Escribe Nicolás Núñez
El 21 de enero se cumplen cien años de la muerte de Lenin. Con este artículo, desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de las y los Trabajadores - Cuarta Internacional (UIT-CI) iniciamos una campaña de homenaje y reivindicación del histórico dirigente bolchevique, quién encabezó la Revolución Rusa junto a León Trotsky.
Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, (1870-1924) fue el principal dirigente y responsable en las décadas previas a los procesos revolucionarios de 1917 de la construcción del Partido Bolchevique, de la herramienta política que hizo posible el triunfo de la Revolución Socialista por sobre el régimen zarista, la burguesía, el imperialismo y los sectores reformistas. Por sí solo eso debería bastar para que desde la izquierda reivindiquemos su lucha y su obra en el centenario de su muerte. Sin embargo, a la hora de preguntarnos por la relevancia y actualidad del pensamiento de Lenin la respuesta resulta mucho más profunda. ¿Por qué Lenin en 2024?
Porque definió nuestra época histórica
A la hora de encontrar una respuesta a los motivos que empujaron a la primer guerra mundial, Lenin precisó que el capitalismo había entrado en una nueva fase, caracterizada por el fin del mundo de la “libre competencia” y la emergencia del imperialismo, con el nuevo poderío del capital financiero y la culminación del reparto del mapa global que empujaba a que la búsqueda de nuevos mercados para la industria capitalista debiera realizarse por la vía de la disputa armada entre las potencias. Además, explicó cómo al capital le empezaba a quedar “un vuelto” en sus superganancias para constituir una casta privilegiada dentro de la clase trabajadora que responda a sus intereses: la burocracia política y sindical que seguimos padeciendo hasta el día de hoy en todo el planeta.
Se abría una época de decadencia, donde quedaba atrás el potente desarrollo de las fuerzas productivas del Siglo XIX que habían descripto Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”, y donde lo que se consolidaba era un escenario global de crisis, guerras y revoluciones. La Revolución Rusa vino a confirmarlo: la época de la burguesía en ascenso en lucha contra los resabios feudales había quedado atrás, y en cambio, la humanidad se sumergía en la época de la lucha de la clase trabajadora por el socialismo. Época que terminará o bien con el triunfo de la clase oprimida, o bien en la degradación total de las clases en pugna: la barbarie, u hoy podríamos sumar también, en la catástrofe ambiental-climática.
Porque nos legó un programa político
Tomando las lecciones tanto de los fundadores del marxismo como de los procesos revolucionarios precedentes, Lenin desarrolló en “El Estado y la Revolución” (1917) un programa político en estricto sentido de la palabra. Más allá de las demandas económicas y sociales ¿qué hacer con el poder político? El andamiaje de la democracia burguesa y el estado capitalista no pueden ser simplemente tomados por la clase trabajadora para implementar su programa, sino que necesita pelear por otro tipo de Estado, obrero, y formas de gobierno nuevas, verdaderamente democráticas por su carácter de clase (por primera vez un gobierno de la mayoría y no de una minoría) y por su método: la democracia directa, la planificación democrática de la economía, los cargos revocables y sin remuneraciones de privilegio.
Porque nos enseñó a construir partidos
En el “¿Qué hacer?”, parafraseando a Arquímides, Lenin afirmaba: “dadnos una organización de revolucionarios y moveremos a Rusia desde sus cimientos”. ¡Y vaya si lo hizo! A partir de los debates en torno a aquel texto le debemos también la profesionalización de la militancia revolucionaria, que de la mano del sector mayoritario (Bolchevique) del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso que lo acompañó, aprendió a diferenciar la especificidad de la militancia sindical (“tradeunionista” del obrero contra su patrón), de la militancia y las luchas políticas por la transformación de la sociedad en su conjunto.
Lenin explicó la necesidad de una organización específica para la lucha política, con su funcionamiento centralizado y a la vez democrático (en el que más de una vez le tocó estar en minoría); que pueda guardar aspectos clandestinos ante la persecusión política de los gobiernos patronales; que se construya en base a un agrupamiento voluntario de militantes que quieran dedicar su vida a la pelea por el socialismo. Ese partido debía construir la figura de “tribunos populares” que puedan trazar ante las masas la relación de los reclamos de la clase trabajadora con los del conjunto de los sectores en lucha y viceversa. Lo que hoy diríamos en torno a unir el triunfo de los reclamos democráticos, del movimiento de mujeres y disidencias, del movimiento estudiantil, del ambiental, de los pueblos originarios, de cada uno de los sectores oprimidos por el capitalismo y sus gobiernos con el triunfo de la clase trabajadora en su pelea por el poder político. Y a su vez, ese partido se consolidaría en torno al trabajo con su “organizador colectivo”: el períodico impreso para difundir y debatir con el conjunto de los sectores en lucha.
Además, podemos agregar, que la última batalla que dio Lenin en el fin de su vida fue la pelea contra la burocratización del Partido y de la revolución que había comenzado Josef Stalin. Pelea que quedó graficada en su Testamento, oculto por el estalinismo durante décadas, en el que el líder de la revolución entendía que era necesario y urgente remover a Stalin del lugar de Secretario General del partido. Algo que muy lamentablemente no fue llevado adelante, y terminó con el exterminio de toda oposición y particularmente la “Oposición de Izquierda” trotskista, y la imposición del programa reaccionario del “socialismo en un solo país”.
Porque nos legó también un método
Nahuel Moreno, el fundador de nuestra corriente, solía hablar del “sano empirismo de Lenin” para dar cuenta de su permanente huída del dogmatismo y su predilección porque sea la realidad la que le dé cuerpo a la teoría y no pretender que la realidad se adapte a nuestros esquemas. Lenin solía citar una frase de Napoleón, “On s’engaje et puis on voit”, algo así como “vamos a la lucha y después vemos”, lo que como explicó luego Trotsky era sinónimo de: “una vez embarcado en la lucha, no ocuparse demasiado de los modelos y de los precedentes, profundizar en la realidad tal cual es y buscar en ella las fuerzas necesarias para la victoria y las vías que conducen a ella”.
Cien años después, con ese método, con ese programa para la época de decadencia del capitalismo en que seguimos inmersos, desde Izquierda Socialista y la UIT-CI seguimos tratando de construir el Partido por el que dio batalla Lenin, para enfrentar a los Milei y el conjunto de los partidos patronales, pero sobre todo, para pelear por el gobierno de la clase trabajadora y el socialismo.
León Trotsky sobre la importancia de Lenin en la Revolución Rusa*
Nuestros sabios podrían decir, que si Lenin hubiese muerto en el extranjero a principios de 1917, la revolución de Octubre hubiese ocurrido “de la misma forma”. Pero no es cierto. Lenin constituía uno de los elementos vivos del proceso histórico. Encarnaba la experiencia y la perspicacia de la parte más activa del proletariado. Su aparición en el momento preciso en el terreno de la revolución era necesario a fin de movilizar a la vanguardia y de ofrecerle la posibilidad de conquistar a la clase obrera y a las masas campesinas. En los momentos cruciales de los giros históricos, la dirección política puede convertirse en un factor tan decisivo como el de un comandante en jefe en los momentos críticos de la guerra. La historia no es un proceso automático. Si no ¿para qué los dirigentes? ¿para qué los partidos? ¿para qué los programas? ¿para qué las luchas teóricas?
*Clase, partido y dirección. México, 1940.