Escribe Socialist Core (simpatizantes de la UIT-CI en EEUU)
31/10/2024. El 5 de noviembre se realiza la votación para elegir al jefe político de la principal potencia imperialista del mundo, precisamente mientras EEUU perpetra un genocidio contra el pueblo palestino de la mano de su satélite Israel. Nos solidarizamos con los activistas obreros, juveniles y de la comunidad musulmana en EEUU que se han movilizado contra el genocidio en Gaza y han expresado que no votarán por los candidatos del genocidio, Donald Trump y Kamala Harris. El antidemocrático sistema electoral estadounidense encadena las elecciones a un bipartidismo reaccionario y millones de personas intentarán escoger el mal menor optando entre dos candidatos comprometidos con la destrucción ambiental, la dominación imperialista y el genocidio palestino. Por nuestra parte, creemos que es necesario fortalecer el polo activista que usará las elecciones para protestar contra la política imperialista que representan Trump y Harris. Podemos hacerlo con un voto crítico a las candidaturas alternativas, a la izquierda de los demócratas, como es el caso de Jill Stein, Cornel West y otros candidatos independientes, en la perspectiva de construir un partido independiente de izquierda, de la clase trabajadora y la juventud para luchar contra este podrido sistema de explotación y opresión.
Harris y Trump representan la continuidad de una política imperialista y genocida, si bien se diferencian en sus estrategias. Trump es un ultraderechista, racista fanático, xenófobo, misógino condenado por abuso sexual, con ideas abiertamente fascistoides, mientras que Harris es una liberal que viene de hacer carrera en la criminalización de la pobreza de la mano de la industria carcelaria privada, además de ser parte del gobierno genocida de Biden. Ambos expresan un proceso de largo alcance de derechización del régimen político estadounidense, un fenómeno del que participan demócratas y republicanos, si bien los republicanos representan el ala ultraconservadora y con más elementos fascistizantes.
Revertir esa tendencia derechizante en EEUU no se logrará votando por los demócratas cada dos años, sino fortaleciendo las organizaciones obreras, populares y estudiantiles, construyendo su autonomía, hasta lograr la construcción de una organización política de izquierda independiente que canalice los intereses de las mayorías trabajadoras, como contrapeso a los aparatos políticos de la burguesía, que incluyen no solo los partidos demócrata y republicano sino también la burocracia sindical y un archipiélago de ONGs que generalmente tributan al partido demócrata.
En política internacional Trump y Harris responden de formas diferentes a la crisis y debilitamiento relativo del imperialismo estadounidense: Trump apuesta por la unilateralidad y el proteccionismo económico, Harris se inclina más por la concertación con sus socios imperialistas europeos. Para los pueblos que reciben bombas y sanciones económicas o que padecen bajo dictaduras aliadas a EEUU, estas diferencias en la mayoría de los casos no implican cambios significativos. En política ambiental, Trump es descarado en su apuesta por la mayor cuota de destrucción posible, mientras que Harris prefiere una destrucción encubierta por discursos hipócritas y medidas cosméticas que no implican cambios de fondo ni nos desvían del rumbo hacia el colapso climático. Ambos apuestan por la persecución de los inmigrantes, si bien Trump es más agresivo en el discurso e incluso propone la desnacionalización de los estadounidenses descendientes de inmigrantes.
Al igual que otros ultraderechistas como Bolsonaro, Milei o Meloni, Trump quisiera imponer una dictadura pero la correlación de fuerzas no se lo permite. No hay sectores importantes de la burguesía o de las fuerzas armadas que apuesten a la destrucción de la limitada democracia burguesa en EEUU, que tan bien les ha servido para oprimir y explotar durante siglos a la clase trabajadora. Sin embargo, Trump cuenta con el apoyo de grupos paramilitares de ultraderecha. Ante el previsible escenario de una elección decidida por pequeño margen en pocos estados pivote, las acciones legales para desconocer una derrota pueden combinarse con acciones de turbas ultraderechistas, como ocurrió en 2020. La clase trabajadora y la juventud debe prepararse para enfrentar a los fascistas ante cualquier intentona de desconocer las elecciones. Esta movilización antifascista puede desarrollarse en mejores condiciones si no está amarrada al apoyo político o electoral a los demócratas, ya que los demócratas se oponen a la movilización obrera, estudiantil y popular contra los fascistas.
