el régimen político, al servicio de las grandes patronales, el FMI y el imperialismo.
Hoy los gobernadores “olfatean” el desastre. Se dan cuenta que el gobierno del Frente de Todos puede ir camino a la derrota electoral el año que viene. Y, peor aún, temen que las consecuencias del ajuste puedan llevar incluso a un estallido social previo. Por eso, en lo inmediato, empiezan a ver si se despegan, separando las elecciones provinciales de la presidencial. Pero más de fondo, tienden, como siempre lo hicieron, lazos con las grandes patronales nacionales y extranjeras y con los mismos economistas del establishment que hoy aparecen como preparando un programa de mayor ajuste aún para Juntos por el Cambio (con reformas estructurales, laborales y jubilatorias incluidas).
Varios de estos gobernadores no esconden sus aspiraciones de ser ellos mismos nominados como candidatos presidenciales en los próximos meses.
Frente a todo esto invitamos a reflexionar al pueblo trabajador. Ninguno de ellos ofrece otra cosa que los mismos ajustes y políticas antipopulares que están llevando adelante en sus provincias. Son el peronismo de siempre, con la burocracia sindical como garante, que, unido o dividido, según les convenga, gobiernan para las patronales y el imperialismo.
Todo esto nos refirma en que la tarea pasa por el fortalecimiento de una real alternativa política para que gobiernen los trabajadores, con un programa alternativo que priorice la resolución de las más urgentes necesidades populares. A eso estamos abocados desde el Frente de Izquierda Unidad.