Escribe Martín Mangiantini (Investigador CONICET)
Una vez más el proceso electoral en Argentina estará atravesado por una aparente y virtual polarización entre dos grandes espacios, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. Los debates entre estos contendientes estarán cargados de acusaciones e impugnaciones mutuas pero ambos dejarán en un segundo plano lo más trascendental: con matices en lo discursivo, en los tiempos o en las formas de llevarlo a cabo, ninguno pondrá en duda la continuidad y profundización del brutal ajuste económico ya iniciado. En este escenario, como nuevo ingrediente, hizo su aparición un autopercibido liberalismo de nuevo tipo que, en la práctica, tiene un gran olor a viejo fascismo. Su puesta en escena e impacto mediático permitieron que diversos núcleos de jóvenes vean como novedosas y viables viejas recetas ortodoxas ya fracasadas. La crisis política, el desastre económico y la catástrofe ecológica deben encontrar a una izquierda férreamente plantada golpeando conjuntamente en los sindicatos, en el movimiento de mujeres, en las luchas ambientales, entre el estudiantado y, obviamente, también en el terreno electoral. Dirimir candidaturas aceptando el juego de las PASO es dejar de lado la discusión programática y relegar la oportunidad de clarificar ante el conjunto de la población qué alternativas presenta la izquierda ante una crisis civilizatoria que perpetuarán todas las alternativas del régimen. Utilizar las PASO es dirigirse ante el conjunto de la clase trabajadora y del pueblo priorizando la discusión de nombres y sutiles matices entre organizaciones revolucionarias. El FIT tiene un programa político consensuado y un modo de funcionamiento probado hace años con la rotación de sus bancas. Que el juego electoral y la disputa por las imágenes en los afiches no distraigan de las verdaderas luchas que la izquierda debe dar con contundencia y de un modo unificado.