Algunos sectores liberales y socialdemócratas que defienden el voto a Harris alegan que por no haber diferencias sustanciales en la política genocida de Harris y Trump, el tema palestino pasa a ser irrelevante a la hora de definir cómo votar. Creemos que este razonamiento es equivocado. Dar por descontado el genocidio en Palestina significa una posición conformista e incluso racista. Debemos profundizar la lucha contra el imperialismo estadounidense y el colonialismo sionista. Un voto de protesta contra Harris y Trump por sus políticas genocidas sirve para fortalecer esa lucha de apoyo al pueblo palestino, aunque no logre impedir que alguno de ellos ocupe la presidencia. Es importante que millones envíen un claro mensaje al mundo: ninguna complicidad con los genocidas. Y después de las elecciones, profundizar las huelgas, las tomas universitarias, los boicots, las movilizaciones, por cualquier medio que sea necesario para apoyar a la heroica resistencia palestina y derrotar al imperialismo y su satélite sionista. Ante el chantaje de los partidarios de Harris, que alegan que votar por candidaturas independientes facilita el triunfo de Trump, les respondemos que los únicos culpables de un eventual triunfo republicano son los genocidas demócratas, no quienes nos rehusamos a ser cómplices suyos.
Así como no tenemos que escoger entre los dos candidatos del imperialismo estadounidense, tampoco tenemos que caer en la trampa del campismo, de tomar partido en las disputas entre potencias imperialistas. Podemos oponernos al mismo tiempo a la agresión genocida de EEUU, Reino Unido, Alemania e Israel contra el pueblo palestino, y también confrontar la invasión imperialista rusa contra Ucrania, la opresión imperialista francesa en Kanaky y Martinica, y la opresión imperialista china contra el pueblo uigur y el pueblo tibetano, o la ocupación militar de Haití bajo las órdenes estadounidenses. Apoyar en cada uno de estos casos a la resistencia al imperialismo y el colonialismo es la única posición consecuentemente internacionalista.
El régimen capitalista e imperialista estadounidense fue diseñado a fines del siglo XVIII por la clase esclavista para garantizar una sobrerrepresentación rural reaccionaria y la supremacía de los grandes propietarios. Se mantiene hasta hoy en sus características fundamentales. Conquistas tan modestas como el principio democrático de una persona-un voto, que requeriría la eliminación del colegio electoral y la eliminación del reaccionario Senado, son imposibles de alcanzar por la vía de las reformas constitucionales, pues se requeriría una mayoría parlamentaria inalcanzable. Como parte de la lucha por la superación de ese sistema antidemocrático, podemos ejercer un voto de protesta contra los candidatos imperialistas y genocidas, otorgando un voto crítico a Jill Stein del centro-izquierdista Partido Verde, o el candidato independiente Cornel West, o cualquiera de las otras candidaturas independientes a la izquierda del partido demócrata. Tenemos diferencias políticas importantes con todas ellas. Por ejemplo la candidata Claudia De la Cruz, del Partido Socialismo y Liberación, con mucha presencia en las redes sociales, critica al imperialismo estadounidense pero al mismo tiempo apoya a dictaduras capitalistas como la de Assad en Siria, e incluso al imperialismo ruso y chino, desde una ideología que embellece la competencia interimperialista a nombre de la “multipolaridad”. En cuanto a Stein y West, no apuestan a construir un partido o movimiento anticapitalista independiente, socialista e internacionalista y basado en la clase trabajadora y la juventud, para luchar en la perspectiva de un gobierno de las y los trabajadores y un socialismo con democracia para el pueblo trabajador. Si bien tenemos esas diferencias de fondo, consideramos que sus candidaturas independientes pueden canalizar ese voto de protesta.
Coincidimos con Stein y West en algunas de sus propuestas, como la disolución de la OTAN, detener el apoyo al Estado genocida de Israel, el levantamiento de las sanciones a Cuba y el cierre de Guantánamo, y la cancelación de las deudas de los países semicoloniales. También coincidimos en la necesidad de aumentar el salario mínimo a 25 dólares la hora en base a un impuesto a las grandes fortunas, garantizar la vivienda digna y terminar con la feroz especulación inmobiliaria, eliminar las deudas estudiantiles, la nacionalización de las empresas de la energía, entre otras medidas.
Este voto crítico puede ayudar a fortalecer el polo de las y los luchadores, quienes se expresaron en las crecientes huelgas, en el apoyo a Palestina y la lucha de la comunidad negra contra el racismo y la violencia policial, de cara a los desafíos que enfrentaremos luego de las elecciones. Gane quien gane, la grave crisis socioambiental y la enorme desigualdad, así como el propio desarrollo de las luchas populares, plantean el desafío de la construcción de un partido de izquierda y de la clase trabajadora donde confluya la nueva vanguardia sindical, juvenil, antirracista y antifascista, ambientalista y feminista.