Escribe Francisco Moreira
El 22 de marzo de 1975, frente a un enorme operativo represivo y la detención de los dirigentes de la UOM de Villa Constitución, comenzó la respuesta obrera y barrial. La huelga sacudió al país y, luego de dos meses, fue derrotada. Su ejemplo y enseñanzas siguen presentes.
Desde comienzos de 1974, el país estaba sacudido por el accionar de las bandas fascistas alentadas por el gobierno peronista y numerosos conflictos de trabajadores que enfrentaban a las patronales, al gobierno y a la burocracia de la CGT. En la seccional Villa Constitución (provincia de Santa Fe) de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), la antiburocrática Lista Marrón, encabezada por Alberto Piccinini, había expulsado a la patota de Lorenzo Miguel de la conducción local.1 En noviembre de ese año, con el argumento que le daba el accionar de las organizaciones guerrilleras, Isabel Perón impuso el Estado de Sitio.
Para desbaratar un supuesto “complot subversivo”, el jueves 20 de marzo de 1975 el gobierno montó un enorme operativo represivo con la Policía Federal, Gendarmería, Prefectura y las policías provinciales en Villa Constitución, Zárate, Ledesma y otros puntos del país. En Villa Constitución se calcula que desplegó unos 4.000 efectivos que avanzaron sobre los barrios y la zona de las fábricas Acindar, Marathon y Metcon. Allanaron centenares de casas, clausuraron el local de la UOM y detuvieron a su conducción, a delegados y paritarios.
La población quedó conmocionada. A medida que corría la noticia en las fábricas se organizaron asambleas y se instaló la huelga de brazos caídos exigiendo la libertad de los detenidos.2
Dos meses de intensa lucha
Las bases reaccionaron vigorosamente con asambleas en los distintos turnos de las tres principales empresas, otras fábricas menores que se sumaron y la organización del Comité de Lucha. Se dispuso que sus integrantes no abandonaran las fábricas para evitar nuevas detenciones. Desde los barrios también empezó la organización solidaria. Fueron convocados los comerciantes y vecinos. El domingo 23 de marzo, un comando guerrillero asesinó en Rosario al subcomisario Telémaco Ojeda, destacado en Villa, al margen de la voluntad y decisión de los trabajadores.
El miércoles 26 de marzo, luego de una conferencia de prensa del Comité de Lucha, el gobierno intimó a los obreros a desalojar las plantas. Pero el conflicto continuó durante dos meses de heroica lucha, haciéndose fuerte en los barrios, donde se organizaron las compañeras de los trabajadores, con la colaboración de los comerciantes y se juntó plata para el fondo de huelga. La solidaridad se extendió a todo el país a medida que se fueron sumando comisiones internas antiburocráticas, centros de estudiantes y partidos de izquierda. Incluso, partidos patronales como la Unión Cívica Radical (UCR), el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), los demócratas progresistas y el Partido Intransigente (PI) hicieron declaraciones a favor de los huelguistas. Silvestre Begnis, gobernador de Santa Fe, recibió al Comité de Lucha.
Desde un primer momento, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), liderado por Nahuel Moreno, que ya tenía numerosos militantes presos, locales atacados por bombas y también asesinados por las bandas fascistas, como las Tres A, se volcó con todas sus fuerzas a impulsar la solidaridad con la huelga, en Villa, Rosario y todo el país. Dos de sus militantes, Oscar “Pacho” Juárez y “Pepe” Kalauz, trabajadores de Metcom, fueron elegidos por la asamblea para integrar el Comité de Lucha. El PST no solo se jugó al apoyo del conflicto, con su método unitario y respetuoso de las y los dirigentes que lo encabezaban. También mantuvo y siguió haciendo conocer fraternal y públicamente sus diferencias y críticas a la conducción de la Lista Marrón de Piccinini, vacilante ante la propuesta de la coordinación nacional y, durante el conflicto, ante el accionar descolgado de la guerrilla.
“Una huelga que hizo época”
Decía en su tapa el periódico del PST, Avanzada Socialista, en la edición del 24 de mayo de 1975, informando sobre la culminación de “la principal lucha librada bajo el actual gobierno”.3 El sábado 17 de abril se había realizado una asamblea con más de 2.500 trabajadores, que habían decidido mantener la huelga por tres días más, cuando estaba por cumplir los dos meses, para “seguirla adentro” si no se lograban abrir negociaciones. Durante el fin de semana hubo reuniones en los barrios para organizar la vuelta a las fábricas, pero entre la patronal y la represión impidieron el lunes una asamblea general.
Se volvió al trabajo sin lograr liberar a los dirigentes presos, se produjeron más detenciones. Entre ellos, los dirigentes del Comité de Lucha que eran del PST y varios dirigentes nacionales que estaban impulsando la solidaridad en la zona. La patronal avanzó con más de 500 despidos en esos días. El miércoles 30 de abril fue secuestrado y asesinado Rodolfo Mancini, joven obrero de Metcon.
Si la huelga fue derrotada a pesar de su fortaleza se debió a la férrea unidad del gobierno peronista, la patronal metalúrgica y la burocracia de Lorenzo Miguel. El PST destacó la necesidad de “superar el aislamiento” de la lucha mediante la coordinación. Pero, al mismo tiempo, señaló que “a medida que corrían los sesenta días de la lucha cada vez desaparecían más de las casas de los huelguistas las fotos de Perón, que antes eran el orgullo de casi todos los compañeros”.4
Los resultados adversos de la lucha de Villa no impidieron que muy poco después nuevos contingentes de trabajadores salieran a la lucha en todo el país, protagonizando el Rodrigazo, la primera huelga general contra un gobierno peronista, dando lugar a la caída del siniestro ministro de Bienestar Social de Isabel Perón, el “brujo” López Rega.
1. Ver Ricardo de Titto. Historia del PST. Tomo 2. CEHuS, Buenos Aires, 2018.
2. Ver periódicos Avanzada Socialista de Nº 140 a 147. Disponible en www.nahuelmoreno.org
3. Ver Avanzada Socialista de Nº 147, 24/05/1975. Disponible en www.nahuelmoreno.org
4. Ver Ricardo de Titto. Historia del PST. Tomo 3. CEHuS, Buenos Aires, 2024.