Huelgas y motines contra la guerra
Ante esta situación el descontento de los soldados en el frente y los civiles en las ciudades se disparó. Se produjeron motines en la mayoría de los ejércitos. En el francés, después de la ofensiva Nivelle (llamada así por el jefe del estado mayor que la planificó), la enésima carnicería de solados sin ton ni son, y que no consiguió ninguna variación significativa de las líneas del frente. El estallido de motines en cadena llegó a afectar a unos 30.000 soldados, básicamente de infantería. De las 113 divisiones que tenía Francia unas 50 se vieron alteradas. Se multiplicaron las deserciones. Los soldados protestaban especialmente por la falta de permisos para estar con sus familias. Los intentos de trasladar la protesta a París y al gobierno fueron abortados con engaños y la represión que siguió se concretó en unos 3500 condenados en consejos de guerra, casi 500 sentenciados a muerte de los que 55 fueron ejecutados.
Paralelamente en el norte de Italia se dan huelgas y manifestaciones contra la guerra. En Hungría se subleva la flota estacionada en Cattaro. Los marineros desarman a los oficiales y reclaman la constitución de soviets de soldados. La represión es violenta, y sin embargo la acción contra la guerra alcanza la capital, Budapest, dónde se producen grandes huelgas en las fábricas de municiones
En Alemania la situación se torna crítica. La importación de alimentos es cada vez más dificultosa y obliga a imponer un duro racionamiento. Unido a esto, las listas de muertos en el frente y la desocupación en las ciudades acrecentaban el descontento entre los trabajadores. El entusiasmo nacionalista y el apoyo a la guerra se derrumbaban. Los obreros paran la industria y toman fábricas, los marineros se amotinan y llaman a parar la guerra. Contra ellos, los dirigentes del PSD (Partido Socialdemócrata) no ahorran esfuerzos para que vuelvan a trabajar y al frente. Alemania se estremecía. El desastre de la guerra, próxima a terminar, parecía anunciar grandes cambios.
La revolución rusa logra la paz
En el imperio ruso se dio el punto más alto del descontento popular contra la guerra. En 1917 las penurias por mantener el esfuerzo de la guerra, sumadas a las estrepitosas derrotas del ejército ruso hicieron crecer la bronca contra el zar y su gobierno. Cuando la población de las ciudades empezó a pasar hambre la situación estalló. Además ese invierno en Rusia fue particularmente crudo y escaseaba el combustible. Comenzaron los disturbios por la falta de alimentos y la industria se paralizó por las huelgas. Cada vez más unidades del ejército se amotinaban y pasaban al bando de los revolucionarios. El régimen zarista se desintegraba a una velocidad pasmosa. Surgen los soviets de soldados y campesinos dónde se discute y se decide qué hacer. Ante esta situación el ejército, que en 1905 había sido fundamental para sofocar la revolución, ahora poco podía hacer para ayudar al zar Nicolás. Finalmente, el 15 de marzo de 1917 (febrero en el antiguo calendario bizantino), abdicó a favor de su hermano, el gran duque Miguel, que rechazó el convite sin dudarlo ni un instante. Asumiría el poder un gobierno provisional formado por las principales figuras de la Duma (parlamento), entre los que se destacaba Alexander Kerensky como ministro de Guerra. Éste lograría mantener a Rusia en la guerra durante un año más, hasta que la movilización de los trabajadores, soldados y campesinos liderados por el partido bolchevique de Lenin y Trotsky tomara el poder en octubre y sacara al país de la guerra con la paz de Brest-Litovsk, el 3 de marzo de 1918, firmando por separado con Alemania.
Una oleada revolucionaria nunca antes vista
Reforzados por las tropas provenientes del frente este, los alemanes ponen todas sus fuerzas en la ofensiva a partir de marzo de 1918. Pero, mal alimentadas y cansadas,las tropas alemanas no pudieron resistir la contraofensiva de los aliados, ahora reforzados por el ejército estadounidense.
Es el principio del fin para los imperios centrales.El Reich está en una situación desesperada: se ha quedado sin aliados, su población civil sufre draconianas restricciones, su ejército está al límite, sin reservas y desmoralizado. Los Hohenzollern tienen los días contados. Tras una revolución obrera en Berlín, el Káiser huye a Holanda y el gobierno de la nueva república alemana firma el armisticio el 11 de noviembre de 1918. La Gran Guerra interimperialista había terminado con la victoria de los aliados, dejando como saldo millones de muertos y una destrucción sin igual. Sólo en Francia hubo 1,4 millones de muertos y desaparecidos, equivalentes a un 10% de la población activa masculina.
Como consecuencia inmediata del resultado de la guerra cayeron cuatro imperios -el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano- y tres grandes dinastías, los Hohenzollern, los Habsburgo y los Romanov. Y se aceleraron los movimientos de liberación nacional. Se proclamó la independencia de Checoslovaquia, Polonia, Finlandia, Lituania, Estonia y la formación de Yugoslavia.
A su vez grandes sectores de trabajadores y campesinos de países centrales se rebelaron contra los gobiernos que los habían empujado a la catástrofe de la guerra. Tomaron el poder los bolcheviques en Rusia, en Hungría (1919) y se dieron grandes insurrecciones en Alemania, Italia y China. Este nuevo ascenso mundial, nunca antes visto, duraría hasta 1924.
Gracias a la traición de la socialdemocracia, primero se dio la guerra, y luego no triunfó esta oleada revolucionaria que podría haber impuesto un nuevo mundo socialista. La URSS quedó aislada y se instaló la época del imperialismo, con nuevas guerras y revoluciones.
La traición de la II Internacional y la conferencia en Zimmerwald
La derrota que significó la Gran Guerra interimperialista para los trabajadores se debió a que la II Internacional, con sus partidos nacionales, se había pasado totalmente al lado del orden burgués. Las direcciones de los partidos socialdemócratas lograron convencer a la clase obrera de sus países que corriera a las trincheras para hacerse matar a favor de sus propios explotadores. Pero hubo un grupo de revolucionarios entre los que estaban Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht que desobedecieron la política de la II Internacional y se opusieron a la guerra. Convocaron a una conferencia el 5 de septiembre de 1915 en Zimmerwald, un pueblito en las montañas a 10 kilómetros de Berna, la capital de Suiza. La reunión duró 4 días y fue prácticamente clandestina. Liebknecht y Rosa Luxemburgo no pudieron participar por estar prisioneros del ejército alemán. Trotsky en su autobiografía Mi vida diría que “la conferencia imprimió gran impulso al movimiento contra la guerra en los diversos países. En Alemania contribuyó a intensificar la acción de los espartaquistas y en Francia se creó el Comité por el fomento de las relaciones internacionales”.
La excepcionalidad de la revolución de Octubre y de la Tercera Internacional
[…] La excepcionalidad de la Revolución de Octubre está dada, hasta la fecha, por la existencia de un partido como el bolchevique. Sin la existencia de este partido y de la izquierda revolucionaria mundial no hubiera habido triunfo de la Revolución de Octubre y su más importante logro: la fundación de la Tercera Internacional. Es necesario subrayar que la Revolución Rusa, en un sentido, abre una nueva época de la humanidad, la época de la revolución socialista mundial, pero al mismo tiempo cierra otra época. Es la combinación del fin de una época y el comienzo de otra. El factor determinante de la Revolución de Octubre, el partido leninista, es resultado de la época anterior de cincuenta años de ascenso y triunfos del proletariado mundial […] Actualización del Programa de Transición, Tesis IV, Nahuel Moreno.