Escribe José Castillo, dirigente de Izquierda Socialista/FIT Unidad
Más de la mitad de los argentinos son pobres y uno de cada cinco directamente indigentes. En el caso de las infancias, la pobreza crece al 69,7% y la indigencia ya afecta a uno de cada tres niños. ¡Estas son las consecuencias concretas, dolorosas e indignantes del plan motosierra de Milei y el FMI!
En estos días se conocieron dos informes estadísticos muy importantes. Tanto la Encuesta Permanente de Hogares del Indec como el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, coinciden en los números: la pobreza en la Argentina está creciendo en forma astronómica este año, alcanzando al cabo del primer trimestre un 54,8%. Veamos.
Ya partíamos de valores muy malos. En marzo de 2023 había en nuestro país un 38,7% de pobres. Un número escandaloso, que venía creciendo sistemáticamente en el último medio siglo como consecuencia de las políticas de todos los gobiernos sin excepción: ajustar al pueblo para pagar deuda externa. Un sólo valor ilustraba todo: en 1974 había 4% de pobres ¡Se había multiplicado por diez en estas décadas!
El gobierno de Alberto, Cristina y Massa no se quedó atrás. Su desastrosa gestión también fue parte de la continuidad del ajuste, para cumplir con las exigencias del FMI, sus auditorías y su cronograma de pago. Así, a fines del año pasado, cuando asumió Milei, la pobreza ya había ascendido al 44,9%.
Pero todo eso no es nada comparado con lo que hizo el nuevo gobierno ultraderechista. Su superajuste fue de tal tenor que en apenas un trimestre creó casi 5 millones de nuevos pobres. Sí, leíste bien, ese es el producto de que la pobreza subió hasta el 54,8%, que en números significa 25,5 millones de personas bajo la línea de la pobreza.
Pero eso no es todo. El desmantelamiento de las políticas sociales, también hizo crecer a valores astronómicos la indigencia, que ascendió a 20,3%, lo que implica casi 3 millones de nuevos indigentes.
Precisemos las categorías. “Pobres” en esta clasificación del Indec y del Observatorio de la UCA es la persona (y su grupo familiar) que no alcanza a tener ingresos para cubrir la canasta básica mínima para vivir mensualmente. (alimentos, artículos de limpieza, ropa). Indigente en cambio, significa que esa persona y su grupo familiar directamente no tiene ingresos para cubrir la alimentación mínima del mes.¡El paso previo inmediato a los miles que vemos revolviendo basura o pidiendo para comer!
El drama empeora en las niñeces
Todos los valores empeoran cuando nos preguntamos qué pasa con los menores de edad. La pobreza infantil creció hasta un 69,7%. Y la indigencia al 30%. Eso quiere decir en concreto que, en un país donde viven 11 millones de menores de edad, de ellos 7,7 millones son pobres y 3,3 millones directamente indigentes. Está directamente hipotecado el futuro de las próximas generaciones.
¿A dónde vamos?
Todos estos números espeluznantes son al final del primer trimestre de 2024. Lo que nos indica que, actualmente, como la situación social siguió empeorando, los datos son aún peores.
Es la consecuencia de millones de trabajadoras y trabajadores con salarios pulverizados. Los que están bajo convenio, en blanco, y aún así vienen perdiendo, y de lejos, contra la inflación. De las y los estatales (incluyendo docentes y trabajadores de la salud), con salarios abismalmente por debajo del costo de vida. Y el más de 50% de trabajadoras y trabajadores informales, que son a los que más se les ha deteriorado sus salarios. Sumemos a esto las y los jubilados, con el 90% en condición de indigencia. Y los millones que, sumidos en la marginación, sobrevivían malamente con alguna ayuda social que ahora se ha cortado.
A esta realidad tenemos que sumarle un número, cercano al medio millón (los datos van desde un mínimo de 300.000 a un máximo de 600.000) que han perdido sus empleos en estos meses, pasando a integrar el drama del desempleo.
Tenemos así una primera radiografía de las consecuencias del programa ultraderechista de Milei, de su plan de super-ajuste, con el objetivo explícito de garantizar los pagos de deuda externa y cumplir con las exigencias del FMI.
Frente a esta realidad, suena cada día más vergonzosa la tregua de la burocracia de la CGT y las CTA, que después del paro general del 9 de mayo, se han dedicado al “diálogo”y a garantizar la “gobernabilidad”, limitándose a declaraciones y sin plantear ninguna medida para enfrentar esta auténtica guerra declarada contra el pueblo trabajador.
Mientras diversos gremios enfrentan, en distintas regiones del país, al plan motosierra y sus consecuencias, mientras participamos de toda acción unificada, aún parcial, como la del 7 de agosto en Plaza de Mayo, seguimos exigiendo a las centrales obreras que rompan la tregua y que llamen a un nuevo paro nacional y un plan de lucha. Al servicio de esta política, está la convocatoria al plenario de lanzamiento de la Corriente sindical A Luchar, el sábado 17 de agosto.
Pero, al mismo tiempo, tenemos que plantear que no es cierto que “la única salida” es el ajuste infinito. Hay otra salida, un programa económico alternativo, obrero y popular, que comience por romper con el FMI, dejar de pagar la deuda y poner todos esos recursos al servicio de las más urgentes demandas populares: salarios y jubilaciones dignos, trabajo genuino, salud, educación y vivienda.
Ese programa es el que venimos postulando desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad, afirmando que para llevarlo adelante hace falta que gobiernen los que nunca lo hicieron: las y los trabajadores y la izquierda, en el camino a una Argentina Socialista.