Milei está exultante. También su ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, quien dijo: “hoy estamos en el mejor momento desde que asumió el gobierno”. ¿A qué se refieren? A que los dólares paralelos se acercaron al oficial, a que bajó un poco el riesgo país, a que subieron las cotizaciones de los bonos de deuda externa y a que aumentaron las cotizaciones de las acciones en la Bolsa. Nada de esto importa demasiado al pueblo trabajador y a los sectores populares, que siguen viendo que no les alcanza para llegar a fin de mes, pagar el alquiler, las cada vez más altas tarifas de gas, luz y agua y a veces ni siquiera el boleto del colectivo o tren. O a las y los jubilados, a quienes se les continúa recortando el acceso a los medicamentos y tratamientos.
La conclusión está clara: el plan motosierra, “el mayor ajuste de la historia” según lo definió el propio Milei, tiene ganadores y perdedores. Entre los primeros están los pulpos acreedores que siguieron cobrando millones de dólares ante cada vencimiento de deuda externa, el FMI, los especuladores que fugan divisas y ahora se les blanquea, los bancos que hacen super-ganancias con la bicicleta financiera, las transnacionales del gas, el petróleo y la megaminería, favorecidos con el RIGI, las privatizadas que cobran los tarifazos y también los monopolios locales de la alimentación y otros productos de la canasta familiar, con ganancias récord por los aumentos descontrolados, a pesar de que venden menos por la recesión. Entre los que vienen perdiendo están el conjunto de la clase trabajadora, con salarios que se redujeron en promedio un 30%, las y los jubilados, con haberes pulverizados, los cientos de miles de despedidos (entre estatales y privados) y otros tantos que ven sus puestos de trabajo amenazados.
En este marco aparece el número de inflación de septiembre: 2,7%, la más baja desde que asumió Milei. El gobierno lo vende como una gran noticia. Sin embargo, más de un trabajador o trabajadora dudará: ¿cómo es esto si los salarios cada vez alcanzan menos? La respuesta es simple: el número de 2,7% del índice de precios al consumidor se calcula en base a una canasta de consumos “vieja”, del año 2005, que le da mucho menos peso que el real a las tarifas. En estos últimos meses, los astronómicos tarifazos que se están comiendo los ingresos (con miles de personas que literalmente no pueden viajar o deben colarse por no tener para pagar el pasaje), no aparecen así registrados en el índice. La verdad aparece en la elaboración que hacen las y los trabajadores de ATE Indec, que ya señalaban a fines de septiembre que la canasta familiar estaba en un número superior a un millón y medio de pesos.
En estos días recrudeció la ofensiva del gobierno contra las y los trabajadores aeronáuticos, tanto de Aerolíneas Argentinas como de Intercargo. Se va desnudando la verdadera política de La Libertad Avanza: si no pueden privatizar la empresa, cerrarla. También se anuncia algo parecido con el Correo Argentino. Sigue el ataque contra las universidades. El gobierno avanza con su policía del pensamiento, tanto en el área de ciencia y técnica, evaluando de esa manera a los futuros becarios, como lanzando una auténtica caza de brujas macartista contra las y los trabajadores del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Al mismo tiempo, sigue estando pendiente el tratamiento del presupuesto 2025, elaborado a la medida de un mayor ajuste para cumplir con los pagos de deuda del año próximo. Lo que sucede en el Congreso es un ejemplo de por qué Milei ha venido logrando hacer pasar el ajuste en este año: gobernadores que se sientan a negociar “un puntito más” para su provincia, a cambio de votos. El PRO que amaga enojarse, pero siempre termina apoyando al gobierno, radicales dialoguistas que cada vez más se acercan a los mismo (de hecho garantizaron que no pudiera tratarse el cambio a la ley de DNU, que hoy transforma a Milei en un virtual monarca) y una buena lista de peronistas que, al compás de sus gobernadores, terminan acompañando las necesidades del gobierno nacional. Milei se aprovecha de todo esto, y hasta se da el lujo de amenazar con retirar el proyecto de presupuesto si no se vota como a él le gusta y así seguir gobernando por decreto.
Es evidente que las razones para luchar sobran. Y que, a pesar de estos supuestos buenos datos que propagandiza el gobierno, la bronca popular es inmensa. ¿Dónde está la traba entonces? Primero y principal en el rol de la CGT, que continúa en la tregua, dejando aisladas las distintas luchas. Lo que está articulado a un peronismo que, ahora con la conducción formal del PJ en manos de Cristina, sigue apostando al desgaste y al cronograma electoral del año próximo, sin dar un sólo paso para organizar la lucha actual contra el ajuste.
Frente a esta realidad, nosotros, desde Izquierda Socialista/FIT Unidad, junto al sindicalismo combativo y a nuestra corriente nacional A Luchar (que viene de realizar un exitoso plenario regional de lanzamiento en Córdoba) nos jugamos a apoyar todas las luchas, a coordinarlas y a poner todo para que triunfen, mientras denunciamos la tregua de la burocracia cegetista y le seguimos exigiendo un paro nacional y un plan de lucha para enfrentar el ajuste y la motosierra de este gobierno ultraderechista. Al mismo tiempo, decimos que hay que seguir postulando al Frente de Izquierda Unidad como la alternativa para el pueblo trabajador, la juventud el movimiento de mujeres y disidencias y todos los que luchan, oponiendo al ajuste la explicación de que plata hay, si se la destina a un programa de emergencia, obrero y popular, que comience por dejar de pagar la deuda externa y romper con el FMI, para desde allí resolver las más urgentes prioridades de trabajo, salario, educación, salud y vivienda.