
Escribe José Castillo
El gobierno impulsa el plan motosierra para pagar la deuda a los fondos buitre y cumplir las exigencias del FMI. Eso ya era evidente. Pero en las últimas semanas se produjo un salto: Donald Trump y el banco JPMorgan intervinieron de manera directa, abierta y descarada.
El ultraderechista de Javier Milei lleva casi dos años ejecutando un verdadero plan de guerra contra el pueblo trabajador. Bajo la consigna mentirosa de “no hay plata”, pulveriza salarios y jubilaciones, aumenta el desempleo, destruye la salud pública y la educación, ataca a las universidades, recorta fondos para personas con discapacidad, abandona la obra pública, derrumba la investigación científica y un larguísimo etcétera. Pero mientras ajusta a las y los trabajadores, sí hay plata para pagar puntualmente todos y cada uno de los vencimientos de la deuda externa.
Milei “heredó” y continuó el plan de ajuste del FMI, firmado por el gobierno peronista de Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa, que ya venía hambreando al pueblo trabajador. El presidente celebró con entusiasmo las exigencias del Fondo y profundizó el ajuste. Sin embargo, a pesar de su brutal política económica, los dólares no alcanzaron para afrontar los vencimientos de deuda ni para frenar la fuga de capitales especulativos promovidos por sus propios aliados empresariales. Esto llevó a que en abril pasado se renovara el acuerdo con el FMI, pactando nuevas exigencias de ajuste a cambio de 20 mil millones de dólares más de deuda, de los cuales ya ingresaron 12 mil millones. En apenas seis meses Milei dilapidó esos dólares entre pagos de deuda y sostener una nueva bicicleta financiera. Fue entonces cuando apareció Donald Trump “al rescate”.
Trump y Bessent toman control de la política económica argentina
Primero llegó el anuncio por Twitter (hoy X) del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, quien prometió “auxilio financiero” al gobierno argentino. Luego se conocieron los detalles: se trataba de un swap, es decir, un préstamo bajo control directo de funcionarios estadounidenses, que decidirán en qué momento y para qué se habilita cada dólar. No son fondos para la economía argentina, son dólares para garantizar que cobren los acreedores buitres.
Después llegó la escena patética: Milei y su equipo prácticamente arrodillados ante Donald Trump en una reunión de sumisión política. Cuando notaron que el dólar podía dispararse antes de las elecciones, vino la entrega final. Bessent comenzó a intervenir el mercado cambiario argentino con sus propios fondos: vendió cerca de 2 mil millones de dólares a través de bancos internacionales como Santander, Citi y JPMorgan. Todo para manipular el resultado electoral de nuestro país al servicio de Washington.
Y por si faltaba algo…
Ya teníamos al gobierno de Javier Milei arrodillado ante el Fondo Monetario Internacional y sometido de manera explícita a los mandatos del gobierno de Donald Trump. Faltaba el último capítulo de esta entrega nacional: la irrupción directa del JPMorgan. Fue el propio Scott Bessent quien había anticipado que “probablemente” habría un auxilio adicional para la Argentina de unos 20 mil millones de dólares gestionados por bancos privados. Ese supuesto rescate terminó siendo nada más y nada menos que un nuevo acuerdo de dependencia financiera con el banco más grande de los Estados Unidos, históricamente ligado a los negociados de deuda externa en todo el mundo.
Este banco no es un actor externo ni neutral. Es el antiguo patrón del actual equipo económico argentino. Por esa entidad pasaron Luis Caputo, hoy ministro de Economía; José Luis Daza, viceministro; Pablo Quirno, actual canciller y exsecretario de Finanzas; Santiago Bausili, presidente del Banco Central; Vladimir Werning, su vice; Nicolás Ferro, vice superintendente de entidades financieras; Esteban Klein, subgerente general de Operaciones; y Demián Reidel, presidente de Nucleoeléctrica Argentina. Todos ellos son parte de un mismo engranaje financiero que opera ahora desde dentro del Estado, garantizando negocios multimillonarios para los mismos bancos a los que antes servían. El gobierno económico de Milei está colonizado por ex ejecutivos de la entidad que hoy gobiernan para sus antiguos jefes.
La obscenidad del sometimiento fue total cuando el JPMorgan decidió realizar su encuentro anual en la Argentina el viernes previo a las elecciones nacionales. Llegó su CEO global, Jamie Dimon, acompañado de figuras del establishment internacional como la ex secretaria de Estado de Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush, Condoleezza Rice, y el ex primer ministro británico Tony Blair. Milei acudió a reunirse con Dimon en una escena que rozó el servilismo diplomático. A cambio de ponerse “a sus pies”, apenas obtuvo una sonrisa protocolar y una vaga promesa de “seguir conversando” sobre un eventual préstamo para el país, préstamo que, llegado el caso, solo aumentaría la usuraria deuda externa. Dimon mantiene una línea directa con sus ex empleados, hoy instalados en los cargos claves del Ministerio de Economía y el Banco Central, para definir cada paso de la política financiera argentina.
Fuera el FMI, Trump y el JPMorgan
Al día siguiente del triunfo electoral de La Libertad Avanza, el presidente estadounidense se jactó públicamente diciendo: “Ganamos muchísimo en la Argentina”. Los bonistas y fondos buitres celebraron la suba de las cotizaciones gracias a la garantía del swap yanqui y al control cambiario que seguirá manejando Bessent en beneficio de Washington. Mientras tanto, el JPMorgan se prepara para iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento, garantizando superganancias para el capital financiero internacional y profundizando la entrega nacional. Todo este festival especulativo se financia con hambre, ajuste y saqueo sobre el pueblo trabajador argentino y sus recursos.
Frente a este panorama, la única salida es construir un programa económico alternativo, obrero y popular, totalmente opuesto al actual. Un programa que rompa con el FMI, con los pactos con Trump y con la banca extranjera, empezando por dejar de pagar la deuda externa ilegítima. Solo así podremos destinar los recursos nacionales a las necesidades urgentes del pueblo: salarios y jubilaciones dignas, trabajo genuino, salud y educación públicas, vivienda y obra pública. La riqueza del país debe estar al servicio de las mayorías, no de los bancos buitres ni de los especuladores financieros. ¡La plata tiene que ir al Garrahan, a las personas con discapacidad, a las universidades y a la clase trabajadora, no al JPMorgan ni al FMI!










