Lo concreto es que ahora el Indec anuncia que el valor es de 12.489,37 pesos. Eso es lo que necesitaría una familia tipo (cuatro miembros, dos adultos y dos niños) para alimentar- se, vestirse y pagar los servicios. Nótese que ese valor no tiene en cuenta ni el pago de un alquiler, ni cualquier otro gasto típico (salud, educación, esparcimiento, etcétera).
Tanto la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires como diversas consultoras privadas coincidieron en los números sobre cuál es actualmente el ingreso promedio de los asalariados. Así, un 17% cobra hasta 5.500 pesos (por debajo del salario mínimo legal de 6.810) y otro 33% percibe un monto entre este valor y 11.500 pesos. O sea que el 50% de los trabajadores reciben salarios que están por debajo del valor de la canasta básica total.
Hace algunas semanas el Observatorio de la Deuda Social de la UCA consignó que existían en nuestro país 13,5 millones de pobres -1,4 de ellos creados este año-, lo que significaba un 32,6% del total de la población. Estos datos eran a abril de 2016 y se basaban en una canasta básica total sustancialmente inferior a la que ahora informa el Indec. Es de esperar que, cuando esta semana se conozcan los nuevos números oficiales de pobreza, los valores hayan aumentado más aún.
Observemos que esta medición permite darnos un “mínimo” de pobreza. Seguramente las personas con necesidades esenciales no cubiertas (y por lo tanto pobres) serán muchas más que las que simplemente no alcancen el valor de la canasta básica. Por ejemplo, todos aquellos que viven en barrios carenciados y que no poseen una vivienda digna, o los servicios básicos, o el acceso a la salud o a una educación de calidad, aun cuando circunstancialmente se acerquen a dicho valor.
El dato es clarísimo: todo grupo familiar que percibe menos de 12.500 pesos es pobre, lo que no quiere decir que si recibe un monto superior no pueda serlo también. Es urgente entonces que los trabajadores incrementen el poder adquisitivo de sus salarios, ya golpeados en años anteriores y pulverizados con la inflación de 2016. Para resolver la pobreza estructural, la salida pasa por dejar de pagar la deuda externa y poner en marcha un gran plan de obras públicas para resolver las carencias de empleo, vivienda e infraestructura popular.
J.C.